Shadows from the Night

Albinos eran los detalles que extraían de la oscuridad nocturna aquellos muebles con todos sus ornamentos elegantemente tallados en sus finas maderas, bañados delicadamente por la reina del cielo nocturno y únicamente limitada por los marcos de los enormes ventanales cubiertos en su interior por sus inmensas cortinas volviendo finos y sutiles los ases de luz que iluminan tan suavemente la habitación como satinados aun más profundos que el fondo de un estanque.

Pervertidos en el miedo y las creencias demoniacas son los ojos que creyeran ver la oscuridad cobrar densidad autónoma cual materializara su esencia más profunda asumiendo una forma ilegible entre sombras. Es bajo este eclipse oscuro que consiguen deformarse las sombras hasta ocultar bajo su manifestación aquel diván sobre el cual pareciese encontrarse sentada una forma humanoide, pero es hasta que un juego de iridisencias carmesí se alinea cual par de orbes vigilantes que en conjunto a la silueta de aquella sombra manifestada que confirma su presencia en aquel lugar.

Su sombrío semblante es evidenciado cuando atraviesa uno de los platinados ases de luz, sus pasos flotan sobre el sigilo que su naturaleza oscura obliga y atravesando aquella luminiscencia es cuando su forma material refleja sus rasgos en aquellos satinados albinos; su rostro de finas facciones le identifican cual joven de 23 años aproximándose al lecho donde descansa un ser humano objeto de su más profunda tentación y adoración.

Eran tales deseos los que formaban parte de la extravagante consciencia a aquel oscuro ser cual se inclinaba desde un costado de aquel lecho, perfilándose por encima de tan hermosa encarnación humana, poseedora de divinos cabellos rubios y albinos a la luz de la luna, misma que concedía aquellos gradientes blanquecinos dignos de la mejor de las obras de arte y evidenciaban tan erógeno lugar bajo el mentón delicado. Inevitable era de aquel oscuro ser, el entreabrir lo que lucían como sus labios carnosos retrayéndose lo suficiente para que los reflejos de la luna ostentaran aquellos largos colmillos aproximándose a su presa.

Desapariciones misteriosas, cadáveres siendo encontrados todos los días, sin importar la hora e incluso el lugar; Amenazas y misiones aún por cumplir, dejarían extenuado a cualquiera, y si Integra Hellsing lo estaba, no lo demostraba en lo absoluto. Más, una persona común, que atravesara por las mismas circunstancias, no contaba con un subordinado ligeramente descarriado como lo era el vampiro que le servía.

El enigmático vástago gustaba de (o intentaba) llevar a su Ama al límite, cosa que desde luego no sucedería a menos de que ella misma lo consintiese.

Aún con su mente inmersa en todo tipo de imágenes, la mayoría de las cuales carecían de sentido, tal como alguien que recibiera una llamada de alerta, algo en su interior, quizás su alma, se agitó. Su consciente podría haberlo atribuido a su constante estado de vigilia, como el de los soldados, prevenidos de la próxima orden. Sin embargo no era su lado consciente el que prevalecía, incluso su cuerpo la precedía y reaccionaba antes incluso que ella misma.

La piel de su cuello se erizaba, y tal sensación se extendió a través de su espina dorsal, llegó a su brazo derecho y posteriormente a su mano, que moviéndose con maestría y disimulo, se alzó empuñando un arma, cuyo cañón apuntaba directamente la frente del vampiro y amenazaba con disparar en la creencia de que se trataba de un intruso, aunque otra parte de ella sabía que no era así, parecía darse el lujo de juguetear.

Siendo su brazo la única parte de su cuerpo que al parecer había “Despertado”, el resto de sí se mantenía igual, y como prueba única de que aquello no fue resultado de algún trastorno, como el sonambulismo, rompía el silencio con un susurro.

- ¿Antojo de media noche mi querido sirviente? -

– ¿Antojo? ... De toda la vida... su vida.

Exclamaba una voz tan profunda como grave embelesada en sus agudos cuales chillantes matices dotaban de los detalles claros para pervertir aquella pregunta a una sugestiva burla aun cuando fuese sobre sí mismo y a pesar de ello, con sus erógenas pausas, pretendía dotar tales tonos de un romance tan profundo como lo era sepultado en insinuaciones prohibidas.

Era precisamente aquella postura que desde el principio había cautivado toda su atención hasta volverlo esclavo de dicho juego, era desde el primer momento, su primer contacto, su primer intercambio de miradas, su primera conversación, desde cuando Ella mostro su carácter incontenible, implacable, inquebrantable, inmutable, dotado de tanta valentía como inocencia e ignorancia; pero bastaban para haberlo vuelto adicto de admirarla. Cual incansable tortura, volvía en incontables ocasiones para saborear el delicioso elixir del éxtasis provocado por la sencilla razón de sentir las diversas posturas de su Ama, pues a través de estas llegaban a mimetizarla como su igual en primera instancia y finalmente en su superior, y era única esa sensación dado que únicamente Ella podía hacerle sentir de esa forma.

Su cuello y espalda erguían sutilmente, apenas lo necesario para que su boca alcanzara a disponer de aquel cañón bajo el yugo de sus colmillos cuales se cierran convirtiéndose en tétricos barrotes que aprisionaban la disposición de aquel arma y al mismo tiempo se volvían los verdugos de la integridad metálica, pues comienzan a doblarlo con una presión tan firme como inapacible y constante apenas consiguen sostenerlo provocando el natural chirrido que todo metal llora en desesperación al ser triturado de esa forma hasta que el ánima del arma se ve totalmente reducida.

Aun pareciendo tan solo un hermoso momento aquellos años desde que su Ama lo había liberado hasta hoy en día, muchos eran los detalles que sobrevaluaban cada instante a su lado. Embelesados con el continuo jugueteo y la deliberada tortura que sembraba en su Ama a través de la confusión, en numerosas ocasiones conseguía que Ella cediera a sus deseos más profundos evidenciándose como cómplices de incontables (no contados) secretos de los que a veces bastaba un simple y sencillo intercambio de palabras para sonreírse mutuamente bajo la sombra de sus recuerdos. (conde, condeza)

- Ahora deberé conseguir una nueva…-

No había reclamo en sus palabras a pesar de saber que ahora sostenía un arma inservible, y que tampoco había esperado que le resultara útil. Incluso la frase que acaba de pronunciar carecía de peso como argumento y se convertía en una especie de “Salvavidas”, cual usara ante el conocimiento de la precaria situación en la que se veía envuelta. Como una criatura acorralada que hablara para ganar tiempo, y a la vez para formular una nueva estrategia que redujese la innegable capacidad de su sirviente para hacer que sus pensamientos, siempre concretos, se desordenasen y transformaran en poco más que imágenes sin sentido que demoran el proceso de respuesta de su mente. No así, era el caso de su cuerpo.

Siempre “fiel” a su reflejo nato de reaccionar a cualquier estímulo, su pecho, antes apacible, lucía más prominente con cada gran y breve aspiración, como un animal salvaje que pese a la adrenalina que corriera por sus venas, segregada ante la noción básica de supervivencia, buscara otra alternativa.

Sus ojos cuales azulejos, se abrieron y contemplaron a la criatura que tan descaradamente se le insinuaba y cuyas palabras, la afectaban, mas de esto no dejaba constancia, al menos una que fuese percibida por otros, mas, sin embargo, él lo haría.

Tras dejar caer el arma al suelo, su cuerpo giraba para enfrentar al único “hombre” que obrara en ella del modo en el que él lo hacía. Era valiente después de todo, pero en ese momento, se preguntó si había sido lo correcto, y contradiciéndose, siendo tan terca como ella era, le provocó a su vez.

- ¿Eres incansable verdad…? insaciable… -

- jajaja - reía para si y casi en silencio - Océanos de sangre han sido drenados por mis colmillos y nunca han sido suficientes. No tanto como lo es tu sangre, que con apenas unas gotas me arrancan la cordura de igual forma que caer al abismo de la euforia.

Era tal la sensación de empatía hacia el solo recuerdo de cada deleitante gota de la sangre de su Ama, que aquel sirviente perdía la proporción y consciencia acerca de si mismo provocando que sus cabellos ondularan cuales sombras suspendidas en una euforia casi pausible. Tal como si una fracción de si mismo actuara por instinto autónomo e individual, su figura cual oscuro espectro parecía deslizarse en intangible presencia hasta semejarse descansar sus manos apoyadas a los lados de los hombros femeninos del mismo modo que sus rodillas a cada lado de las de su idolatrada dueña.

Aun cuando su cuerpo cobraba relativa autonomía, su consciencia se encontraba poseída por aquella mirada tan resplandeciente como el azul celeste inmersa cual naufrago en medio del más claro océano flotando en la afrodisiaca tentación acariciando su alma y guiándolo en inercia hacia el horizonte donde su deseo perpetua cual negado amanecer.

Un secreto para el mundo era el misterio de porque la líder de Hellsing aun sostenía su dominio sobre aquella criatura pese a que en el pasado, el padre de su actual Ama le creía "un veneno demasiado potente para ser usado más que como medicina ocasional".

- y... ¿Mi Ama No lo es también?

“Océanos de sangre han sido drenados por mis colmillos y nunca han sido suficientes.”

Quizás únicamente su padre, Walter y ella misma, comprendían la verdad que aquellas palabras guardaban. Pero Arthur Hellsing estaba muerto, y Sólo ella llevaba la batuta.

Cada parte de su cuerpo despertaba, y no porque hasta hacía relativamente poco tiempo estaba sumido en la inmovilidad o inconsciencia parcial de sus extremidades. Tampoco tenía relación con la rigidez que había adoptado anteriormente al intentar sostener resuelta la pistola y por ende su condición de superioridad. Pero subestimar a ese vampiro no era algo que contemplase hacer en el futuro, y mucho menos considerarlo.

- ¿Insaciable…?. Mnnm…La insaciable directora de Hellsing que no admite derrota. Parece que somos iguales, pero dímelo tú, Conde.

Su ser resultaba el paradigma perfecto del por qué llevar una vida célibe era imposible junto a él, sino, difícil. Y allí, yaciendo sobre su lecho de descanso (que ahora simulaba más a una cama de tortura), con la larguísima cabellera áurea pareciendo derramarse cual níveo río sobre las almohadas, y su femenina figura luciendo menuda en comparación a la portentosa e intimidante de la del varón que se cernía sobre el de ella, percibió como algo en su interior que trataba siempre de mantener controlado, tomaba el control y le hacía exclamar.

- Adelante, bebe de mí…

- Se evidencia que de incansable no guardo mucho para esta noche, pues su escusa de insaciable pierde sentido. Condesa.

Incluso su mirada de iridiscencias vermelinias y profundos carmín volvía cómplice sutil al no apartarse de los ojos celestes que tientan con aquel valor su depravada intención por quebrar aquel tan admirable temple.

Pese a cuan profundo fuese el transe que la presencia de su Ama simbolizaba, era la propia inercia del transe aquello que lo empujaba implacable, aunque lentamente, a inclinarse encima del cuerpo femenino de tal modo que sus manos se cierran en un movimiento completamente pegado a la superficie del lecho de descanso hasta conseguirse intrusos bajo la espalda delicada, permitiendo que su diestra alcance el hombro puesto y su mano izquierda la espalda baja de tal modo que pareciere levantarla hacia El. Incluso en ese momento, y movimiento, su rostro no se desvía en lo mas mínimo permaneciendo la perpendicular exacta entre sus miradas alineando simétricamente el perfil de ambos.

Quién los viese podría elegir creer en una de un par de teorías: Unos amantes o enamorados que pretendiesen dar inicio al erótico y pasional acto carnal. Ó un asesino y su victima a quien éste parecía contemplar con satisfacción profesional, o simple morbo. Sin embargo, la realidad, era el resultado de la comunión de ambas posibles especulaciones.

Con una carcajada, sus grandes y expresivos ojos azules contemplaron desafiante, los rojos de él.

-Jajajajá. ¿Quieres o no?

– La deseo –

Concluía dejando la ambigüedad e incertidumbre si se refería a la cálida sangre femenina o a su adorada dueña en sí. Pero el tono tan lento y pasional, se volvía abrasivo para su propia consciencia y en consecuencia reaccionaba agresivo ante la tentación e intensificada por el reto exaltado por su Ama. Resolviendo en mostrar sus colmillos al ángulo ultimo de visión para tan celestes ojos, desgarrando el aire con la misma facilidad que sus agudos filos color marfil atravesaban la delicada piel del cuello femenino alcanzando la indiscreta invasión a las arterias desde las cuales presume una succiona vida y demoniaca de la sangre que vuelve del cerebro al cuerpo delicado, mas su flujo natural se ve redirigido al espíritu del vampiro tomando cada pensamiento en la mente de su Ama, de aquel plasma vital.