Nuevo Día, Nueva Vida~ (Investigación)

Referencia: Nuevo Día, Nueva Vida~.

Bajo el dulce escenario de rayos empapados de luz solar comenzaba una nueva investigación para aliviar el agobio de la Reina.

Por lo tanto listo estaba ahora para partir hasta donde se encontraba el enigmático ser: Undertaker. No sin antes tomar el bastón que acostumbraba llevar consigo. Abandono por fin la mansión para comenzar el viaje por fin. Para ello un carruaje estaba listo en la salida de la residencia, abordándolo así mientras el encargado de dirigirlo sería el mayordomo.

Los minutos pasaban y con ello la distancia cada vez se hacía más corta. Las nubes se esparcían por los cielos en claro acto vanidoso, dejando proyectar su sombra a los fieles admiradores del día. Las calles concurridas albergaban ese sonido de voces por doquier, sonidos acústicos ante los carruajes que pasaban a cada instante, siendo las ruedas y el paso de los caballos el mayor sobresaliente. Mientras avanzaban simplemente se mantenía sentado dentro del carruaje, posando sus manos sobre la empuñadura bañada en oro, logrando un perfecto conjunto con el azabache reluciente de la vara, situada delante de sus pies encontrando soporte en el piso del carruaje. Sus parpados eclipsaban su mirada, guardando toda clase de visión en la oscuridad, tan sólo remarcado exquisitamente sus pestañas sobre la fresca piel de su rostro.

Paso poco más de tiempo hasta que al fin a su destino llegó, lo supo pues la voz del mayordomo se encargo de comunicárselo. Por lo tanto bajó del carruaje cuidando cada paso que dio hasta apoyar el bastón firmemente en la superficie de la calle. Llevando enseguida su mirar al frente y eventualmente hacía arriba, con ello corroborando el lugar tras leer en un rótulo: Undertaker. Adornado por la forma tétrica de una calavera, en conjunto con el color morado que resaltaba el nombre del establecimiento. Esperando así que la puerta fuera abierta por el fiel mayordomo.

El silencio extasiaba el lugar, silencio incomodo y copioso, esa clase de silencio que se antepone a un desastre, el silencio de la muerte en su más puro genoma, ni siquiera el sonido de la gente al pasar conversando o simplemente ensimismados en su propia mente alteraba el aura de quietud de ese establecimiento. Tan diferente del resto en su tétrica fachada como sumiso a la atención de los demás que pareciese no hacerse notar. Su interior poco cambiaba, dominado por la penumbra solo la débil luz de escasos rayos solares se colaban entre rendijas de las ventanas y puerta delineando algunas siluetas y dejando como sombras a la imaginación otras. En el piso se podían divisar las siluetas de una forma demasiado reconocible, cajones azabaches, lustrosos y decorados con simbologías religiosas o meros dibujos o molduras de plantas vistosas, esas cosas que los humanos sabían apreciar, incluso solo bañados por la penumbra se podía adivinar que eran esos cajones, ataúdes. Alzando la mirada el escenario no mejoraba, por el contrario parecía hacerse más escalofriante pues en las paredes no solo se podían ver ataúdes apoyados en las mismas si no que dispersos en los estantes demasiados objetos que parecían propios de una película de terror, velas, frascos con órganos embebidos en formol, viejos libros, cajones y bolsas que parecían estar allí antes que la construcción debido a la cantidad de polvo sobre ellos, estatuillas de diferentes vírgenes, dioses y santos, molduras y herramientas desde para tallar madera hasta claramente instrumentos médicos. Algunos muebles asimilares a roperos ocultaban objetos que quizás sería mejor no tener noción de ellos…

Enfrentado a la puerta y en el fondo del local, allí parado con sus dedos entrelazados mostrando sus manos blancas como las de un cadáver, de largas uñas negras descuidadas, dedos largos y delgados surcados por cicatrices y uno de ellos coronado por un vistoso anillo plateado con una exuberante piedra cristalina verde. Su rostro semi cubierto por aquellos cabellos grises que ocultaban eternamente su mirada, sus labios se curvaban dejando entrever sus blancos dientes en una sonrisa desquiciada. Allí parado aguardaba que el mayordomo pelinegro se acercase. No había necesidad de saludos, ambos sabían lo que uno quería del otro…

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El exterior seguía en un sepulcral silencio, solo el sonido de la gente podía decirle a uno que el tiempo no se había detenido ni había perdido su capacidad para escuchar… Por unos instantes todo pareció silenciarse más, sí, aún más de lo normal, incluso la gente pareció esfumarse, ni el viento se atrevía a hacer acto de presencia.

Una fuerte risa hizo temblar hasta las entrañas como un terremoto que volcó uno de los ataúdes en el exterior y torció el cartel del local donde se leía “Undertaker”. La risa desenfrenada, sin restricciones, era solo interrumpida por gritos hilarantes de la misma voz que por momentos parecía quedarse sin aire pero volvía a tomar para volver a reír. El mismo temblor había hecho que la puerta se abriera dejando ver el interior bañado por la luz del astro mayor. El peligris estaba en el piso, convulsionándose entre risas y jadeos, shokeado al parecer. De sus labios goteaba hacia el piso formando un pequeño charco, la saliva del sepulturero quien poco a poco parecía calmarse al bajar el volumen de su risa a la vez que estiraba su brazo, aún en el piso, para intentar alcanzar su peculiar sombrero de copa que yacía fuera de su alcance.

- HAHAHA~AAHA Ahh~ Sebastiaa~an… Lo que sea que el joven Ciel… HAhaha~ desee saber está bien~ AHAHaa~aahaha – entrecortada por la risa sus palabras fueron entendibles, arrastradas por aquella melosidad que era característica del.