Noche solitaria..

Era su noche de caza. Cuando se dejaba llevar por sus instintos más bajos y decidía sucumbir al encanto de la sangre, llenándose con la magia del momento y disfrutando del ardor apasionado de las almas abandonándose a sus brazos. De su garganta, con labios sellados, salía un murmuro suave, una canción lejana que siempre se canturreaba para sí cuando caminaba solo por las calles. Era su manera de calmar lo que sentía.

Obviamente, iba vestido distinto y con un aspecto muy diferente que en palacio. No podían reconocerle, pues los únicos que conocían lo que era pertenecían a la familia. Nadie podía verle. Era un ente anónimo en una noche solitaria.

Vio más allá del callejón una sombra. Otro como él. Nunca le gustó relacionarse de ningún modo con los de su especie. Fue transformado por error, lo que querían era matarle. Así que nunca tuvo un maestro, nunca aprendió el modo en que se era un vampiro. Vagaba solo en el autoaprendizaje. Meditó unos segundos sí seguir avanzando o dar media vuelta y desaparecer, pero las palabras del otro vampiro le hicieron caminar hacia él.

-Son solitarias si no deseas ver más allá de sus fantasmas... - susurró con una sonrisa, parándose bajo la luz de una farola.

-¿De mi pasado? Tal vez... aunque para mí son de un presente demasiado eterno. - Musitó soltando una débil risa, sacando las manos de sus bolsillos y avanzando para salir de la luz.

Podía oír a lo lejos el llanto de las almas arrebatadas en noches como esa. Era como una canción de muerte, o más bien de maldiciones: los fantasmas clamando venganza. Sólo podía sonreír con pesar con eso, era inevitable llevarse una vida para no morir.

-No es noche de peleas ni enfrentamientos... - susurró con una débil sonrisa, mirando al cielo. -Tal vez de pasiones, o de pensamientos perdidos en la nada...

Cierto. Conocía los rumores de esa cazavampiros. Pero siempre se andaba con mucho cuidado. Era imposible dar con él, si no era él quién buscaba. Huía de todo ser humano, ya fuese vivo o un no-muerto; no soportaba la compañía de nadie, tal vez de su familia, pero aún así siempre prefería vagar solo.

-¿Ha cazado ya? - Preguntó aún con la vista vacía hacia el cielo.

Decidió apartar de su mente todos los recuerdos donde principalmente salía como protagonista la sangre. Era estúpido compadecerse o lamentarse, era lo que era desde hacía demasiado tiempo.

Miró de reojo al otro vampiro. Había algo en él que no terminaba de gustarle, pero debía ser normal. No le gustaba nadie. Sacó una mano del bolsillo, pasándosela por el cabello distraído.

-Amor? Hace demasiado tiempo que no me hablan de amor. No es algo que me interese demasiado. - Dijo riendo.

Parecía que aquél vampiro era mucho más experimentado que el príncipe. Él no tuvo maestro, no tuvo a nadie que le enseñara lo que significaba ser vampiro. Durante años, se sintió un monstruoso asesino.

-Usted... disfruta, cazando? "comiendo"...? - Preguntó con voz suave, curiosa, mirando a la nada con la vista fija en un punto indeterminado. Era la primera vez que hablaba con otro vampiro, a excepción de su joven sirvienta.

-Tiene razón, busco alimento... - respondió con voz indiferente.

Le miró un momento de reojo, para volver a perder la vista en la nada.

-Claro que lo disfruto. Soy un vampiro, la sangre es.... algo indescriptible. "Cazar" es un juego impresionante... Pero sigue siendo algo atroz. ¿Qué ocurre cuando no matas a una persona anónima, sino que matas a alguien a quién amas? - Preguntó mirándole fijamente a los ojos, buscando la respuesta en ellos.

-Es difícil no pensar en eso cuando tienes familia... - susurró mirándole de reojo, con una sonrisa triste.

No podía dejar de pensar que una noche llegaría y encontraría a su hermanita y... Se pasó una mano por el cabello, alejando esos pensamientos. Era mejor no mantenerse la mente atormentada. Sólo se martirizaría más. Volvió a mirar al otro vampiro.

-Al contrario. Cuando cazo, soy una persona completamente distinta. Se separan la humanidad y la bestia... me dejo ir. - Dijo frunciendo el ceño, no le gustaba actuar de ese modo. - La sangre es demasiado poderosa, es demasiado adicta.

Sonrió durante unos segundos de forma macabra, mostrando los colmillos, lamiendo uno de ellos con los ojos algo rojos. Sí, dejar salir a la parte malvada de su interior era algo excitante.

-Pero desearía poder controlarme...

Las palabras del otro vampiro le dejaron en blanco, como si todo su cuerpo hubiera chocado contra un muro a alta velocidad. En unos instantes, sus ojos terminaron de ser rojo brillante, sus labios se contrayeron mostrando mucho más sus colmillos, y las afiladas uñas se asieron a la ropa del vampiro, logrando con su fuerza, aún sabiéndose más débil que el otro, golpearle contra la pared, manteniéndole ahí sujeto mientras sus ojos quemaban fuego fijos en los otros.

Había olvidado la bofetada, ni siquiera sentía ya un leve cosquilleo.

-Habla claro, vampiro! - Exclamó, arrastrando las palabras. - De qué estás hablando?

Su mente estaba colmada por todas aquellas preguntas. Y todo detonado por la simple frase del otro "en aquel día cuando salvé tu asquerosa vida".

Se sentía terriblemente humillado, y sin encontrar sus respuestas. No lograba reconocerle, ni siquiera le vio bien el día que le atacó. Pero no le mostró ningún síntoma de dolor cuando agarró con fuerza su muñeca. No le daría ese placer. Entrecerró los ojos, quemando de furia.

-Si no me hubieras dejado ahí, tal vez hubiera entendido las cosas de otro modo! - Exclamó más furioso aún, echándole en cara lo que llevaba tiempo en la mente.

Siempre había esperado encontrar a su creador para obtener las respuestas. Pero ni aún habiéndole encontrado, por casualidad, no parecía que fuera a obtenerlas tan fácilmente.

-Siento no ser un motivo de orgullo para ti! - Siguió gritando.

Entrecerró los ojos una vez más mirándole mientras escuchaba cada palabra, analizándola rápidamente. Cuando se separó de él, se quedó unos instantes derrotado en el mismo sitio, con la cabeza agachada ocultando su rostro con el cabello.

"Aprender" se dijo. Si su creador era sincero y pensaba adentrarle en la verdadera vida de un vampiro, no tenía otra opción para proteger a lo que más amaba. Pero ¿a qué precio saldría aquello? Aquél vampiro ya le había demostrado ser despiadado, no tener remordimientos ni siquiera compasión.

Pero no era sólo por Marie. Sino por sí mismo. Crecer como humano era muy parecido a aprender y aceptar lo que era.

-Haré lo que sea. - Dijo volteándose para seguirle, sin pronunciar ninguna otra palabra.

Pensó en la última vez que estuvo con su hermana. Fue la noche de su cumpleaños, tras la celebración en la mansión rodeados de decenas de invitados. Había sido una noche fatídica después de eso....

Paró delante de su maestro, encarándole con el rostro convencido y algo agresivo, resistiendo las ganas de agarrarle de la camisa como solía hacer su padre con él.

-He dicho lo que sea. - Remarcó arrastrando las palabras.

Qué más daba una vida de lujos si podía dominar a la bestia interior. Su hermana podría esperar, porque cuando volviera sería mejor hermano para ella.

Relajó su rostro después del ataque de ira y se calmó, acercándose a su "master" con pasos lentos. Se quedó a su lado mirando los cadáveres. Estaban mucho más pálidos que los que él dejaba atrás. Seguramente estaban mucho más desangrados, él nunca llegaba hasta el final, no le gustaba el sabor de las últimas gotas, eran casi mortíferas.

-Cree que nunca he visto un cadáver, maestro? - Dijo con cierto tono burlón. Seguía molesto con él, y aunque iba a enseñarle todo, no pensaba ser su cachorro estúpido.

Inconscientemente, se empezó a morder el labio. Tenía sed. Aunque ya hubiera "cenado", recordar el placer de beber le volvía a dar sed.

Miró la escena del baile con los ojos entrecerrados. No podía ser posible el grado de locura de aquel vampiro. O más que locura, macabridad. Gruñó imperceptiblemente cuando el cuello de la muchacha se rompió, pero al menos ya estaba muerta.

Siguió a su maestro cuando volvió a caminar.

-Creía que había sido usted. - Murmuró mirando de reojo por encima de su hombro los dos cuerpos.