En un pasillo azotado por la tormenta

El momento preferido del día, la noche, mas exactamente la madrugada cuando el reloj marcaba 5 para las 3, la luna no se mostraba en el cielo pues las nubes cubrían por completo el cielo oscureciéndolo de forma espeluznante, el viento azotaba el lugar mientras una fuerte lluvia caía golpeando las ventanas iluminadas solamente por los truenos y relámpagos. El frío calaba los huesos incluso de demonios y definitivamente de un shinigami.

Un golpe retumbó en los pasillos de la mansión Phantomhive cuando una de las ventanas se abrió de par en par golpeándose y rompiendo sus vidrios, al parecer azotada por la fuerte tormenta. Una sombra se movió perdiéndose entre la oscuridad. Solo podía llegar a delatarlo las gotas de agua que de alejaban desde la zona mojada por la lluvia que se colaba por la ventana rota.

Se escabullía entre los pasillos completamente mojado dejando un rastro de agua por donde pasaba, la alfombra amortiguaba sus pasos, la oscuridad le cubría por lo que no pensó que le descubrirían. Mucho menos la presencia del demonio tan cerca suyo así que cuando su aliento acarició el oído del shinigami con aquella sensual y lúgubre voz única en cualquier raza sobre el universo cada fibra de su ser se estremeció en una excitante mezcla de sorpresa y miedo que le hizo saltar con un corto y amanerado grito volteandose para quedar cara a cara con el demonio de ojos carmesí.

- ¡Sebas-chan! – exclamó iluminándosele la mirada en dos estrellas mientras extendía sus manos y lograba abrazarle por la cercanía que se encontraban mojando las ropas del pulcro mayordomo - ¡Oh Sebas-chan! Creí que nunca te encontraría. – se movía inquieto por el frío y lo estrechaba con fuerza, parecía no cargar su motosierra aunque el oscuro mayordomo sabía que la guadaña de un shinigami nunca le avandonaba.

Atajó el trapeador y girándolo como si de una espada se tratara lo empuñó alzándolo en pose victoriosa, incluso si Sebastian había observado se puso haber visto un resplandor detrás del pelirrojo - ¡Sebas-chan! ¡Esto quedará tan limpio que no podrás sacarme ni en cien años! – dijo con entusiasmo golpeando el piso con la parte suave del trapeador. Sacudiendo su cabeza para quitarse los mechones de cabello que se le iban a su rostro apegándose a este por su estado mojado sonrió afilando su mirada centrándose en el piso sucio como si fuese un mortal enemigo que debía vencer.
Apretó su agarre en el palo del trapeador y separó sus piernas comenzando a avanzar fregando con gran entusiasmo el piso dejándolo reluciente de limpio pero no notando que a su espalda quedaba igual de sucio por el agua que escurría del pelirrojo y del lodo en sus zapatos.

Se quedó en su lugar por la orden del mayordomo viéndole impresionado como su eficiencia y velocidad eran simplemente perfectos, en su pequeño espacio se quedó inmóvil dejando que las gotas siguiesen escurriendo por su larga cabellera y su chaqueta empapadas aún con sus zapatos enlodados. Entreabrió sus labios mientras sus manos se juntaron entrelazando sus dedos cubiertos por los guantes de seda negros observando con fascinación.

Sin aviso un estornudo le sacudió y enseguida otro, sintió un escalofrío y miró a Sebastian lastimosamente - Tengo frío Sebas-chan – se quejó abrazándose a si mismo sobre la mojada ropa volviendo a estornudar.

Tomó maravillado el abrigo del demonio y lo abrazo llevándoselo a su rostro respirando profundamente - ¡Kya! ¡Sebas-chan~ no esperaba esto de ti! – se apresuró a despojarse de sus ropas, incluso de su ropa interior y medias colocándose la gabardina del demonio oscuro dejando sus hombros al descubierto con su cabello mojado pegándose a su cuerpo de forma bastante sensual. Su piel blanquecina hacía contraste con la gabardina negra que aún expelía el aroma del mayordomo y su cuerpo se mostraba delgado con apenas sus músculos marcados dándole un aspecto femenino para quien no le observase con claridad.

Acomodó su ropa doblándola cuidadosamente aunque no prolijamente dejándola a un lado y entrando a la habitación de Sebastian en completo silencio encontrándolo tan sensual en su semi desalineamiento sin su gabardina, sin su chaqueta y aún con su camisa remangada por el trabajo, en silencio se acercó a la cama y gateó sobre ella recostándose boca abajo tomando una de las almohadas y abrazándola con pasión respirando el dulce aroma del demonio mientras sus piernas dobladas por sus rodillas subían y bajaban como las de una colegiala enamorada.

Infló sus mejillas desconforme mirando la ropa que tenía frente a si esperando que Sebastian se retirara y sonrió traviesamente. Juntó toda la ropa haciendo un bollo apresuradamente con ella y gateó al borde de la cama levantando las cobijas para inclinarse dejando su trasero en alto apenas cubierto por la gabardina en una pose un tanto chistosa mientras lanzaba la ropa debajo de la cama y volvía al centro a sentarse con sus largas piernas cruzadas. Allí se despojó de la gabardina y la colocó a los pies de la cama no sin antes depositar un beso sobre ella al ser la ropa de su amado Sebas-chan.

Completamente desnudo recogió su larga cabellera a un lado y la peinó con sus dedos apresuradamente mirando la puerta, pequeñas gotas caían sobre su cuerpo y resbalaban dejando su marca en la nívea superficie, finalmente terminó de acomodar su cabello y lo dejó caer sobre su cuerpo sintiendo un escalofrío por la fría humedad. Se quitó los lentes dejándolos en la mesa de luz y gateó hasta las almohadas donde abrió la cama para meterse entre las cobijas cubriéndose del frío - El solo hecho de pensar en que en este mismo lugar descansa el cuerpo de Sebas-chan todas las noches con ligereza de ropa hace que mi cuerpo entero se estremezca – murmuró emocionado arropándose y hundiéndose entre las sábanas suaves y blancas como la nieve cubriéndose hasta la nariz dejando su largo cabello caer a un lado de la cama.

El lugar era tan cómodo que comenzaba a dormirse pese a que apenas habían pasado un par de minutos…

Se había dormido y no se percató de la presencia del demonio. Dormía placidamente con una sonrisa que asomaban sus puntiagudos dientes, algunos mechones de su cabello se pegaban a su rostro y con sus ojos cerrados las espesas pestañas delineaban una expresión plácida. Pocas veces se podía ver al shinigami tan quieto y silencioso.
El sonido del bajo comentario del demonio le hizo emitir un corto gemido y se movió en la cama poniéndose de lado en una posición fetal. Las sabanas se pegaban a su cuerpo dibujando su casi fémina figura.

El tacto del demonio que lo abrazaba, aunque fuese para llevarlo sobre su hombro lo despertó haciéndole abrir sus ojos pesadamente, solo pudo ver su largo cabello caer a un lado de su rostro y la pulcra espalda del demonio y sin mencionar el mover de su trasero al caminar. Intentó moverse pero le fue imposible debido a que la sabana le envolvía apretando sus extremidades - ¡Sebas-chan! ¡¿Dónde me llevas?! – gritó algo inquieto al sentir el frío sobre su piel desnuda y el agua volver a mojarle saliendo a la tormenta - ¡No! ¡Sebas-chan! ¡Fui bueno! ¡¿Por qué me hechas si te ayudé a limpiar?! – se quejaba moviéndose inquietamente aunque se encontraba en posición de desventaja para con el demonio. Sus ojos cerrados los apretaba mientras soltaba gritos reclamando su libertad y derecho a permanecer dentro de la calida mansión.

Cuando fue liberado de las sábanas y dejado completamente desnudo a la intemperie quedó paralizado unos segundos por la impresión y el frío que caló sus huesos haciéndole temblar, dándole el tiempo suficiente al demonio de negro a comenzar a atarlo. El shinigami carmesí pestañó un par de veces como si el frío ya no existiera y vio la cercanía de Sebastian y sus acciones, un rubor cubrió su rostro – Kya Sebas-chan, si querías violarme no tenías que traerme hasta la azotea de la mansión, puedo ser silencioso si me lo pides tu – con esas palabras adelantó su cuerpo aprovechando la cercanía para depositar un beso sobre el pecho cubierto por la fina camisa mojada por el clima.

- Kyaaa – gritó en auxilio aunque en volumen bajo y ladeando su rostro con una sonrisa coqueta cuando el demonio se le acercó acelerando el ritmo de su corazón y su respiración acallando sus quejas. Adelantó su rostro cuando este lo acercó pero antes de que pudiese siquiera rozarlo ya lo había retirado con aquellas palabras que dejaron al pelirrojo estático - ¿Are…? ¡SEBASTIAN! – gritó al darse cuenta que le dejaba solo abandonándolo a la tormenta. Se movió intentando liberarse viendo como la negra gabardina caía por el tejado en una burda broma que renació su ira.

Empuñó sus manos y tiró con fuerza rasgando las sabanas de algodón y entre sus jirones sacó su motosierra, su mirada estaba oscurecida y sus labios mostraban una cínica sonrisa – Sebas-chan~ Sal a jugar~ - dijo saltando hacia un balcón y destrozando la puerta de cristal y madera con su motosierra volvió a ingresar en la mansión, poco le importaba estar completamente desnudo, solo cubierto por su larga cabellera roja que caía sobre su espalda y cuerpo. Avanzó por salón dejando que el agua escurriese por su cuerpo, nadie le dejaba plantado, NADIE ni siquiera Sebastian. En su ira blandió su motosierra la cual rujía en el silencio de la mansión y llevó por delante un fino jarrón que terminó en el piso hecho pedazos.

Blandió por segunda vez la motosierra seguida por su cuerpo y su cabello que grácilmente, pese a estar mojado, le seguía en movimientos cubriendo de tanto en tanto su cuerpo envolviéndose y pegándose a su húmeda piel. En este movimiento se agachó esquivando los tenedores y tropezando con su propio cabello cayó al piso saliendo del camino de los cuchillos pero irónicamente la cuchara le golpeó entre los ojos al este levantarse. La alfombra se había desgarrado por la motosierra que se clavó en el piso cuando el shinigami torpemente se había caído.

Levantándose tomó la cuchara con su mano libre y se la mostró al mayordomo, se encontraba parado con sus piernas semi abiertas exhibiéndose sin vergüenza - ¡¿Una cuchara?! ¡Valgo más que una cuchara! – se quejó lanzando el objeto hacia el mayordomo y apuntó con su “guadaña” hacia el exterior - ¡¿Qué clase de buen servicio se da en esta mansión que me cuelgas del techo en plena tormenta?! ¡¿Pretendes matarme?! – soltó la motosierra y esta calló pesadamente clavándose en el piso nuevamente haciendo otra perforación al lado de la primera y el shinigami llevó sus manos a sus labios coquetamente - Me extraña de ti Sebas-chan, eres un caballero y no sabes tratar a una dama –

Sus mejillas se inflaron en un gesto infantil y cerró sus ojos desganando su cuerpo al oirle - Eres cruel Sebas-chaaan… - se quejó desdeñosamente tomando la sabana que le tiraba para colocarla por su cuerpo a modo de toga haciendo un nudo en su hombro… increíblemente esa simple sabana se veía como un vestido en el cuerpo del pelirrojo. Tomó su motosierra y haciéndola perderse entre los dobleces de la sabana como si desapareciera y acto seguido se acercó a Sebastian lentamente y casi se podría decir tímidamente tocando la punta de sus dedos índice uno con el otro como un niño que hace algo malo - Quiero quedarme contigo Sebas-chan. Me quedaré quietecito y te ayudaré en las tareas. Hace frío afuera y esta lloviendo y desde que “accidentalmente” maté a mi anterior ama no tengo donde quedarme y Will me ha echado del mundo de los shinigamis y me ha prohibido entrar hasta que encuentre “una cosa” – su cabeza gacha prácticamente le rogaba al pulcro caballero de elegante porte que tenía frente a si.

Su mirada se iluminó al igual que el resto de su rostro sonriendo ilusionado cuando le dijo que podría quedarse, balbuceó el sobrenombre que él le daba al negro mayordomo sin poder dar crédito a lo que ocurría, suponía que Sebastian le echaría poco menos que a patadas después del desastre armado en aquél salón donde se había cobrado un jarrón, el piso y la puerta del balcón y en su camino también las cortinas de dichas puertas.

Su mirada se tornó roja y se juraría que se podrían ver dos formas de… corazones cuando su mano fue tomada por la enguantada del demonio y fue llevado a… no sabía donde pero sería con el pelinegro que le quitaba el aire. Flotando le siguió sin ofrecer ninguna clase de resistencia ni tentar a su suerte al intentar hacerle algo al pelinegro como besarle o abrazarle. Ya tendrían su tiempo.. o eso pensaba el pelirrojo.

Quedó parado en medio del patio y sintió la puerta azotarse detrás suyo. Miró a su alrededor notando donde estaba y un viento movió su improvisado vestido. - ¡¡¡¡SEBASTIAN!!!! – el grito del shinigami retumbó en toda la mansión haciéndola temblar en sus bases.