Prisionero real~

Bajando tras de su hermano paso a paso hicieron eco en el lugar hasta llegar a el respondiendo su sonrisa con la propia, siguió avanzando arrinconándolo hasta que la espalda del pelilargo dio contra los barrotes de una de las celdas. El lugar era realmente lúgubre y húmedo, el olor a muerte se mezclaba suavemente en el aire. A las voces de los hermanos y el movimiento pareció despertar el lugar, movimiento en celdas contiguas, posibles prisioneros agonizando en sus olvidadas celdas.

Ambas manos del peliplata se posaron a ambos lados del cuerpo de su hermano cerrándole salidas - Sabes que esa no es amenaza. Bien sabes que puedo arrancarte tu verdadera forma. Hay cosas que solo en esta forma puedes soportar… - sus labios hablaron casi contra los ajenos, su mirada se posaba firme en la ajena.

Ya podía mover su brazo sin dolor, por lo que la suave capa de hielo fue deshaciéndose para terminar en frías gotas de agua. Sintió su espalda chocar contra los barrotes de la celda y se esforzó para mirar más allá, la luz era casi nula aunque podía ver claramente a su hermano gracias a sus ojos, y porque lo conocía a la perfección.

Elevó el rostro hacia el suyo cuando se vió acorralado, y al escuchar aquellas palabras su colmillo mordió su labio inferior con deseo, sabía perfectamente a qué se refería. Sus manos se aferraron a las caderas de su hermano y le obligó a ondular estas contra las propias que se curvaron por igual, frotando ambos miembros a través de la ropa.

- ¿Cosas como esta, hermano?

Adelantó sus caderas para intensificar el roce al movimiento de las ajenas, las rejas sonaron metálicas al ser presionado, empujado contra estas por el cuerpo macizo del peliplata - Es un comienzo… - murmuró contra sus labios antes de besarlos superficialmente, solo probándolos separándose, relamiéndolos probando la sangre ajena - …eres mi vicio, Zyon – murmuró volviendo a besarle con más intensidad buscando abrir sus labios con los propios.

Sonrió satisfecho y aferró sus propios labios contra los suyos para comenzar a besarle, ya hacía algunos días que no probaba los labios de su hermano y ya iba perdiendo la paciencia, amaba demasiado el sabor y aroma de su boca, a la cual no pidió permiso para entrar con su propia lengua para acariciar la ajena.

Sus manos le tomaron de los hombros y le giraron para cambiar de sitio, ahora colocándole a él contra la celda, sin embargo aquello sólo fue para sujetarse de los barrotes y elevar el cuerpo con sólo la fuerza de sus brazos, abrazándole las caderas con las piernas y con la ayuda de los barrotes comenzó a moverse su vientre contra su pelvis suavemente, tratando de impedir que sus labios se separaran de los suyos pero sólo consiguió mantener contacto con su lengua por fuera de su boca, tan salvaje y deseoso como si fuese su último día en la tierra. Alcanzó a murmurar entre algunos jadeos.

- Alastor, te amo .. Perdóname, no me dejes..

Descansó su cuerpo contra las rejas apoyando toda su espalda librando sus manos para sujetar a su hermano por la cadera intensificando el roce contra la propia arrancándole un gemido de sus labios - Aam… Je t'aime Zyon… nunca te dejaría… - respondió entre sus salvajes besos saboreando su boca como tanto deseaba, bebiendo ese elixir directo de su fuente. Sus manos le recorrieron tomándole por sus nalgas para sostenerle. Su virilidad tomaba volumen a cada roce y su deseo se acentuaba con el salvajismo de su hermano, victima de sus deseos y esclavo de las pasiones del rey y “esposa”.

Terminó por rodear el cuello de su amado con ambos brazos y colocar la frente en contra de la suya, la exquisita cortina de cabllos plata caían sobre los hombros de ambos en una suave cascada, si hubiese luz en ese entonces habría brillado en aquel tono.

En ese momento recordó porqué le había traído ahí y lentamente bajó de su cuerpo, llevando una mano a la cerradura de la celda para abrirla y tomando uno de los barrotes comenzó a entrar en esta, con una sonrisa cómplice.

-.. Sin embargo lo que hice fue imperdonable.. Y meresco que me castiques..

Sus manos desbotonaron la rasgada camisa negra y al retroceder los brazos esta cayó al suelo, exibiendo su porceláneo torso blanco, inmaculado y con una piel tan cremosa que daba la impresión de poder moldearla con los dedos.

Sonrió siguiéndole al interior de la celda cerrándola a su espalda. Su mirada se centró en la piel del otro, jadeó en deseo pero sus palabras despertaban su sadismo. Esta mirada se posó en su alrededor más precisamente en la pared, donde colgaban cadenas y candados, incluso algunos elementos de tortura, sencillamente aquello no era un hotel romántico.

Sin dejarle terminar de quitarse la ropa le tomó por las muñecas, rodeándolo por su espalda empujándolo hacia la pared - Tienes razón, haz sido un mal rey, y un muy mal hermano… Te vas sin avisar, masacras sin control… aunque por ello debería recompensarte… aunque no lo disfrutarías tanto, ¿no es así? – rió suavemente, una risa complice y sadica dejando ver sus colmillos mientras alzaba las manos de su hermano sobre su cabeza sujetándolas con una sola mano a la vez que la otra tomaba una de las cadenas tirando de ella hasta que trancó mostrando toda su longitud amarrando ambas muñecas fuertemente con ella cerrándola con un candado bastante exagerado.

Se apartó de su hermano acariciando su espalda apenas rozando sus dedos por ella viendo sus músculos tensados por la posición estirada, casi colgando de aquellas cadenas, jugó con sus cabellos apartándolos a un lado - Magnifique- murmuró aún con aquella sádica sonrisa en sus labios.

Se quedó con los brazos muy alzados y con las muñecas atadas encima de su cabeza, su cuerpo estirado resaltaba su ejercitada musculatura y la estrecha cintura de su cuerpo masculino, que a pesar de sus hombros anchos todavía pasaba por un cuerpo andrógino y fémino.

Aquella postura le excitaba aún más que acorralándolo en los barrotes, el hecho de estar completamente a su merced hacía crecer su erección y sus pómulos por primera vez mostraron un suave sonrojo en contraste con toda su piel blanca que pedía a gritos las caricias de su hermano.

Sentía su mirada sobre su cuerpo y eso le gustaba aún más, cerró los ojos y emitió un suspiro preparándose para lo que venía, pues sabía de plano que su hermano no se iba a contener en ninguno de los castigos que le aplicaría.

- Mi cuerpo es tuyo, mon amour.. Hazle todo lo que desees..

Aquella entrega le hizo temblar de excitación. Separó sus dedos del cuerpo ajeno y de los mismo dejó que la punta de estos se desgarrase brotando la extensión de sus huesos a modo de garras. Algunas gotas de sangre cayeron al piso e hincándose delineó con estas las perfectas nalgas de su hermano, la ropa simplemente se rasgaba al filo de las mismas y finos caminos rojos quedaban en la blanquecina piel - Quiero que grites para mi… quiero llegar al punto donde tus gemidos se pierdan entre tus gritos, mon amour – murmuró con un jadeo ayudando a la tela a romperse desnudándolo por completo a excepción de los pies. El cautivo podría escuchar como su hermano se levantaba y sus pasos se alejaban. Posteriormente el sonido de la puerta abrirse y cerrarse. Al parecer su hermano se había ido.

Ahogó un gemido cuando sus dedos zurcaron sus nalgad con suaves hilos rojos, que llegaron a emanar pequeñas gotas de sangre, gracias a ello su cuerpo se estremeció lo suficiente para agitarlo y hacer tintinear las cadenas que le sujetaban. Después sus manos se deshicieron de los pantalones ya desgarrados, aquellos que cayeron a sus pies y los que se encargó de lanzar lejos al moverlos, al igual que los zapatos que portaba en ese instante.

Si hubiese luz su hermano se podría haber dado cuenta de cómo su erección se encontraba latente, no podía dejar de excitarse con cada maltrato suyo, y es que era tan masoquista.. Cuando escuchó que su hermano se marchaba realmente comenzó a sentir una leve preocupación, el dolor iba a comenzar, pero .. ¿Porqué se encontraba sonriendo tan complacido en ese momento?

Al cabo de unos segundos sus pasos se volvieron audibles nuevamente, el sonido de algo metálico siendo arrastrado hizo eco en el lugar, el abrir y pronto cerrar de la puerta le interrumpió, enseguida el pasar de la llave. Solo los pasos se dirigieron a la esquina de la mazmorra, la débil llama del candelabro que se encendió alumbró el frío lugar dejando en una penumbra, el juego de sombras por la luz anaranjada del fuego que costosamente se mantenía danzando sobre la vela mostraba la piel de porcelana de su hermano, solo irrumpida por los hilos carmesí en sus nalgas y piernas.

Interminables segundos pasaron antes que se escuchara un corto silbido del aire siendo cortado y el chasquido del látigo al impactar cruelmente contra la espalda del menor, un golpe furioso, sin piedad cortó la delicada piel de porcelana quemándole por la fricción del fino cuero trenzado.

Cerró sus ojos cuando la débil llama interrumpió su perfecta oscuridad, antes cómodo en ella pero sin duda prohibiéndole de un espectáculo del cual iba a ser el protagonista, por lo cual consideró justo que se creara algo de iluminación en el lugar, sin embargo cerrar sus ojos fue su error, puesto que no pudo prepararse para la llega del fuerte lágico que le arráncó un largo grito de dolor que le dejó boquiabierto, apretando sus ojos más fuerte que antes.

Su cuerpo tembló ante el fuerte impacto de dolor, el cual partió su carne y ahora le hácía sangrar, no sabía cómo todávía continuaba sonriendo ante el palpitante dolor que le hacía estallar la cabeza en dolor, a pesar de ello su virilidad seguía erecta y su rostro parecía ciertamente.. complacido.

La llama de la vela sobre el candelabro temblaba jugando con las sombras desfigurando de a momentos la silueta del rostro del mayor en la cual se mostraba una sonrisa de placer. Un estremecimiento exquisito recorrió su cuerpo al escuchar tan placentero grito de dolor, el látigo serpenteó en el piso de piedra húmedo al ser atraído hacia la ubicación del platinado mayor. Su mirada entrecerrada no podía despegarse de la espalda del menor, tan deliciosamente marcada y atravesada por finas hebras plata que se escurría de su hombro por la sacudida del azote.

Jadeó apretando con su agarre el látigo dándose un par de segundo para disfrutar de la visión de la espalda blanquecina de su hermano surcada por aquella marca rubí - Hermoso, mon amour – murmuró sacudiendo al látigo para golpear el piso y enseguida volver a arremeter contra la inmaculada piel de porcelana de su hermano, esta vez a sus bien formadas nalgas. Cada golpe del látigo, cada grito de su hermano le excitaba en cuerpo y mente, simplemente era delicioso, no tenía palabras para describirlo aunque lo deseara.

Inclinó con suavidad la cabeza para tomar aire, aunque su vista seguía activa en el entorno y pudo notar el bailar de la flama, la cual alumbraba su cuerpo perfectamente, incluso ocasionaba que su cabellera plateada destellara gracias a su lustroso tono, hasta hizo más evidente la herida en su espalda, que como reflejo de su cuerpo se iba cerrando poco a poco dejando sólo algunas gotas correr por su piel de porcelana.

El siguiente golpe en su trasero no fue tan doloros como en la espalda aunque igual le hizo gritar con fuerza, pero este le excitó aún más, haciendo arder su miembro erecto que rogaba tieso por algo de atención, este incluso tembló con el azote sobre sus nalgas ahora rojas, emitiendo diminutas gotas de sangre que se perdieron entre sus gluteos y bajaron hasta sus muslos. Su rostro enrojecido miró a su hermano mayor sediento de más.

- Mira como me pones, hermano.. Mi cuerpo te desea mucho más..

Dirigió la mirada al rostro de su hermano, tan hermoso, pero le faltaba lo que él ansiaba, aquello tan difícil de conseguir en el rostro de un demonio por más delicado y fémino que este fuera; lágrimas. El simple pensar e imaginar de aquel rostro sonrojado y azules ojos inundados y cristalizados, sus mejillas de rosada porcelana surcadas por aquellas gotas saladas expresión más pura del desborde del dolor y quiebre de resistencia, solo la mera idea le ponía la piel de gallina y sentía como ardía su interior de deseo.

Se acercó, paso a paso arrastrando el látigo dejando que este hiciese aquel sonido áspero, suave y agudo contra la roca del piso hasta que sus dedos alcanzaron a delinear las marcas que lentamente desaparecían de aquella piel como porcelana, a una velocidad retadora, casi burlesca para el platinado, como si le retase dejar su espalda cubierta de cicatrices que simplemente desaparecerían. Sus propias garras, nunca ocultas, se hundieron en la carne de su hermano, aquellas garras de hueso, tan afiladas como cuchillas se clavaron destajando la piel abriendo 4 caminos desde el omoplato hasta la cintura dejando gotear la sangre por sus nalgas hasta sus piernas. Su mano derecha, la cual aún sostenía el látigo por el mango se adelantó acariciando la cintura y vientre atrayéndolo hacia él para evitar que arqueara su espalda a la agresión, la caída del cuero trenzado rozó el miembro deseoso por atención del menor - ¿Qué deseas? – le murmuró casi en su oído en un tono lúgubre y ronco dejando trasparente su deseo.

Abrió los labios emitiendo un grito que pronto se convirtió en un gemido y cayó en el silencio, las garras arrastrando su piel habían hecho temblar todo el cuerpo del demonio, incluso haciendo tintinear las cadenas que le sujetaban y que ya comenzaban a lastimar sus muñecas, después se sumó a la sensación el contacto del cuerpo ajeno contra el propio, completamente carente de defensa y a su completa merced, ahora el caer del cuero sobre su miembro le había despertado una sensación más anhelante que hizo enrojecer a todo su rostro que se mostraba adolorido por el acto de sus garras.

- Torpe, a un prisionero nunca se le pregunta ello..

Murmuró con una glacial sonrisa, donde sus labios viajaron hasta su mejilla y lamió esta desde su mentón a su pómulo, incluso mordió con suavidad haciendo uso de sus colmillos que rasgaron la piel en un coqueto atrevimiento.

- .. Pero si su majestad tiene piedad con esta pobre alma en pena, le pido .. No, le suplico .. que me toque..

Una ronca risa llenó el lugar al sentir su piel rasgarse por el colmillo ajeno y acto seguido la mejilla de su hermano fue golpeada por el reverso del mango de látigo el cual era de madera forrada en cuero - ¿Y tu crees que por que me lo digas te lo daré? – sus garras acariciaron por la base de su espalda llegando a sus nalgas acariciando el interior de ellas con su garra media apenas rozando su entrada en aquel juego peligroso, llegando al límite de lo permitido. Pero enseguida le soltó apartándose algunos pasos . Suplícame, mon amour – le murmuró tomándole de la cintura para voltearlo, dejándole de espaldas a la pared. Usando el mango de su latido delineó la silueta de su cuello siguiendo por su hombro para apartar las hebras de plata que parecían brillar con vida propia por la débil luz de la llama. Sus garras acariciaron el pecho inmaculado, tal terso y pálido como la piel de un vampiro, aquellas curvas sin interrupción de músculos o vellosidades, tan perfecto, tan engañosamente puro… se detuvo al llegar a su vientre y bajó su mirada. El mango del látigo, que sostenía sus cabellos, le dejaron libres para volver a su cuello y levantar su mentón con el mismo para que le viese a la vez que el mismo levantaba su mirada.

- ¿Sabes…? Eres un buen prisionero… quizás si deba complacerte… - como si de la punta de una daga se tratase la garra blanquecina de su dedo índice recorrió desde la base por todo el tronco del miembro de su hermano dejando un fino hilo carmesí en su camino al rasgar la delicada piel deteniéndose antes de llegar al glande. Miraba directamente a sus ojos, la pared no le permitía retroceder y el látigo no le dejaba desviar su mirada azulina de la sádica mirada de su hermano quien le miraba expectante buscando ver como el dolor deformaba tan delicado rostro.

Su cuerpo se sacudió en un fuerte temblor cuando sus garras osaron pasear entre sus nalgas, las cuales todavía derramaban ciertas gotas de sangre. Obedeció en el instante en el que su mentón fue levantado y como si se tratara de un muchacho sumiso contempló los ojos de su hermoso Rey, detalló su boca con la mirada e incluso estuvo a punto de robarle un beso para ganarse algunos azotes más, pero se contuvo en el instante en el que sus garras lastimaban la sensible carne de su miembro hinchado, lo que le hizo emitir un fuerte grito de agudo dolor que sacudió sus piernas con cierta brusquedad.

- D-duele..

Alcanzó a murmurar, ciertamente nunca había experimentado dolor en esa zona por lo que resultó ser bastante vulnerable a tal hecho, haciéndole apretar los ojos como si sintiera dentro de sus oídos un chillido muy agudo, pero a pesar de todo su miembro seguía erecto y potente, todavía deseaba a su dueño, su rey.

Su respiración se aceleró y entre sus labios entreabiertos dejaba escapar su aliento a modo de jadeos por los gritos de su hermano. Tenía que contenerse de cerrar sus garras en torno a aquel hinchado miembro para arrancarle más gritos, sabía que si no se controlaba terminaría destrozándole y posiblemente acabando con su vida. Su propio miembro le dolía por la presión de su erección apresada en su ropa, su cuerpo entero parecía sensible de más, cada sonido le erizaba, más si provenía de la garganta de su hermano, cada roce, incluso de la ropa al moverse el mismo le hacía erizarse, incluso juraba sentir el calor de la vela en la delicada piel de su nuca.

El reverso del mango de su látigo acarició el cuello blanquecino mientras bajaba pasando por su pecho hasta su miembro donde alejó su mano mirando como el hilo carmesí adornaba tan deliciosa porción de carne, tan delicada y nívea como el resto del cuerpo de su hermano - Quizás prefieras otra clase de caricias, mon conjoint – murmuró observando como el comienzo del látigo, la parte más gruesa de su cola de cuero trenzada acariciaba el rígido miembro de su hermano y pasándolo por su alrededor le envolvió en un simple lazo el cual corría cuando el demonio tiraba del rozando con su áspera superficie el tronco de la virilidad del menor.

El frío de la pared ahora le estaba causando un cosquilleo exquisito en la espalda, cuyas heridas ya habían sanado pero que sin embargo habían dejado unas leves marcas que tardarían en desaparecer, puesto que habían sido profundas. El verdadero martirio nació cuando el látigo se envolvió en torno a su grueso miembro hinchado y empezó a ser estimulado de una forma tan creativa.

- Ahh.. Ahí .. Sí ...

Mordió su propio labio inferior tan fuerte que algunas gotas aparecieron entre las heridas provocadas por el mismo, y es que recibir consuelo en tan creciente ansiedad le provocaba un éxtasis infinito, pero todavía deseaba más, deseaba acariciar el cuerpo de su hermano y que él le acariciara, que le hiciera suyo como muchas noches atrás.

Por ahora se consolaba con el cuerp en torno a su órgano donde deseaba cooperar, por lo que elevó una de sus curveadas piernas hasta que la planta del pie tocó la pared, teniendo aquel apoyo con su pierna muy abierta no sólo movía las caderas para estimularse, si no que le mostraba a su hermano un espectáculo con mejor ángulo y amplia vista.

Su dedo índice se posó en el lazo apretando la presión dejando quieta su mano para permitir que el mismo se diera el placer que buscaba. Si mirada seguía fija en el rostro de su hermano - ¿Así, mon amour? – murmuró contra sus labios asomando su lengua para lamer el hilo de sangre que se dibujaba sobre su piel empujándole con sus labios para besarle.

Un sonido un tanto húmedo se escuchó en su mano al ocultar sus garras, sus dedos se apoyaron en el pecho de su hermano acariciándole dejando marcado los caminos de la sangre del mayor de sus dedos heridos por sus propios huesos. La caricia, suave y delicada, se extendió hasta su vientre donde se separó - ¿Complacido? –

Ya estaba sintiendo su propio miembro húmedo al estarse complaciendo de aquella forma, donde parecía apoyar todo su peso en las muñecas atadas con cadenas mientras movía las caderas con algo de fuerza, realmente estaba rogando por desahogar el placer que con tanta fuerza pedía salir.

Cuando su mano profanó la suave piel blanca un gemido escapó de sus labios, creyendo que ahora iba a complacerle sexualmente su virilidad pareció temblar, hasta que su mano se separó y eso le dejó perplejo, mirándole con cierto dolor.

- .. ¡No! .. Te necesito más.. ¿No entiendes que mi cuerpo está así por tí y sólo para tí?

Retrocedió un par de pasos soltando la cola del látigo solo sujetándole por el mango y tirando del con suavidad dejando que todos sus dos metros de longitud acariciaran el miembro del menor. Paso a paso se alejaba hasta que la punta del látigo cayó al piso quedando este extendido en la distancia que separaba a ambos monarcas. La sádica sonrisa de su hermano al igual que su mirada oscurecida le indicaban que lo que pasaría no sería bueno para el menor, más aún cuando el mayor alzó su mano a la vela y bajándola lentamente así lo hizo la llama hasta sumirlos a ambos en una oscuridad casi completa.

El silencio se hizo pesado, así mismo el aire en el lugar, el sonido de una gotera lejana en la misma mazmorra hizo eco en la misma y disfrazó el sonido del látigo siendo recogido, arrastrado por la piedra del piso. El corte en el aire silbó hasta que el sonido del látigo estrellando en el vientre blanquecino rompió cualquier silencio, un golpe cruel y tan fuerte como los anteriores - Tsk… fallé – musitó con una risa el mayor.

Admitió que se puso nervioso cuando la luz de la llama desapareció por completo, e incluso pudo jurar que comenzó a temblar en el frío de las mazmorras, antes opacado por el creciente deseo dentro de él que le quemaba e incluso hasta le dolía en su miembro. Sus ojos vagaron inútilmente entre las penumbras buscando la forma de su hermano, pero sólo escuchó el mover del látigo en el suelo y supo que venía otro azote, pero nunca había imaginado que sería en una zona tan sensible, tan cercana a su punto más débil.

- ¡A-aghhh..!

Se retorció entre las cadenas que le sujetaban con tanta fuerza y contuvo un grito de dolor que terminó saliendo con bastante fuerza, sentía la sangre bajar por su pelvis e incluso la base de su miembro hasta filtrarse a su escroto y muslos, hábía sido un golpe bastante duro e incluso sintió que sus ojos se humedecían, aunque sin emitir lágrima alguna.

Rió nuevamente al escuchar como el grito de dolor intentó ser ahogado pero al final resonó en cada rincón de aquella mazmorra - Intentemos de nuevo~ - murmuró en un tono embebido en sadismo y lujuria. La presión en su pantalón ya era insoportable por lo que abrió el mismo liberando su masculinidad dando una mera caricia antes de blandir nuevamente el látigo azotando el aire para inmediatamente azotar nuevamente a su hermano, esta vez estallando el golpe en sus muslos a menos de 20 centímetros de su entrepierna - Tsk… Mi puntería está fallando – volvió a reír, ya debía estar claro cual era su objetivo a azotar.

Adoraba aquel juego, su versión de “Ponle la cola al burro” o “La gallinita ciega” simplemente era cuestión de intentos hasta que el látigo diera donde deseaba y sin la capacidad de ver aquello podía extenderse por horas…