Se había puesto uno de sus kimonos más exquisitos. De un azul marino muy oscuro, casi negro, con grandes flores rojas a conjunto con el cinturón. Como siempre, mantuvo su cabello sujeto en un alto moño, y bajó del carruaje muy nerviosa. Los hombres siempre la ponían nerviosa, y más cuando sabía que en sus invitaciones había algo más allá. Como era el caso con el príncipe Edward.
Al llegar al teatro, un hombre la guí hasta dentro, llevándola a uno de los palcos del teatro. Se quedó parada tras la cortina, mirando cómo el hombre se iba y cogió aire soltándolo lentamente. Apartó la cortina lentamente y pasó con aire tímido.
-Monsieur... - dijo suavemente, avisándole de su llegada.