Trabajando

Apenas hacía unas horas que el Sol había caído. Por los pasillos de quel lugar se podía ver la figura de una muchacha, de no más que veinte años de edad como mucho y un corto cabello rojizo casi rosa a excepción de un largo mechón sobresaliente. Sus ropas eran inusuales, por no decir muy extrañas en aquella época y el color rojo claro predominaba en ellas así como el negro, resaltando sus ojos verdes casi negros y sus cabellos anteriormente nombrados. Por raro que pareciese aquella mujer no era una paciente, mucho menos una enfermera encargada del turno de noche aunque sí podía decirse que estaba allí cumpliendo un trabajo. En sus manos portaba un pequeño libro, semejante a un cuaderno de bolsillo de color marrón ajado y sujeto apenas por su mano diestra.

- Alexandra Cauren, 1883, 13 de Abril a las 4:32 de la mañana... -murmuró para sí misma repasando el nombre de la lista mientras se dirijía a la sala cuyo número correspondía con el de la mujer que debía morir aquella noche.

No le hacía gracia tener que matar a una anciana, pero bueno, era su trabajo y de todas formas su vida ya pendía de un hilo por su gran edad. Entró silenciosa en la habitación observando como la mujer dormía en la cama, conectada a varios aparatos que la mantenían aún con vida. Bueno, en realidad solo su cuerpo pues su mente hacía ya mucho que había dejado de funcionar a pesar de que los médicos no lo vieran así. Eso no podía ni considerarse asesinato aunque la muerte de la anciana no fuera ejecutada por una shinigami pues tan solo su alma se resignaba a abandonar un cuerpo casi podrido. Su mano zurda se abrió y, mientras ella no despegaba la vista de su cuaderno, en dicha mano se materializó una bella guadaña, adornada con algunos ornamentos y orbes semejantes a delicados zafiros o, incluso, a diamantes por su extraño color blanco-azulado. No parecía haber nadie despierto en aquel lugar por lo que su trabajo sería rápido, pero... ¿Quién sabe si no había alguien cerca u observando sin intervenir?

El silencio inundaba el hospital a aquellas horas, después de todo, fuera de los pacientes, el guardia y una que otra enfermera, la mayoría de personas que laboraban en aquel sitio, huían lo más pronto posible, como si el dolor de los enfermos pudiese infectarlos, el lugar estaba desolado, los largos pasillos comenzaban a ser iluminados por la pálida luz de luna que se filtraba con delicadeza por las ventanas. El sonido de unos tacones rompía aquella quietud, la mujer que los portaba era la doctora que aquel día debería hacer guardia. Sus ojos rojos se encontraban fijos en la hoja de un expediente que realmente le había de cierto modo llamado la atención más que otros, cambió la hoja pare revisar la información de la anciana a la que debía revisar en aquel momento.

Tocó a la puerta del cuarto antes de abrirla, sabía que no recibiría respuesta alguna de la paciente que ahí se encontraba, sin embargo era un gesto del cual simplemente no podía deshacerse. Abrió tras esto la puerta con la mirada aún fija en los informes, fue cuando alzó el rostro que se percató de la presencia de la extraña joven, el rostro de la mujer mostró enojo y desconcierto a la vez.

-¿Quién demonios es usted?- Preguntó con voz autoritaria. -¿Qué hace aquí?

El sonido de unos pasos suaves en el pasillo la alertó, pero algo tarde ya que alguien había llamado a la puerta y había entrado tras no recibir respuesta alguna. Cuando la madera se movió pudo ver perfectamente a una mujer de cortos cabellso rojos, ojos de igual color y bata blanca, bajo la cual también parecían haber ropas de semejante dicha tonalidad de intenso y vivaz carmesí.

Volteó su mirada a la mujer sin prestarle mucha antención hasta que la reconoció. Will le habló de ella al informarle sobre el shinigmai Grell, shinigami por el cual había sido enviada a Londres además de por las víctimas que debía "juzgar".

- Eso no te concierne -respondió con voz imparcial dejando vagar su mirada, ahora de un amarillo casi dorado de notable intensidad y que semejaba brillar con luz propia.

Era seguro que la mujer reconocería ese colo de ojos aunque a Sandari le daba igual que lo hiciera o no. Tenía pensado terminar su trabajo en aquel hospital y si tenía que pasar sobre la pelirroja, así lo haría. De todas formas ella debería estar muerta, y eso despertó parte del interés de la shinigami, interés que no mostró en ningún momento.

Frunció el entrecejo, molesta ante aquella forma impertinente en que le había respondido la joven. Notó sin dificultad aquel brillo en sus ojos, recordando la primera vez que había apreciado ese color, había sentido un gran temor al poder haber percibido su muerte tan próxima. Sin embargo ahora no le causaba ningún sentimiento de aquella índole, cerró la puerta para que de ese modo, evitar que alguna enfermera o paciente se enterara de lo que ocurría en aquella habitacion.

-Es de mi incumbencia puesto que esa mujer queramos o no es uno de nuestros pacientes- Respondió mientras cruzaba sus brazos a la altura de su pecho, mirando con atención a la shinigami.- Y por lo mismo se supone que debería asegurarme de que no fallezca.

Tras aquellas palabras encogió sus hombros, para después caminar hasta ponerse del lado contrario de la cama al que se encontraba la joven, posando sus orbes rojizas sobre la anciana que se mantenía inconsciente de lo que ocurría en aquel momento. La pelirroja tomó con cuidado la muñeca de la mujer midiendo el débil pulso que se negaba a abandonar aquel cuerpo.

-Pero es tu trabajo ¿no es así? -La mujer encogió los hombros soltando la fragil muñeca- Así que sería tonto de mi parte intentar detenerte aunque se suponga que deba evitar que la señora muera.

Poco o nada le importó la leve y casi nula reacción de Madamme Red ante la "revelación" de su identidad, en cierto modo se lo esperaba. Cuando ella cerró la puerta sus ojos voltearon a esta para volver a posarse sobre la anciana que, por mucho que hicieran los médicos del lugar, no despertaría.

- Esa mujer hace ya mucho que está muerta... -comentó en un murmullo sin importarle el resto de palabras dichas por la mujer de cortos cabellos.

- Da igual cuanto hagas o cuanto quieras que despierte, ya ha vivido suficiente -fuero sus últimas palabras antes de empuñar la guadaña que portaba en su mano zurda y guardar el negro cuadernillo de su diestra.

Estaba dispuesta a "asesinar" a aquella mujer y, si la pelirroja se interponía, sería lo último que haría aunque, en cierto modo, la shiigami estaría rompiendo las reglas al matar a alguien que no estaba en su lista. Un daño colateral a su parecer y, por tanto, no tan grave como otros pensarían.

Un certero y rápido movimiento fue el que hizo que el filo de aquella arma blanco-azulada se incrustase en el pecho de la paciente. Por extraó que pareciesde, no hubo herida alguna, simplemente pareció haber traspasado la carne sin dañarla. Al retirar dicha arma seguida de esta salió el Cinematic Record de la vida de aquella mujer.

Tal y como había dicho Sandari la anciana había vivido más de la cuenta aunque no pudiera moverse. Se podían ver y escuchar sus pensamientos de toda su vida, incluso de la estapa en que se mantenía en ese estado de trance, o coma como se solía llamar.

Ante aquellos recuerdos llenos de alegrías y tristezas de una larga vida el veredicto de la shinigami estaba más que claro. El alma de Alexandra Cauren debía abandonar su cuerpo por las buenas, o las malas.

Escuchó las palabras de la Shinigami, era cierto esa mujer se podría considerar muerta desde hace mucho, pero para fortuna o desgracia de ella, mientras estuviera ahí se tendría que hacer lo posible por mantenerla "viva" esperando ver si ella despertaba de aquel letargo en algún momento, cosa que en su parecer dudaba, debido a los pocos casos que había visto que se parecieran al de la Señora Cauren y los cuales tarde o temprano terminaban en la inevitable muerte del paciente.

Cuando vio como preparaba su guadaña algo dentro de ella la hizo hacer un ademan para intentar detener a la joven, sin embargo su raciocinio la hizo detenerse antes de cometer algo que consideraba por demás estúpido, cerró sus ojos intentando controlarse, respirando hondo, cuando abrió los ojos pudo observar apenas los últimos fragmentos del Cinematic Record, no hubo nada nuevo para ella, sólo estaban las imagenes de su estadía en el lugar.

Una mueca de desagrado se dibujo en el rostro de la mujer, pero no hizo más que anotar en el expediente de la mujer la hora del deceso, era lo bueno en ese tipo de enfermedades, ella no tendría que explicar lo que todos imaginaban que sucedería tarde o temprano.

-¿Tienes otra víctima más aquí?- Preguntó con un tono irónico, mientras tomaba la sabana para cubrir el rostro de la anciana -Porque no quiero andar dando vueltas inútiles más tarde para encontrar más muertos.

No se inmutó cuando vio la reacción de Madamme, si pensaba detenerla se llevaría su vida sin reparo alguno. Después de todo esa mujer también llevaba viva mucho más de lo que había dictado su sentencia.

Tras ver el Cinematic Record hasta el final volvió a clavar su guadaña en el pecho de la mujer para "matar" su alma y culminar su tarea en el lugar.

Sin movimiento alguno el arma volvió a desaparecer, haciendo que los ojos de la joven se volvieran nuevamente del color negro verdoso que poseían.

No respondió a la médico, no tenía intenciones de contestar sus preguntas y su silencio le parecía respuesta suficiente.

Tras dirijirle una última mirada a la pelirroja le dio la espalda, dispuesta a salir del cuarto mientras la inesperada doctora anotaba la fecha y hora de defunción, datos que la shinigami ya tenía en su cuaderno.

Cuando no obtuvo respuesta frunció el entrecejo molesta, odiaba que la ignoraran, quizá fuera por la educación que había recibido o quizá porque al final de cuenta simplemente se había acostumbrado a no pasar desapercibida, cuando hubo terminado de escribir rodeó la cama y se acercó con pasos apresurados a la joven que abandonaba la habitación y la tomó del brazo.

-Cuando se pregunta algo lo correcto es contestar aunque no sea precisamente con la respuesta correcta.

Su voz mostraba molestia, soltó el brazo de la shinigami, cerró los ojos y se masajeó la sien en un gesto de cansancio y enojo, alzó la mirada para posar sus ojos en los de la joven.

-Así que ¿Tienes otra víctima, si o no? -Preguntó de nueva cuenta intentando mostrar calma, cosa algo difícil debido a su carácter explosivo.

En cuanto sintió la cercanía de la mujer ya había alcanzado el pomo de la puerta y giró su rostro con una expresión molesta y fría otorgada por su entrecejo fruncido entre otras cosas.

Una gélida mirada iba dirijida desde sus orbes, nuevamente dorados, hacia la mujer de cortos cabellos. Había osado tomarla del brazo y ese mismo gesto podría haberla hecho perder el brazo, pero por suerte para ella la shinigami supo contenerse y dicha extremidad no fue cortada. Todavía...

- No me importan vuestras normas de cortesía -dijo con igual frialdad que delataba en su mirada, no le importaba guardar las apariencias con una "simple humana".

Recuperó una postura recta cuando la mujer soltó su brazo aunque su mano zurda, la contraria a la que había sido agarrada, seguía puesta sobre el picaporte de la puerta, dispuesta a girarlo pero sin hacerlo.

- ¿Por qué debería responderte? -preguntó sin interés alguno, tampoco por curiosidad, más bien por saber la razón por la cual Madame la retenía.