Señor Soma... ¿¡Príncipe!?

Bostezó por enésima vez en aquella maldita hora de aburrimiento. Lo único que pasaba por la cabeza del joven hindú era un pedazo de dulce que entrara a su boca.
Luego sin saber porque se desperezó con tanta rapidez que pudiera jurarse que sucedió en un segundo.
Empezó a proclamar frases inentendibles, pegándose la palma de su mano a la frente.
Lo había olvidado.
No era que olvidara a aquel encuentro con la simpatiquísima muchachita llamada Alice Berry, la cual le había robado un rubor que hasta ahora los disfrutaba; el caso era que ese pastel que había pedido le había descuadrado la memoria.
Empezó a caminar en círculos, no tenía ni la más mínima idea de la hora en que vendría la querida pequeña.
En ese preciso momento creyó recordar que Ciel se había ido por unos asuntos privados junto con Sebastián. La mansión estaba desolada de no ser por los sirvientes.
"Agni"
Pero este al parecer le había dejado tener una siesta bastante privada aquel día. Tampoco es que le necesitase en ese preciso instante. Caminó por los pasillos, alejándose de la anterior habitación mientras se arreglaba sus suntuosas ropas. Por esa vez llevaba un atuendo anaranjado, mientras oía un par de conversaciones de algunos sirvientes decidió pasarse por una de las salas de estar.

—¿Crees que debamos abrirle? —pronunció una voz veterana.

—No estoy muy segura, pero no recuerdo que el señor haya anunciado la llegada de esto… —replicó la otra un poco más joven.

—Seguramente se habrá equivocado, al menos nosotros no estábamos informados.

—Es una pena, reconociendo que esa jovencita es tan…

Extendió sus sentidos lo que más que pudo, una voz dentro de su mente simple le decía que debía hacer más caso.

—Ah, mira lleva una pequeña caja, hum.

No fue necesario darle otro aviso al príncipe para que se levantara y corriera hacia donde esas voces le torturaban la conciencia.

"Exagerado"
Para cuando llegó se quedó en pieza ante la escena, una de las sirvientas estaba mirando sobre una diminutiva ventanilla de luz para captar algo que pudiera pasar afuera, añadiéndole que estaba en la parte más alta de la puerta.
Vio que se alzaba de puntillas sobre un par de hombros, esos hombros correspondían al cuerpo de otro de los empleados que miraba hacia arriba tratando de pensar porque estaba haciendo aquello. Los pies de este estaban encima de otros hombros que le sujetaba con unos brazos tan debiluchos que se sospechaba la próxima caída de los tres.
"¿?"

—¿Qué se supone que hacen ahí? —dijo la exigente voz de Soma.

Pasó unos breves segundos para darse cuenta que no debió haber hecho eso, porque los tres cayeron estrepitosamente desparramándose sobre el piso. Adoloridos.
Como después reaccionó con una risa burlona, decidió abrir por sí mismo la puerta, esperando ver lo que quería. Cerró los ojos al abrir completamente la puerta.

—Mansión Phantomhive, el señor Soma se presenta ante usted. —proclamó evitando la risa que quería escapársele de los labios.

Abrió los párpados mientras hacía un gesto con la mano a modo de saludo cordial. Miró a Alice con su pastel, mientras no soportó escapársele una sonrisa. Le guiñó un ojo descaradamente.

—Bienvenida, Alice Berry.

Ofreció la entrada de ella con la mano, invitándole a pasar adentro y abrir aquel contenido del paquete.

Inspiró el aroma que desprendía la llegada de la dulce jovencita, demasiado satisfactorio para ser real.
Mientras seguía con la vista en los pasos de la pequeña que se adentraba, le dio un vistazo hacia afuera. Sin movimiento.
Por aquel instante, le pareció al príncipe que tal vez todo sucedería sin incidentes ya que gracias al grave ejemplo de los sirvientes casi estaba a punto de perder la esperanza.
Sin embargo no le había recordado a la otra persona que debía tener cuidado sino un accidente los pondría a todos en aprietos o por lo menos en una situación nada divertida.
De nada sirvió pensarlo durante unos escasos micras de segundos, nada más la frase de Alice lo dejó tan perplejo que no sentía reaccionar ninguna parte de su cuerpo. Es más a todo eso el joven se sentía como en una hilarante situación donde la lentitud no dejaba de hacerle sentir extraño.

─¡C-Cu-Cui-Cuidado! ─exclamó rompiendo el instante en el que todo giraría de cabeza.

Con todas sus fuerzas, el gran Soma, arrastró su cuerpo para que así sus brazos extendidos hasta lo imaginable sujetaran a la “invitada”. Al diablo con la caja si a cambio de eso le sucediera algo malo. No había otra elección.
En verdad, pudo alcanzarla y sino fuera por unos pocos centímetros iba a ser realmente doloroso que se diera cuenta que algo hubiera ido mal con su cara. Por lo demás el pisar los cuerpos de los sirvientes fue una ayuda que no necesitaría de unas gracias ya que de estos pertenecía la mayor culpa. Así que sobre ellos, en un abrazo casual por evitar la caída se encontraban príncipe y pastelera.
Miró hacia delante para que tanto desastre había realizado el pastel sobre el piso cuando notó que algo iba mal. En lugar de la caja se encontraban unos singulares pies con un singular cuerpo, donde una también singular voz quebró el estresante momento.

─¡Príncipe Soma!, ¡¿Está usted bien?! ─manifestó una preocupada voz que parecía mantener una caja blanca entre sus manos.

Su grandioso mayordomo había podido salvar con suma eficiencia el capricho del joven hindú que ahora soltaba un aire de tranquilidad. Pero cómo había llegado tan rápido, no se lo preguntó ni por asomo. Tal vez no iba al tema con los pensamientos del amo de Agni. Dejó cuidadosamente a un lado a Alice para poder levantarse sólo, mientras que el mayordomo ayudaba a la joven. De ahí que por un rato que el príncipe se arreglara las ropas.

─No, más bien te felicito Agni ─replicó bastante calmado, por fin ─. Has sabido actuar con bastante rapidez, uff.

─Oh~ son demasiadas palabras para mí, amo ─se disculpó este con humildad─. Con haberle servido, me basta.

Ahora, iba la cuestión del pastel. Por alguna razón sentía que era algo solamente entre la pequeña y él.

─Em... esto justamente necesito que te retires, Agni. ─pronunció algo bastante cohibido, no es que quería rechazar al otro─. Necesitaré un poco de privacidad para comerme ese pastel.

─Entonces déjeme al menos partirle y... ¿O prefiere que ellos lo hagan?

"…"

─Hum no, deja a los inútiles ahí. ─dijo sin tomarle mayor interés a ese asunto─. Prefiero que tú lo hagas.

Volteó hacia donde la pastelera ya debía estar en pie. Trató de pensar que utilizando una aterciopelada voz, tal vez podría borrarle todo aquella mala impresión de la mente de la pequeña.

─Disculpa el incidente, ¿Aceptarías mis disculpas y mi invitación, querida? ─le ofreció reclinándose un poco para mirarle atentamente los ojos.

Para entonces Agni ya se había retirado hacia la cocina, ambos se encontraban prácticamente cerca del gran salón.
"Espera un momento... no recuerdo haberle comentado a la pequeña acerca de mi condición.. uh."