~: Cumpliendo la voluntad :~

Había sido acogido bajo el brazo del rey de Francia. Engañado por falsos ideales que profesaba dicho rey el ángel había prestado sus servicios y no pensaba quedarse tranquilo en el palacio esperando que las cosas pasaran.

Sobrevoló la catedral trazando un circulo sobe la misma acercándose al pico más alto del techo sujetándose de la cruz apoyando sus pies en el inclinado tejado contrayendo sus alas contra su cuerpo, estaba algo agitado, había volado desde Francia y necesitaba un poco de descanso. Pese a haber abandonado a su Señor, la catedral siempre era buen lugar para descansar, un lugar donde ninguna criatura se atrevía a molestar a un ángel.

Miró hacia abajo, la catedral era hermosa pese a su destrucción, quizás eso le hiciese más interesante, el paso del tiempo sobre la estructura mostraba como Dios se había abandonado hasta si mismo al no proteger ni dar fe a su propio hogar… No dijo palabras, solo alzó sus alas blancas como la nieve y de un fuerte aleteo se alejó de aquella torre planeando gráacilmente hasta el piso donde solo el sonido del aire movido por sus alas y el tocar de sus pies con el piso anunció su llegada frente a la puerta. Era pasado el mediodía de un sábado, el lugar parecía desierto, nadie rezando, nadie visitando siquiera los alrededores.

A paso cansado ingresó al lugar, vestía botas blancas, pantalones de igual tono, una camisa gris y por encima una chaqueta azul, sus alas se mantenían contra su cuerpo plegadas cubriendo levemente sus brazos, su cabello dorado caía por sus hombros y espalda entre sus alas y cubriéndole parte de un ojo. Caminó hasta el estrado donde alzando su mirada la posó sobre el hijo del Señor crucificado quedándose por unos instantes tranquilo, observando. Aún estaba agitado y el cansancio en el era notorio, tanto en su rostro como en su cuerpo.

Había viajado a Inglaterra por asuntos familiares, un mandato de su padre. Pero tampoco pensaba ser tan buen hijo y cumplir para regresar enseguida, eso no iba con él. Le hubiera gustado que su hermana Marie estuviera allí con él, pero las cosas estaban demasiado tensas como para llevarla con él.

Se paró ante la catedral, admirando la arquitectura. Vestía unos pantalones oscuros y una camisa blanca, con una capa de terciopelo negro cubriendo sus hombros. El cabello, como siempre recogido en coleta cuando salía de palacio, pero cubriendo sus ojos los mechones sueltos.

Entró al edificio, sus pasos seguros resonando en el interior, hasta pararse en medio del pasillo. Se había fijado en la figura que estaba cerca del altar parada. Un ángel. Su sirviente también era uno de ellos, parecía como si empezaran a rodearle. Sonrió con ello, un poco de compañía "celestial" tal vez haría bien para alguien de costumbres tan torcidas como él... Sarcástico.

Los pasos que le presidieron no llamaron su atención, mas si lo hizo la fuerte presencia que emanaba aquel ser inmortal. Giró su rostro apartando su ala al estirarla apenas varios centimetros, varias hebras doradas resvalaron a la inclinación de su cabeza dejando ver sus dos ocelos dorados observandole sin expresión. Solo lo examinó en silencio por algunos segundos hasta que sus labios mostraron una sonrisa, ya le recordaba, le había visto en los cuadros del palacio y le había visto en alguna ocación en ese lugar antes mencionado. Era el hijo del demonio... aunque era extraño que no tuviesen parecido y más extraño aún que haya entregado su vida de demonio para ser un inmortal atado a la sangre de otos para sobrevivir, pero no cuestionaba...

Su sonrisa fue dulce, como cuando una madre sonríe a un hijo Mon Prince fue un tono jovial el que utilizó para con el menor mientras su cuerpo se giraba a el dando una reverencia doblando su cintura llevando su mano al corazón. Sus alas se extendieron levemente ante la inclinación al igual que su cabello al caer en forma de abanico a ambos lados de su cabeza dandole una imagen magestuosa e irreal.

Se quedó mirando al ángel con una sonrisa de lado, mirándole de arriba a abajo. Parecía conocerle, él en cambio no le había visto nunca. Pensó si sería otro de los caprichos de sus "padres", un buen par de demonios.

-Buenas noches, cherrie. - Susurró con la misma sonrisa, dando un par de pasos más para acercarse un poco. - Pareces conocerme... - preguntó con un mohín curioso que no iba con él, el príncipe travieso.

No enderezó su cuerpo, si no que solo levantó su cabeza para mirarle desde abajo sin ocultar su molestia en su seño fruncido al ser tratado por una fémina Trabajo para la voluntad e ideales de su padre. Pasé poco tiempo en el palacio antes de salir a estas tierras explicó volviendo a bajar su mirada al piso. Hasta que no se le ordenase que se levantara no lo haría, había jurado lealtad al demonio y por ende también a la sangre del mismo… aunque si descubría que el príncipe era adoptado su actitud cambiaría. Algunos ideales de la religión que profetizaba años atrás aún las tenía arraigadas a lo más profundo de su ser.

Dibujó una sonrisa divertida.

-Sí, los ideales de mi padre son un tanto extraños... - susurró caminando, pasando por el lado del ángel y caminando más cerca del altar.

Alzó los ojos a la vitrina de colores que coronaba la pared, ladeando un poco la cabeza para apreciarla mejor. Hacía mucho tiempo que había dejado de rezarle a un dios. Podía sentir su presencia, pero había perdido tantas cosas, como su humanidad, que no quedaba nada de él que pudiera perdonarle a ese dios. Y estaba seguro que era mutuo, pues nunca dejarían entrar en el reino de los cielos a un monstruo como él.

Apretó los dientes, maldiciendo el día que aquél vampiro despiadado trató de asesinarle, convirtiéndole en lo que era.

Se volteó a ver al ángel, dibujando de nuevo una sonrisa. Era el rey de las máscaras.

-Espero que mi padre no sea demasiado duro contigo... - susurró.

Escuchó los pasos del príncipe pasar a su lado y alejarse por su espalda, consideraba que ya sería oportuno enderezase y así lo hizo volviendo a recoger sus alas contra su espalda. El comentario hacia el demonio que suponía era el padre del castaño le hizo fruncir el seño, no era extraño para él el ideal de unificar una raza para convivir en una tierra carente de humanos y otras razas que no desearan la paz entre ellos… o por lo menos era lo que el demonio le había dicho que era su ideal, fuese verdad o no.

Se volteó para seguirle con la mirada en silencio dejando que los pasos ajenos llenasen el ambiente en un eco y ritmo parejo y pasmoso. Pese a la excelente mascara del vampiro el ángel pudo ver el resentimiento en sus ojos, resentimiento que él mal interpretó pensando que iba dirigido al demonio que él servía, más aún comprobándolo al escuchar el siguiente comentario del príncipe.

Bajó su mirada No se preocupe, su padre me ha tratado muy bien. Mejor de lo que nadie lo ha hecho nunca. respondió cortés y educado, en un tono serio pero sus palabras podrían ser fácilmente malinterpretadas para una mente corrupta, y más si conocían al demonio platinado y la fama que se hacía… o que por lo menos su hermano, “la reina”, le daba.

Alzó una ceja ante la respuesta. Prefirió no preguntar acerca del "trato" que su padre le había dado. Era de conocimiento general en palacio que su padre aprovechaba su poder para ciertos... placeres. Él no era muy distinto. Sonrió para sus adentros.

-Te habrás dado cuenta que mi padre y yo no nos parecemos en nada... - susurró, sin saber bien por qué contaba eso. - Ni siquiera tenemos una buena relación. - Rió, recordando las peleas que solían tener, hasta el punto de hacerse sangre uno al otro.

No está en mi posición juzgar el trato que mantengan usted y su padre aclaró cortés al punto de ser exasperante. Una encantadora sonrisa se formó en su rostro, casi comprensiva mientras paso a paso se acercaba al príncipe de su nueva tierra Es peligroso, mon prince, que haga turismo por Inglaterra, si es sabio seguirá mi consejo y volverá a Francia. Una guerra está por ocurrir y sería una verdadera pena que vuestro padre perdiese por culpa de su hijo al ser apresado por el bando contrario. ¿Entiende usted? se había acercado al punto de quedar frente a frente con el castaño, su mirada dorada se mantenía firme pero apacible con la ajena. Sus labios se separaron y su lengua humedeció estos mismos dándoles un leve brillo.

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