Desembarcando

Sobre uno de los edificios, sentado en el borde, la figura de un hombre estaba sentada con sus piernas colgando al vacío, sus grandes alas blancas estaban semi extendidas dejando una envergadura que llegaría fácil a los 2 metros. Estaba seguro en aquel lugar, los lugareños no alzaban su mirada a los edificios y los nuevos arrivantes podrían confundirlo con parte de la decoración, si no fuese por el traicionero viento que azotaba sus cabellos largos como hebras de oro y sus ropas. Ya hacía un par de días que había llegado a Inglaterra y trás su fría mirada miel su mente seguía buscando como cumplir con los deseos del demonio que le había resguardado bajo su brazo y hablado de tan enigmaticos ideales.

Su mirada viajaba aleatoriamente entre las paersonas hasta ver aquel dulce rostro mirandole directamente, teniendo el sol a uno de sus laterales no le fue dificil diferenciarla del resto viendo sus delicadas ropas, su sombrilla y su maleta. Parecía estar sola... ¿Qué haría una criatura tan pequeña sola entre tanta gente? Su cueriosidad había sido despertada más aún que le habían descubierto.

Se levantó acomodando su larga túnica roja y blanca contrayendo sus alas a su espalda plegandolas tanto como le era posible dejando solo un par de bultos blancos y suaves como la piel de un conejo de las nieves, sobre su espalda callendo hasta que las plumas mas largas eran arrastradas por el piso/techo. Sin perderle de vista hasta último momento se desplazó hasta perderse de vista dejandose caer a un lado del edificio aterrizando sobre sus pies, solo desplegando levemente sus alas volviendolas a plegar al estar sobre tierra firme.

Oculto en un callejón se asomó buscandola nuevamente con la mirada. Eltravieso viento arrastró su cabello provandole la visión y algunas plumas se volaron desprendiendose de sus alas comenzando a danzar en el viento y colarse entre la gente.

Desde la sombras su mirada ambarina se clavaba en los movimientos de aquella pequeña criatura, observó su alrededor y se ocultó aun más retrocediendo algunos pasos, al no ser capaz de ocultar sus alas no le agradaba mostrarse en publico pero algo en aquella damita le llamaba terriblemente la atención. En ella no veía pecados como en todos los demas, pero hasta el momento no había conocido humano que estuviese exento de pecados... pero tampoco veía en ella pureza, ahora que lo pensaba no veía nada en ella. No podía sentirla como a los demás. Este hecho solo reavivó su curiosidad.

Como león enjaulado, ansioso y expectante el pelirrubio se movió en las sombras buscando alguna manera de llamar su atención volviendo a mirarla observando como entre sus dedos tenía una pluma suya. Sonrió a media labia y como si de un murcielago se tratase cerró sus alas entorno a su cuerpo envolviendose en ellas. Tomó entre sus dedos algunas de sus plumas y tiró arrancandolas con una mueca de dolor dejando una a una al viento al asomar su brazo entre sus blancas alas. El viento arrastró una a una las plumas a medida que eran liberadas.