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Londres es una ciudad grande, y tanto como es grande es peligrosa. Rufianes, matones, violadores y todo tipo de escoria habitan sus calles y se paséan por allí como si se tratase de su propio patio de juegos. Tantos crímenes pasan impunes a diario...y sin embargo, las oficinas de Scotland Yard no dan abasto para el gran número de reportes que a diario abarrotan de trabajo a la Ley. Aún así, el revuelo causado por una serie de asesinatos en particular tenía en estado de alerta a los altos mandos; varios investigadores se encontraban ya trabajando el caso pero la misteriosa naturaleza de los mismos dejaban perplejos a muchos. Fue esta suerte de inexplicable situación la que llevó el caso al escritorio de Alexander, apodado peyorativamente por sus colegas como "Nutjob" por su excentrica forma de ser.

A sabiendas de que habían ya bastantes detectives trabajando en el caso, decidió dirigirse a las calles en busca de información. El reporte lo decía claramente: "Laceraciones profundas en diversas partes del cuerpo provocadas por un arma cortopunzante desconocida" que uno de los forenses describió como "Horripilantes y extrañas". La naturaleza del artefacto que pudiese de alguna manera provocar tantas y tan malas heridas en un cuerpo humano era solo tan misteriosa como aquel despiadado ser que las había provocado.

"Polvo al polvo..." mucitaba el buen inspector al detenerse en frente del tétrico lugar de trabajo del infame sepulturero local... ¿Quién más podría dar información sobre la muerte, que aquel que vive rodeado por ella misma?. Procedió entonces a tocar a la puerta, y con entonado acento llamó: Señor Undertaker ¿Tiene unos minutos?

[especifícame cuantos días han pasado desde el asesinato ^^]

De espaldas a la puerta la silueta oscura del sepulturero se mantenía erguida con sus manos sobre el mostrador donde descansaban varios papeles y fotos en blanco y negro, al escuchar la puerta se acercó a esta abriéndola y volviéndose a encaminar al mostrador, la luz del exterior iluminó el oscuro interior el cual debían esperar un poco para que sus ojos se acostumbrasen a la penumbra. Esparcidos por el piso se podían ver varios ataúdes y varios más parados contra la pared, el olor a muerte se sentía abrumadoramente junto con el polvo, cosa extraña ya que el lugar parecía limpio.

El peligris se giró con su característica sonrisa psicópata y su mirada cubierta por sus largos cabellos - Detectivee~e, le estaba esperando, se ha tardado más de lo que esperaba. Cierre al pasar por favor, y tome asiento – indicó estirando su brazo hacia los ataúdes.

"Disculpe usted la molestia, buen señor, solo serán unos minutos" dijo el inspector haciendo una ligera reverencia con su sombrero al sepulturero mientras cerraba la puerta. Caminó unos pasos dentro del recinto, recorriendolo con su mirada y curioseando por allí.

El lugar no era precisamente un bonito palacio, había que admitirlo...Sin embargo, Alexander no parecía para nada incómodo dentro de esas paredes. Por el contrario, observaba los ataudes y revoloteava por allí pasando sus dedos por algunos de ellos y examinando el polvo.

"Propiedades, joyas, dinero...! Y al final solo nos queda un simple cajón! ¿No le parece irónico?" dijo con un cierto tono de amargura al tomar asiento sobre uno de los ataudes dispuestos en el suelo.

[asumamos que un par de días. Disculpa la demora x)]

[no hay por que xD solo para ubicarme]

Volviendo a tomar las fotos entre sus manos un par de estas resvalaron al piso puesto que las manos del sepulturero estaban cubiertas por la larga túnica negra. No le importó y al avanzar hacia el detective las pisó - Nada de simple hay en un ataúd, es el lecho del descanso eterno, en donde te verán todos sus amigos y familiares el día más importante, el día que esperó por toda su vida... hehehee~ literalmente - apretó las imagenes arrugandolas un poco y su sonrisa se borró recordando subitamente algo - Casi lo olvido - volvió al mostrador volviendo a pisar las fotos y dejó las otras a un lado rodeando el mostrador para sacar unos vasos de muestras medicas y colocarlos sobre la mesada. Poniendo a calentar una pequeña caldera de lata sobre un mechero abrió una cajita y dejó caer unas hebras secas de alguna planta en el recipiente mas grande.

Volvió su rostro al detective volviendo a sonreír - No viene a hablar de ataúdes y el destino, ¿o me equivoco? - contestó con ese tono de lunático que poseía y casi de vidente.

El detective pretendió no haberse percatado de aquellas fotos que el sepulturero había ocultado tan sutilmente. Si bien hallaba esto particularmente sospechoso, no era específicamente su asunto. Además ¿Que no era sospechoso acerca de este individuo? Por lo menos algo era claro...Si alguien habría de tener alguna información, era el. "Jaja...Claro que no, iré directo al grano para no robarle más tiempo. Asumo que ya se ha enterado de los asesinatos que han sucedido en los últimos días ¡Pero por supuesto! Es usted quien se encarga de darles su morada final a estas pobres mujeres..." dijo mientras fijaba su mirada sobre los implementos que el sepulturero había puesto sobre el mostrador. "Por lo que tengo entendido, usted tuvo la oportunidad de examinar los cuerpos de todas las víctimas. Digame...Esas heridas ¿Que pudo haberlas provocado? Claramente es un instrumento afilado, posée varios 'dientes' en una disposición aserrada y quien lo haya usado tiene una fuerza descomunal para poder provocar tales laceraciones, hasta el punto de cortar algunos huesos. No conozco ningún artefacto que pueda causar tales heridas..." acercó entonces su cara al recipiente con la intención de captar el olor del contenido.

Tomó la calderita y casi rozando el rostro del detective vertió el agua hirviendo en el recipiente con las hebras de hojas secas. Apenas se podía percibir un aroma suave el cual se intensificó al ser echada el agua, era té. Rápidamente esta tomo un tono ambarino que se iba oscureciendo a medida que las hebras se iban hinchando y abriendo al ser hidratadas. Se volvió a voltear y una urna fúnebre dejó sobe el mostrador, de aquellas que se utilizaban para guardar las cenizas de los seres queridos, abriéndola reveló su contenido el cual eran graciosas galletas en forma de fémur con un delicioso olor a canela y limón - Como dice, si estoy enterado de los asesinatos… - rodeando el mostrador se dirigió a uno de los ataúdes y empujó la tapa con el pie. Un olor poco agradable, por no decir vomitivo, emanó del interior como si la pesada tapa lo hubiese estado conteniendo herméticamente concentrándolo minuto a minuto.

En el interior se veía un cuerpo en el principio de estado de descomposición, la piel ya estaba blanca algo grisácea y la sangre seca era de un color sumamente oscuro. El cuerpo estaba algo hinchado y se notaba algo “húmedo”, pero se podía distinguir a una mujer de cabellera pelirroja y que, pese a su estado y heridas, había sido hermosa. Cubierta por un vestido de alta costura todo desgarrado dejaba ver gran parte de su piel desgarrada y literalmente arrancada. Su rostro estaba maquillado con lo que ahora se notaba claramente que era sangre y su pecho estaba literalmente destrozado en un revoltijo de viseras realmente desagradable mostrando una textura blanda y “jugosa”, el forro del ataúd también estaba manchado con los fluidos del cadáver que reposaba placidamente cuidadosamente acomodado en su lecho. Al parecer olvidado allí entre los otros ataúdes - Solo tenía un niño con ella, nadie la ha venido a reclamar… y nos hacemos compañía mientras esperamos que se cumpla el plazo y valla al cementerio local donde formará parte de mi cosecha – dijo con ese tono suyo escalofriante y carente de cordura. Sonreía y una gota de baba comenzaba a condensarse en su labio inferior deslizándose por este. Al parecer poco le afectaba la desagradable imagen y el insoportable hedor de la muerte.