En una noche fresca, como tantas otras, se encontraba recostada sobre su cama, sencillamente vestida con un camisón de seda. Las inmensas ventanas de su habitación se encontraban parcialmente abiertas, dejando entrar la suave brisa que recorría cada centímetro de su piel, de la manera más sutil y lánguida. Unos minutos más tarde, se puso de pie. Caminó hacia una de las ventanas, encontrándose el diván más cercano a la misma; sentóse allí y mientras observaba la noche, azulada sonrió.
Era tiempo de abrirse un poco más a su gente, dejarse ver más.
- Creo que ya es hora de divertirse un poco. Ha pasado tanto... - Pensó para sí.
Entre divagaciones, y nuevos proyector porvenir, sintió el suave roce de sus ropas estremecer su piel poco a poco, sonriéndose un poco más. Quien la viera, pensaría que está loca, que ya está demente. Pero no, no era así.
¡Es hora de comenzar el espectáculo...!