Complaciendo a mi amo [Phillip]

Abandonamos el cementerio y nos fuimos directamente a Versailles. A esas horas de la noche apenas había criados deambulando por Palacio. Aunque casi mejor así, había logrado ganarme cierto respeto entre el servicio por ser el mayordomo personal del mayor de los principes.

Subimos las escaleras hacia las habitaciones, yo delante del Principe. De vez en cuando me entraba un escalofrío en la nuca solo con pensar que el Principe me miraba fijamente, pero nunca miraba atrás por que eso sería demasiado descortés y altanero por mi parte.

Llegamos al dormitori de su alteza y abrí la puerta para después echarme a un lado, dejando paso a mi señor.

-Usted primero, mi señor- dije en voz baja haciendo una inclinación de cabeza.

Por supuesto que había estado mirándole durante todo el paseo. Creando imágenes de lo que haría con un muchacho como aquél.

Entró en la habitación con una sonrisa en su rostro, más propia del ser malvado que había en él. Se quitó el abrigo tranquilamente, sin llevar prisa, dejándolo en el respaldo de una silla. Volteó un poco el rostro para ver de reojo a su asistente, sonriendo más ampliamente.

-Puedes entrar... - susurró divertido. Estaba desabrochándose los botones de la camisa, decidiendo que se cambiaría ahí mismo.

Se mantuvo de espaldas a su ayudante para que este no viera el rostro de satisfacción que tenía.

Entre en la habitación, algo receloso porque se había percatado de aquella sonrisa que el principe había hecho al entrar. La estancia estaba claramente a oscuras, únicamente iluminada por una vela cuya llama oscilaba en uno de los escritorios.

Imité a mi señor y me despojé del abrigo negro, dejándolo reposar en mi brazo. Escudriñé en la penumbra para ver donde estaba mi cama, para darme cuenta, con pavor, de que dicha cama no existía.

Sentí el impulso de retroceder hasta la puerta y escaparme de allí. Miedo me daba lo que pudiese hacerme mi... amo. Aunque mi respiración empezaba a volverse agitada por momentos. Empecé a sentirme muy acalorado cuando el principe empezó a desabrocharse los botones de la camisa.

Quería huir, escabullirme, largarme de allí... Pero me sorprendí a mi mismo deseando quedarme... Anhelándolo, más bien...

Se relamió indecorosamente los labios al sentir la fuerza de los latidos del corazón de su sirviente, sólo podía significar una cosa: estaba nervioso. Pero no sabía con seguridad si porque le temía que solía hacerlo la mitad de la gente... o le deseaba como lo hacía la otra mitad. Aunque tal vez fuera una mezcla de ambas. Miedo y deseo, la perfección para Phillip.

-Siento que no esté tu cama preparada... - Mintió. No lo sentía para nada.

Terminó de quitarse la camisa y la tiró sobre la misma silla, sentándose en la cama con las piernas ligeramente abiertas. Echó la cabeza hacia atrás, soltando un gemido algo grave cuando su cuello crujió.

Mentiroso... No había cama seguramente por que a él no le había dado la gana de madarla hacer. Tragué saliva y me aflojé el cuello de su camisa al ver el torso desnudo del principe.

-Esto.. yo... si.. ¿quiere..?... si me necesita... esto...- las palabras se me atropellaban en la boca, así que opté por cerrarla y no decir nada por que sentía que me estaba poniendo en rídiculo y ya notaba la sangre ardiéndome en las mejillas. Bueno, las mejillas... y lo que no era mejilla...

Mierda...

Era agradable sentir su corazón latir a ese ritmo, era como la melodía perfecta para esa noche especial. Se relamió de nuevo los labios, levantándose. Se acercó a Battler mirándole seductor y posó una mano en su mentón.

-No estés nervioso, sirviente.... No haré nada... que no quieras... - Susurró divertido, acariciando los labios del chico con la yema del pulgar, esperando ver su reacción.

Al ver como el principe se levantaba, fui retrocediendo hasta la puerta, pero calculé mal y mi espalda chocó contra la pared de la habitación. Miré la puerta con frustración, a escasos dos metros a mi izquierda. Clavé mi mirada en los ojos del principe. Esos ojos, que hacían despertar partes insospechadas de mi cuerpo, me miraban con un brillo cautivador. Tragué saliva cuando el principe puso su mano en mi mentón, y cuando mi señor habló y rozó su pulgar con mis labios, se me escapó un débil jadeo y el abrigo que sostenía en mi brazo se cayó al suelo.

-No.. no estoy nervioso...- mentí a regañadientes, desviándo mi mirada- Es... estoy aquí para servirle, mi señor...

-Por supuesto... - susurró en respuesta, disfrutando de cada temblor en el cuerpo de su siervo.

Su mano fue acariciando el mentón del chico, bajando por el cuello, abriendo lentamente la camisa del chico. Su sonrisa era perversa, pero sus ojos empezaban a estar rojos por la excitación. Pasó un brazo por la cintura del chico, pegándolo a su cuerpo, y le acercó a la cama caminando de espaldas.

-Vamos a ponernos más... cómodos.

El roce de de la mano de Phillip bajando por mi cuello me hizo estremecer, y cuando desabotonó los primeros botones de mi camisa, aflojando con anterioridad la corbata negra que llevaba, me temblaron un poco las piernas. Apreté la mandíbula con exasperación al percatarme de la sonrisa que tenía el descarado. El tipo parecía estar pasandoselo en grande y por lo visto tenía más experiencia que yo. Apreté los puños. A saber a cuantos más mayordomos había sometido a sus caprichos aquel... principito, que, sin saber todavía la razón (y no os imagináis lo que me carcomía eso), era capaz de arrancarme jadeos y resoplidos de gusto cada vez que me tocaba y me manipulaba.

El principe me atrajo hacia él asiéndome de la cintura y guiándome hasta la cama. Sus palabras resonaron en mi cabeza y la cara se me puso roja como un tomate, de pura frustración. ¿Por qué? ¿Por qué mi cuerpo pedía a gritos el contacto físico con el principe cuando mi razón me suplicaba repetidamente que era una locura? Aunque, la voz de mi conciencia se atenuaba con cada caricia que me proporcionaba Phillip... que no eran pocas. Con cada minuto que iba pasando, era la lujuría de mi cuerpo la que llevaba la voz cantante. Y mi traje de mayordomo real empezaba a ser un estorbo para esa parte...

Sus piernas dieron con la cama, pero en vez de caerse en ella y arrastrar ese cuerpo con él, simplemente se sentó, apoyando las manos en la cama, exponiéndose al chico. Le miró con una sonrisa, tratando de sonar inocente.

-Quítame la ropa... - le dijo, esperando que como su sirviente lo hiciera. Su sonrisa era todo lo contrario a su tono dulce, pero se lo estaba pasando muy bien.

Se relamió los labios, mirando arriba y abajo el cuerpo del muchacho, deseando quitarle toda esa ropa de un tirón, pero controlándose, no quería asustarle de repente.

Le miré receloso. Aquel... ser estaba jugando conmigo, lo sabía, pero, inexplicablemente, me gustaba. Cerré los ojos para despejar mi mente de aquellas ideas y, al volverlos a abrir, me encaré ante el principe apoyando una rodilla en el suelo.

-Como ordene, mi señor- empecé a desabrocharle el cinturon lentamente, este era de auténtica piel, seguramente bastante cara. Si vendiese ese cinturon podría a limentar a alrededor de cuatro familias de estatus social bajo durante un año. Hice una mueca resignada.

Le terminé de quitar los pantalones con delicadeza (aunque no se la merecía sabiéndo lo que me iba... a hacer). me quedé un segundo contemplando los zapatos del principe para finalmente decidirme a quitarselos también, calcetines incluidos. Doblé con maestría los pantalones del principe y los dejé encima de una silla. Al volver junto al principe, mi mirada se detuvo en los calzoncillos de su alteza, pero al ser consciente de ello aparté la vista rápidamente, voviendo a ponerme rojo. Le miré a los ojos, dubitativo.

Había estado observando con lujuria cómo el chico le iba quitando la ropa, se veía realmente apetecible de rodillas entre sus piernas quitándole todo. Decidió que por el momento estaba bien así, y le tomó del mentón, acercando sus labios a los del chico, sin rozarse, pero a escasos milímetros. Sus ojos se clavaron en los de Battler.

-Bien hecho... - susurró con media sonrisa. - Ahora tú... - le ordenó, desabrochándole el chaleco.

Pasó las manos por sus hombros para hacer caer esa pieza de ropa, siguiendo con la camisa. Volvió a inclinarse hacia la cama, después de pasar las manos rozando el torso del chico, para que fuera él quien siguiera desnudándose.

Mi corazón empezó a latir, desbocado, cuando el principe me hizo acercarme a escasos milimetros de sus labios. Por un momento me quedé esperando un beso, que no llegaría, aún por el momento, y en mi interior me sentí desilusionado (me maldije de nuevo por ser tan débil). Dejé de respirar cuando su alteza me retiró el chaleco y me abrió la camisa. Creo que a esas alturas mi rubor era ya permanente cuando continué, a petición de mi amo, despojandome del resto de mi uniforme pausadamente. Me senté en la cama del principe para quitarme los pantalones más cómodamente, y los zapatos. Me quede solo con la ropa interior puesta, por lo que tenía las piernas y el torso al descubierto. Observé al principe por el rabillo del ojo mientras esperaba a que este dijese o... hiciese algo. En aquellos momentos, lo más problable era que el principe hubiese notado ya cúan elevado era mi nivel de exitación.

Tomando aire profundo, sus ojos resiguieron el cuerpo recién descubierto de su fiel servidor. La tentación crecía, ya sentía la excitación de reseguirle toda la piel con sus labios, de acariciar cada curva. Viéndole sentado a su lado, se acercó para respirar cerca de él, observando cómo se quitaba los pantalones.

Al ver lo nervioso que estaba, y tan excitado como él mismo, decidió jugar un poco más. Lo mejor era ir lento, no quería asustarle. Pasó una mano desde la rodilla del chico, subiendo despacio por el muslo, sin rozar la erección del chico, subiendo por su torso y sujetando su mentón de nuevo.

-Eres muy fiel... - susurró en su oído, para luego acercar de nuevo sus labios, y sacó la lengua (con la punta cortada en dos como las serpientes) lamiendo el labio inferior del chico, mirándole a los ojos.

Respiré hondo cuándo la mano del principe recorrió mi cuerpo desde el muslo, hasta el pecho, para volver a tomar mi mentón. Creo que la voz de mi conciencia moral ya se había casi extinguido, por que me descubrí a mi mismo disfrutando de las sensaciones que proporcionaban las caricias de su alteza sobre mi piel, pero aún no me atrevía a más. Me gustaba que fuese él quién manejase la situación. Los últimos resquicios de resistencia mental habían desaparecido, y me vi a mi mismo como un dócil esclavo a su plena merced... pero eso, a regañadientes, me complacía.

Solté un hondo suspiro cuando mi principe susurró en mi oído y su lengua bífida lamio mi labio inferior, que tembló ante el contacto. De nuevo me llevé un chasco, no sabía por qué (aquella noche estaba experimentado cosas que no creí que llegaría a vivir nunca).

-Es mi deber, amo- resollé con voz temblorosa, devolviéndole una mirada anhelante, muy poco propia de mi.

Sonrió ante la respuesta, acercando de nuevo sus labios y besándole finalmente, con la mano en su cuello y profundizando cada vez más. La inocencia solía ser agradable, se dijo para sus adentros. Le fue inclinando lentamente hasta tener al chico tendido sobre su cama, con él encima recostado sobre un codo para no poner todo su peso encima.

Le miró un momento a los ojos y siguió besándole, bajando la mano de su cuello hacia el pecho.

Correspondí al beso del principe tímidamente al principio, pero enardecidamente después. Noté que me ponía una mano en el cuello para tumbarme sobre la cama. Nos separamos para mirarnos el uno al otro, pero yo seguía en mi empeño de apartar la vista al cabo de unos segundos, cortado. Todavía no se me había ido de la cabeza el detalle de que era mi amo y... un hombre imponente. Tragué saliva antes de que volviese a besarme y me estremecí cuando su mano empezó a recorrer mi cuello, mi pecho y más abajo... Le miré, un poco alarmado, mi corazón latiendo con fuerza.

La mano siguió descendiendo por el cuerpo del chico, deteniéndose en su cintura para rozarle con la yema de los dedos. Profundizó más el beso, pidiendo entrada con la lengua en la cavidad húmeda. Sus ojos no dejaban de mirar a los del chico, provocándole. Debían empezar a estar rojos por la excitación.

Se colocó mejor sobre su cuerpo, bajando los labios por su mentón, mordisqueando su cuello sin llegar a clavar los colmillos.

Los pelillos de la nuca se me erizaron al notar la mano de su alteza acariciarme la cintura. Seguíamos fundidos en un apasionado beso, pero entonces, sentí cómo el principe abría más la boca, dejando entrar su lengua y cerré los ojos, entrelazándola con la mía. Me puse rojo al hacerlo, ya que era la primera vez que un hombre me besaba de esa forma (aunque pensándolo bien... esa noche estaba sobrepasándome en mis obligaciones, así que...). Temborosamente, mis manos se posaron sobre la cabeza del principe y enredé mis dedos entre sus cabellos. Separamos nuestros labios y yo aproveché para coger una buena bocanada de aire. Solté un débil gemido cuando la boca del principe empezó a recorrer mi cuello.