En La Fuente

...Déjame Beber Tu Sangre...

Spoiler:

-Teniendo entre manos un cuadro de dorados bordes, lo acercó a su pecho después de admirarlo y lo abrazó lentamente, poseyéndolo en su regazo. Estaba una habitación bastante oscura con una cama de sábanas rojas para disimular la suciedad y la luz de su única diosa atravezaba el cristal de su ventana para iluminarla tenuemente pudiéndose observar el brillar del marco de la pintura y los cubiertos brazos delgados de quien la tenía... Su rostro aún era un enigma para aquella noche.-



-Llegó a los amplios jardines reales como siempre: para las horas nocturnas; sus pasos eran calmados y tan ligeros que eran casi inaudibles a pesar de tener puestas botas con taco alto. Llevaba, sosteniendo entre manos, su distinguido paraguas de peral forma y oscilaban, bajo éste, sus larguísimos cabellos platinados con ayuda del frío viento inglés. Dejó de andar. Se detuvo en el filo de unas escaleras que estaban al borde de la base de una pileta pequeña...El agua que caía no reflejaba a su figura y susurró con tono irónico-: Estoy hermosa -y esbozó una sátira sonrisa donde la luna no ocultó sus perfectos colmillos tan elegante y fuertes como el marfil.

En fin... Alzó el mentón y con ello todo el rostro, quedando sus ojos fijos en una de las ventanas más grandes y llamativas de toda la mansión real, ahí estaba a quien deseaba tener esa noche al lado, ahí estaba la Reina de Inglaterra. Se sentó sobre las escaleras y quedó contemplando aquella habitación, casi prediciéndole al jardín que su Majestad aparecería.- ... Sara... - Susurró, llamándole desde lo oscuro, como jugando.-

Con sigilo, había logrado escaparse de los invitados que tanto la aludían y felicitaban por aquel "airoso" regreso, igualmente, había conseguido 'escapar' de su seguridad. Intrigada por aquella pequeña sombra, caminó hasta el jardín, mismo que se encontraba bastante cerca al salón en donde se llevaba a cabo la fiesta real. Lentamente, dio unos pasos por el jardín, en dirección a la ventana en la que se encontraba aquella jóven figura, de cabellos blancos, al parecer.

Al verla de espaldas frente a la ventana, pudo apreciar una larga melena blanca. Un poco cohibida, se acercó y poniéndole una mano sobre el hombro derecho, musitó con suavidad

- ¿Y usted jovencita..? ¿Con quién tengo, o más bien...Tendré el honor de conversar esta noche?

Se hacía una idea de quién era, o lo que era. Ciertamente, un ser así no podía ser humano, tan pálida, y tan fría...

Al sentir la mano sobre su hombro frunció el ceño mostrando la dentadura vampirezca; sin embargo, al mismo instante que escuchó de nuevo la melodiosa voz de Sara, aquella expresión facial cambió a una sorprendida y algo sonrosada en los pómulos. Trató de calmarse, su corazón latía rápido y sus manos estaban inquietas... "¡No, gozaré de este momento! ...Cálmate, Murder... Actúa con serenidad..."

Se volvió hacia la Reina con dos movimientos de sus pies. La vio tan preciosa como siempre,como en aquella presentación que había dado en la fiesta... Aunque ahora era mayor esa hermosa e imponente impresión: estaba a dos pasos, a unos centímetros, nada más.

- Murder - musitó algo reducida por la presencia real - para servirle - le estiro la mano derecha. Parecía que el música, dentro de la sala, conocía del clandestino encuentro y tocaba una música clásica y que embelezaba a todo invitado a la fiesta.

Al observarla, a tan cora distancia, se convencía de que la jóven de ojos claros y piel pálida no era un ser humano. Era más bien una criatura extrañamente hermosa. Aún así, sus divagaciones la obligaban a pensar lo contrario, ¿y si no lo era, y si sólo era una impresión..?

- Pero qué extraña mujer; hay algo en ella, ciertamente. Jm, es una muchacha muy hermosa, ¡bien podría ser extranjera..! - Pensaba para sus adentros, intentando mantener su expresión intacta, sin inmutarse.

Le sonrió con dulzura, sin dejar de observarle con detenimiento, luego musitó

- ¿Murder..? Jm, vaya. Realmente no he tenido el gusto de verle anteriormente... - Tomó la mano de la jóven con suma delicadeza, estrechándola con suavidad, como quien acoge con gusto una nueva amistad. - Y dígame, Murder...¿De dónde viene usted?

Su mano fue agitada. Negó con la cabeza... ¡Cómo!

- Su Majestad, el saludo de una plebeya a su Reina no es otra que la adoración - al decir eso, casi condenando el apretón de manos, alzó la delicada mano de Sara y la beso con sutileza, claro que, sin mostrar deseos, sólo educación y respeto. La soltó en una caricia triste.

- Es verdad que nunca antes nos habíamos visto, mi Reina, pero la verdad es que yo sé más de usted que usted de mí, y de lo que cree-. Una gran sonrisa fue esbozada por su semblante, claro que, sin abrir los labiospara no delatar su raza, aunque Sara era demasiado inteligente como para obviar esos detalles y no darse cuenta.

- ¿L-Le gustaría dar un paseo...? Sé que ya conoce su hermoso jardín, pero la verdad es que casi me pierdo, y me gustaría que fuese usted quien me guíe en un corto recorrido... ¿Podrá? ¿O interrumpiré su ceremonia? - inició algo dudosa, nerviosa, pero disimuló bien con el resto de preguntas y confesiones un tanto falsas. ¿Qué respondería la Reina?

Le observó negar con la cabeza, un poco perpleja ante esta acción sonrió mientras que, una mirada dulce fue dirigida hacia la jóven muchacha, como si buscase calmarla.

- Oh, vamos. No digas así, es usted una muchacha muy bonita como para ser una simple plebeya. - Dejó escapar una risa pequeña llevando la mano que la jóven no sostenía por encima de sus labios de manera delicada y hasta coqueta. Dejó ir su mano de la ajena, era una mano muy suave y a la vez tan fría como el hielo. ¿Sería esta muchacha una vampiresa? ¿O esque sencillamente era sensible al frío de la noche?

- Demos un paseo, jovencita. Me gustaría mucho saber sobre vuestra merced, ya que, no la había visto por aquí antes... - Musitó con suavidad para luego darse la vuelta, quedando a un costado suyo. Así, comenzó a dar los primeros pasos por aquel vasto jardín. - Demos un paseo, luego, si gusta, podría entrar al salón junto a mí.

Caminó junto a la jóven un poco, hasta detenerse frente a la fuente. Ciertamente, no temía por su vida; no sentía peligro alguno. La luz de la luna alumbraba todo cuanto se encontrase bajo la misma, incluyéndolas a las dos. Por el contorno de su ojo izquierdo, pudo notar su propio reflejo sobre el agua mas, no podía ver el ajeno. Por unos segundos fijó la mirada allí, luego, volvió en sí para sonreirle a medio labio, y de manera suave le preguntó

- Y dígame, estimada...¿Qué tanto sabe usted de mí?

Dió unos pasos en dirección contraria hacia la jóven, acercándose a uno de los rosales que yacían bastante cerca de la fuente para así, tomar una rosa blanca con cuidado. Logró tomarla y con una sonrisita casi infantil, volvió hacia la muchacha.

- Mira que linda es, ¿verdad que sí..?

Finalmente, mientras acomodaba la misma en su mano derecha, se pinchó un dedo accidentalmente. O bien, así quiso darlo a entender.

- ¡Ouch..!

Un quejido escapó de su garganta, mientras que rápidamente, deja caer la rosa al suelo; unas gotas de sangre acompañan la misma, pintando sus pétalos blancos, inmaculados.

"Es usted una muchacha muy bonita como para ser una simple plebeya", la frase recorrió su mente por segunda, tercera y cuarta vez ... Se ruborizó al interiorizarla: la misma Reina se la había dedicado.

Pronto notó que la mirada de su Majestad se fijaba en el agua cristalina de la fuente. Se había mantenido callada mientras Sara la invitaba a caminar, por el mismo respeto que le tenía, pero el silencio de ese momento en la fuente fue por temor... Temor a ser descubierta y a no poder morderle su delicado y real cuello...

Reaccionó al escuchar la pregunta. - Sé lo suficiente... Si le dijera, se asustaría y me expulsaría de sus terrenos, bella mujer -sonrió. Algo de confianza volvía a ella, definitivamente, mientras acompañaba a la Reina con sus pasos y su mirada.

Intentó decir algo, pero la Reina la silenció, nuevamente, tomando una ruta contraria. "Mira que linda es, ¿verdad que sí...?"

- Claro. Pero no se compara a... -el elogio se detuvo. Corría ese líquido carmesí. "El destino me está provocando, me está retando... Y acaba de ganar", pensó en aquello y se acercó, no lo resistió... Esas gotitas coquetas le estaban llamando a gritos, la estaban aclamando, la sangre real estaba deseando mojar los labios de la vampireza. Resbalaban con gracia por su suave piel, brillaban al incio y se opacaban enla oscuridad del césped.

- Sara... ¿Puedo... - dijo poseyendo de nuevo aquella mano que había cubierto la sutil risa dela reina y que ahora caída herida por una inocente y pequeña espina rosal- ... beber tu sangre? - se equivocó.

- Escuché que dar un beso en las heridas hace que sanen rápido, por eso lo digo... - disimuló, y bien... felizmente. ¿Le creería la Reina? ¿Aún sería tan ingenua o tan amable de aceptar la propuesta que a su vez, no era nada perversa?

Sostenía la mano que sangraba con la que quedó libre, intentando no manchar su vestido blanco. No quería verse manchada para sus demás invitados más adelante...
Ciertamente, había descubierto algo que sospechaba. Ahora sí estaba segura. Aquella jóven era una vampiresa y como es natural, deseaba saciar su sed con su sangre. Sintió que su corazón comenzó a palpitar con fuerza, ¿le lastimaría aquella jovencita? Parecía muy amable como para hacer algo así, pero como se rumora, a lo mejor su instinto animal pueda salir de repente, dejándole sin escapatoria.

Esperaba que no fuese así.

Disimuló sentir un poco de dolor mientras aquellas gotitas comenzaban a bajar por su dedo índice. Decidió continuar con aquella prueba que, a sus ojos, no parecía nada perversa realmente. Era sólo una pequeña prueba...

- ¿Beber...mi sangre? ¿Un beso..? - Adelante, mi jóven estimada. Comprenda que, mi sangre no sería la más dulce de todas, tan sólo por ser la Reina... - Sonrió a medio labio mientras que, extendió su mano herida hacia ella, indicándole acercarse.

- Nunca escuché que un beso sanara una herida de este tipo, pero tal vez sea usted una jóven muy especial - Observó a Murder con detenimiento, con dulzura. - Adelante, estimada Murder...

El viento fresco de aquella noche de primavera soplaba con suavidad, bailando con las preciosas melenas de las jóvenes, agitando en conjunto, sus vestidos. Se podía sentir el aroma del césped, combinado con el perfume que llevaba la jóven Reina puesto, embriagando el aire que respiraban.

Se acercó tranquilamente, el viento se revolcaba con su largo cabello platinado... Era la escena de un ángel tomando la mano herida de la mujer más codiciada del mundo. Su mano derecha tomó la de la Reina, la izquierda acunó la misma, entonces,con mucho cuidado, acercó el dedo a su boca... Entreabrió los labios y dio un efímero beso a la herida: la sangre quedó impregnada en sus rosados labios. Pasó su lengua lentamente por ellos saboreando cada instante, felizmente que al no abrir mucho la boca, sus colmillos no se notaban, pero el acto era bastante sugerente.

Extrañamente la herida dejó de sangrar. "Ah, qué pena... creo que sí funcionó el truco", pensó para sí. La verdad era que la herida no era muy profunda.

Estaba demasiado excitada tras ese momento: como lo había probado en su imaginación, la sangre de la Reina era tan dulce como el manjar más deseado para un niño. Sus manos seguían sosteniendo la mano de Sara, pero al momento la soltaron en una sutil caricia; la vampireza se puso de cuclillas, alzó su albornoz levemente y descubrió su vestido blanco de blondas, de ahí desgarró con agilidad un delgado pedazo de tela y, levantándose, vendó la hincada.

- Quizá ya sea hora de que regrese al salón, con sus invitados, ¿o aún desea dar un paseo conmigo? - su voz estaba más serena que al principio, pero en su paladar seguía latente el rico sabor de su sangre, tan roja, tan viva, tan... La volvió a desear.

Mientras el viento, suave y delicado soplaba, se dejó llevar. La suave caricia que brindaba la mano de aquella jóven le era tan suave y delicada...Casi la hipnotizaba. Aquellos labios rosados se posaron sobre su herida superficial que manaba las últimas gotitas de sangre, mismas que, Murder llegó a probar. Casi cohibida, sonrió a medio labio mientras le observaba arrodillada ante ella; realmente sí parecía sugerente, especialmente cuando aquella jóven de cabello platinado acariciaba la pequeña herida de la jóven Reina.

Su herida había dejado de sangrar. Vió cómo lentamente su mano de apartó de la ajena en una caricia suave, para luego, ver su dedo índice vendado por un pedacito de tela muy delgado proveniente del vestido de Murder.

Por el tiempo que ya tenían allí afuera, supuso que, alguno de los invitados estarían preguntándose en dónde se encontraba. Se sorprendió al pensar en esto. En realidad suponía que nadie la tendría en cuenta, solamente, irían por cumplir. Aún así, la responsabilidad de atender la velada recaía sobre ella, a fin de cuentas.

- Tal vez podamos dar un paseo más tarde. Ahora, debo atender a mis invitados...No le gustaría saber que a su Reina la han catalogado de desatendida por dedicarle tanto tiempo a una jovencita tan hermosa como usted, ¿o sí..? Le prometo, mi estimada Murder, que pasearemos por este vasto jardín... - Su voz se escuchaba bastante sugerente, mientras le sonreía de manera sutil. Le miró con detenimiento y luego, musitó con tranquilidad - Es más, ¿por qué no viene conmigo al salón? Será para mí todo un placer que me acompañase usted en la velada que he ofrecido.

Dejó escapar una risita suave y juguetona mientras que, haciendo un pequeño ademán con su mano derecha, le invitó a que siguiese con ella el camino hasta el Salón de fiestas.

Aceptó con cordialidad su invitación: la juguetona sonrisa ajena le había convencido.

Había logrado causar una buena impresión a la Reina. Qué satisfacción más grande: era un gran evento, se sentía, desde ya, importante de ser invitada por ella, personalmente, y le valía lo que otros pensaran al verla entrar.

Tomó la mano izquierda de la Reina. Tiró de ella tan suavemente que ni la pluma más delicada se hubiese quejado, notando, más que obviamente, su propósito. Caminó tranquilamente, moviendo sus caderas de un lado a otro y con ella a su largo y pomposo vestido blanco; sus botas de taco eran inaudibles en el pasto, en la noche, en esa escena; su mano derecha, cual sujetaba la ajena, acarició la más suave de las pieles. Sonrió pícaramente mordiendo su labio inferior, sin demostrarlo a la Reina.

El tiempo pasó rápido, tampoco eran muchos metros de distancia a la entrada. La luz del salón ya se asomaba, entrometida, al amplio jardín. La vampireza sintió el paseo de regreso muy cortó... ya extrañaba la herida sangrante. Sin embargo, sabía que no sería la úncia vez que pasarían esos encuentros furtivos; sonrió más ampliamente por eso, pero esta vez dirigiendo su gesto a Sara y reflejando una dulce inocencia en él.

Entraron ambas y para entonces Murder ya había soltado la mano de la Reina.

[Salgo.]