Perpetuo abandono

Noche de luna llena||Libre

Parecía perpetuo el abandono del tiempo ahí frente a la tumba de sus padres, lo único que anhelaba en aquellos momentos era tenerlos de nuevo en su forma física, palpable, real, anhelo casi enfermizo y obsesivo, y aquello la llevaba a remover en lo mas profundo de sus sentimientos para así de alguna manera encontrarse a si misma; todo eso estaba ahí materializado e intoxicándola de melancolía y anhelo. ¿Era entonces aquello el espejo de esa devoción obsesiva o simplemente algo que no refleja nada verdadero?

Sea cual fuese la respuesta, el hecho era de que ya estaba ahí en compañía de aquella enorme y fastuosa cámara mortuoria; bajo el espejo de centenares de constelaciones, de una infinita y magnánima reina de plata, magnánima entonces porque aun así estaba en todo su esplendor, como Eve amaba verla. Al lado de la tumba y abarcando gran espacio con sus raíces, se encontraba un árbol que parecía milenario, de hojas del tamaño de su mano que asemejaban las pesuñas de una vaca, sus flores de tenue lila y profundos matices morados tenían la forma de orquídeas; lo mas curioso era el tronco: parecía que se formaban rostros, mascaras con diferentes expresiones, con todas las habidas y por haber, casi como un reflejo de sus manías, esas que van de la mano con los defectos, su pareja de juego preferida cuyo propósito es acentuar al defecto, y en caso de Eve eran muchas aquellas manías; adicta al peligro, a la ventaja, curiosa hasta lo extremo, profundamente maliciosa y sadista, amante obsesiva del conocimiento y sobre todo: amante de poder arrancar las mascaras de las personas ¿seria aquello entonces lo que reflejaba aquel árbol?. Y eran, entonces también muchos los defectos que se negaban a permanecer solteros; veleidosa, amorosamente deficiente, fría y sobretodo egoísta loba disfrazada de cordero, que no dudaba en traicionar a los verdaderos.

Así mismo como el blanco al negro…tenia su alto grado de pureza, de curiosidad infantil, su dosis de sonrisas sinceras, de esas que iluminan el rostro, de amor verdadero a unas cuantas personas, de colores pastel; no es que Eve fuera una mala persona, solamente una muy dañada, que a pesar de ese daño tenia esa gran capacidad para amar de esa manera apasionada que solo se relata en las novelas épicas; negó con la cabeza sacudiendose los pensamientos de encima, como quien no quiere indagar en la boca del lobo, como quien busca frenéticamente apartar todo aquello que le perturba y no quiere dañarse mas; y es que simplemente no tenía ánimos para aquello a lo que jamás se permitia pensar.

“Nunca los tienes” - Hablo esa replica de vocecilla de si misma - “No nunca y será mejor que vayas a dormir,buenas noches entonces” “Buenas noches” Finalizo la conciencia, mientras que ajena a todo ese despliegue emocional estaba su acompañante personal: su albina minina de raza maine coon, Fylgja quien decidio que era adecuado trepar aquel arbol.

Suspiro mientras tarareaba "claro de luna", la sonata para piano numero catorce en c-menor “Quasi una fantasia” de Ludwig Van Beethoven, específicamente el primer movimiento, el adagio sostenuto; más que ser apasionada, cuando interpretaba música simplemente se transformaba en ella, en aquella musa de mil formas, tan liviana como el viento pero con la diferencia de que la música si perdura, si se mantiene en un solo lugar, pero solo y solamente si se es capaz de recordarla con sus intrincadas formas musicales, complejos entrelazados, comparables a lo intrincado de sus sentimientos y lo complejo de sus palabras.

Lo cierto es que solamente Eve era capaz de escuchar la música que emitía en sus pensamientos, podía apreciar las notas musicales y su pentagrama ondulando en todo aquel espacio conforme tomaban colores grises en su imaginación ; bailaban entonces un perfecto y seductor tango con los pétalos de las flores de aquel árbol, arrastrándolos por todo el lugar.