Desquitandose con las rosas

Se encontraba irritable, ya varios sirvientes se habían cobrado regaños de su parte sin razón aparente esos últimos dos días por lo que decidieron simplemente apartarse dejando solo al platinado en el jardín. Con su seño fruncido observaba los matorrales de rosas rojas oscuras, algunas casi negras, que se mezclaban con otras tan blancas como la nieve. Sus pétalos parecían de terciopelo en una belleza casi irreal. Tomando una entre sus dedos la arrancó sin cuidado dejando que alguno de sus pétalos cayeran al piso.

Estaba molesto, ya hacía dos días que no veía a su hermano y su carácter posesivo le enloquecía, no saber donde estaba, que estaba haciendo o con quien… un gruñido de enojo brotó de sus labios y la rosa simplemente se quemó entre sus dedos secándose hasta caer al piso hecha cenizas. Sus manos se apretaron en puños y bufó molesto caminando hasta sentarse en uno de los bancos que allí disponían.

En ese momento apareció detrás del banco, taciturno y bastante silencioso. Apoyó sus antebrazos en el respaldo de este y su mirada se mantuvo fija en las rosas, contemplándolas. Cuando adoptó aquella postura la temperatura del ambiente comenzó a enfriarse con brusquedad, incluso la zona en contacto con sus antebrazos comenzó a agrietarse en hielo, sí .. Estaba usando su verdadera forma, casi imposible de conseguir. Su voz sumamente grave y glacial salió de sus labios con seriedad.

- Qué hermosas rosas.. Se parecen a nosotros.

Su cabello plateado se permitió ondear al ritmo del frío viento, podía apostar que este ya había llegado a los sirvientes y estos se habrían alarmado por el cambio tan drástico, pero su rostro yacía apacible y sereno, meditando sobre aquellas rosas. Sus ropas negras que se componían de una gabardina, camisa y pantalón negro estaban desgarrados, algo de sangre seca podía verse en torno a estas, haciendo más hermosa su piel porcelánea.

El cambio de temperatura le hizo inconscientemente subir su propia temperatura para contrarrestarle, su mirada perdida en aquellas rosas le impidieron sentir la presencia de su hermano hasta que este habló. Un escalofrió le recorrió por su gélida voz, casi podía verle pese a no girar su rostro hacia él, un impulso de ira le hacía desear voltearse y enfrentársele, quizás golpearle y hacerle suyo, encadenarlo para que no volviese a escapar. Pero se quedó quieto con su mirada perdida - ¿Dónde haz estado? – su voz reflejaba su enojo y tan articuladas y cuidadas fueron esas tres simples palabras que era obvio que se estaba conteniendo.

Cerró sus ojos y giró levemente su rostro para mirarle de reojo al entreabrir los mismos, su perfil serio y mirada gélida parecía ser un reflejo de los propios ojos de su hermano. Ataviado de un traje de terciopelo rojo por debajo d su chaqueta llevaba una camisa de época con finos brocados ataviados con joyas. Se podría decir que estaba disfrazado del rey que era, puesto que no acostumbraba vestir tan formal si no había ningún evento al cual asistir.

Parecía como si el demonio gélido yaciera sumido en su propia burbuja, como comúnmente había sido en tiempos de antaño, cuando todavía no llegaban al mundo mortal, así era él, pensativo e incluso la mayoría del tiempo silencioso, pero ahora parecía más que ausente, y como si no lo estuviera escuchando volvió la mirada hacia el cuerpo ajeno y lo detalló lentamente, se permitió tomarse su tiempo para observarle, observó el voluminoso torso que este poseía e incluso permitió que su mirada bajara a la bragueta de su pantalón, volviendo a su rostro hasta que emitió un suspiro enamorado.

- .. Tan hermoso como siempre, Alastor..

Al escucharle se levantó y rodeó el banco tomándolo bruscamente del cabello atrayéndolo contra el jalando para que alzara su mirada - Sabes que no me gusta repetir mis preguntas ¡¿Dónde haz estado?! – no se cortó en gritarle ni tratarle de aquella manera aunque su severa mirada se perdía en los orbes azules de su par, gélidos como dos lagunas congeladas. Su agarre no flaqueaba sosteniendo las finas hebras plata con brutal fuerza mientras el mismo puño empujaba por su espalda al menos contra su cuerpo.

Su mano libre se alzó delineando la mejilla ajena sintiendo su gelidez y textura como si fuese una muñeca perfecta de porcelana - ¿Por qué te vas? ¿Acaso no te doy todo lo que necesitas y más? – su mano bajó por su cuello delineando su ropa acariciando las manchas de sangre seca y las roturas en las mismas.

Se dejó llevar sin mostrar síntoma alguno de negación, era más paciente que en su otra versión, tan callado y serio. Sus congelados ojos se mostraron inexpresivos con el arrebato, pero se concentraron en los suyos en silencio, cuanto le amaba, cuánto lo deseaba ..

Elevó las manos y las colocó contra el torso ajeno como si fuese una dama en pleno cortejo, dispuesta a escuchar las palabras de su eterno amante, no obstante poco a poco comenzó a sonreír, sus labios se curvaron a la mitad y su rostro, antes sabio y pacífico se transformó en una expresión cínica y bastante provocadora, estaba mostrando su verdadero ser.

- No puedo obtener gritos de tí, no puedo tomar sangre.. No puedo desgarrar nada..

Sus largas uñas negras acariciaron las mejillas de su hermano y su sonrisa diabólica se intensificó, mostraba ahora un par de caninos que parecían haberse usado recientemente, pues todavía había manchas de sangre en las comisuras de sus labios.

- .. A tí no puedo matarte, mi amado esposo ..

Relamió sus labios mirando los ajenos, amaba a aquel ser, un amor más allá de hermanos, un amor enfermizo y obsesivo. Sin embargo no aceptaba su respuesta, sus labios se torcieron en un gesto de inconformidad y su mirada se aseveró - Tienes prisioneros en las mazmorras y quien quieras te lo doy. No tienes necesidad de ir a cazar por quien sabe donde – regañó como si lo hiciera a un niño. Cinchó más fuerte de su cabello flexionando más el cuello ajeno bajando su rostro hacia este lamiendo una gota de sangre ya seca de su blanquecina piel, saboreándola como quien cata un vino fino - ¿Humanos? Puedo darte mejores presas – murmuró besando la pálida piel entrecerrando sus ojos.

Entreabrió sus finos labios para abogar, pero estos se cerraron en una suave sonrisa cuando la lengua de su hermano se deslizó sobre su piel, tan deliciosamente cálida y opuesto a él, ya que su propia piel se encontraba helada por el momento, como acostumbraba.

Sus manos volvieron a sus pectorales y acariciaron el volúmen de estos por encima de la ropa, adoraba cada parte del cuerpo ajeno aunque su torso le volviera loco, le enloquecía la forma y fuerza que tenía, estaba completamente enamorado de él y no era algo que ocultase.

Pero sus manos le fueron empujando lentamente, no quería quedarse encerrado, no era parte de él, y cuando le alejó lo suficiente para retroceder algunos pasos su rostro adquirió una imágen sepulcral y seria, detestaba rechazarle pero ..

- .. No.

.. Amaba provocarlo.

Al ser empujado le soltó, esperaba una afirmativa, quizás una disculpa. Sus facciones se suavizaron mirándole con mayor detenimiento disfrutando de las rasgaduras de su ropa que dejaban entrever su piel. Al escuchar la negativa sintió la ira volverle a apoderar, no estaba para juegos y menos de esa clase. Se acercó a el y alzó su mano descargando una fuerte bofetada en su rostro, lo suficientemente fuerte para voltearle el rostro y posiblemente tirarlo al piso. Se acarició la mano por el dolor que le quedó en su propia extremidad manchada de sangre por un corte con los agudos dientes de su hermano.

- Repite lo que dijiste – ordenó firme acercándose hostilmente alzando su mano en amenaza de un nuevo golpe, dándole tiempo a pensar nuevamente su respuesta. Le miraba severo, obsesivo, imponente, facetas que muchos temían y que bien conocía su hermano.

Se tambaleó unos instantes hacia un costado, afortunadamente la banca le había servido de soporte al sujetarse de esta, ahora sangre manaba de sus labios lentamente al haberse lastimado con sus propios colmillos, manchando más intensamente sus comisuras.

Ni siquiera se molestó en limpiarla, se reincorporó nuevamente y se puso firme, con la barbilla en alto para hacer gala de su propio orgullo, era igual de imperativo que él, a pesar de que sólo les acara algunos 10 centímetros, no le importaba. El amor hacia él se había nublado con aquel golpe, pero internamente sólo crecía cada vez más.

- Hé dicho que no, Alastor.

Hizo lo peor que se le pudo haber ocurrido: le dió la espalda y se marchó en dirección al palacio a pasos molestos, los sonidos huecos de sus botas hacían sonido en los adoquines que conformaban la entrada a Versailles, arrancándose la chaqueta desgarrada y lanzándola hacia uno de los sirvientes cerca, el cual comenzaba a darse cuenta de la gran pelea que sucedería, y que incluso estaba desconcertado al no reconocerle.

Quedó francamente atónito a la respuesta pese a que era de obviar ya que conocía la personalidad de su hermano, pero teniéndolo tanto tiempo en su forma humana le hacía pensar que con simples palabras y golpes podría manejarle, por el contrario se le estaba escapando de sus manos. No soportaba aquello.

Se acercó a él y le tomó por el cabello jalándolo nuevamente a sus brazos lo tomó de su muñeca torciendo su brazo por su espalda, el contacto le dolió por la gélida temperatura del y la alta del mayor pero no le soltó, solo giró su rostro al sirviente que sostenía la tela negra - Que nadie baje a las mazmorras – ordenó y empujó al platinado para que avanzara por el pasillo a las escaleras. Mantenía en tensión su cabello no dejándole ver por donde caminaba y los constantes empujones del rey no le dejaban mantener de todo su equilibrio más que en el agarre del soberano.

Una ronca carcajada escapó de sus labios rojos por la sangre, dejándose llevar como si aquello no le afectara, sabía que si su hermano notaba la ausencia de miedo en él le enfurecería más, era un reto mucho mayor que darle la espalda.

Pero no fue suficiente para él, ya que continuó provocándolo verbalmente, sin moverse demasiado para que su cabellera plateada no se estropeara, en el fondo quería conservarla intacta porque sabía cómo la amaba su hermano.

- .. ¿Te molesta, Alastor? ¿Te da celos que unos cuantos humanos hayan liberado mi forma real, mientras que tú durante años has intentado devolverme?

- ¡Callate! – vociferó cada vez más molesto, no solo con su hermano si no que con él mismo, no podía matarle, y su hermano lo sabía. Era la única criatura en el mundo que le hacía temblar la mano a la hora de acabar con su vida… aunque eso no restaba los malos tratos que recibía por las rabietas y celos del mayor.

Al llegar al borde de las escaleras se detuvo, una sonrisa mezquina se formó en sus labios, le soltó la muñeca sosteniéndolo solo del cabello, tan inmaculado y lacio. Flexionó su rodilla y con esta golpeó las rodillas de su hermano por la parte trasera para flexionárselas a la vez que le empujaba soltando su cabello haciéndole caer por las escaleras. Definitivamente estaba furioso y poco medía las agresiones al menor. Si no le temía… si su lengua seguía siendo tan altanera sufriría hasta que se corrigiera.

Aquello no lo había previsto, por ende cayó por las escaleras prácticamente rodando, asegurándose de cubrirse el rostro con los antebrazos para que su rostro se dañara, sin embargo sintió cómo con el filo de un escalón se fracturó el antebrazo derecho.

Cayó en el suelo boca arriba, y con una ladina sonrisa comenzó a reír, estirado en el suelo y sucio por el polvo, aunque por algún motivo este no se pegaba a su piel, menos a su cabello. Elevó el antebrazo lastimado y este comenzó a congelarse con rapidez, así mismo acomodó el hueso a su sitio, sabía que una herida así no sería grave en aquella forma, la cual comenzaba a curarse rápidamente con su propio hielo.

Esperó a que su hermano bajara, para ello se levantó y se sacudió las ropas unos segundos, volviendo a sonreírle con cinismo.

- .. Vaya trato, mon conjoint.. Tal vez deba castigarte no volviéndome a mostrar así.