Buenas noches, princesa [Marie]

Caminó con su hermana cogida de la cintura hasta el dormitorio de Marie, entrando sin encender ninguna luz. No le hacían ninguna falta. La recostó suave sobre la cama, quitándole los mechones de cabello de su rostro, mirándola con dulzura y amor de hermano. A veces temía tanto perderla. Era lo único bueno que quedaba de esa familia rota.

Se percató muy superficialmente de que su hermano la llevaba a su habitación y la recostaba sobre la cama. Volvióa bostezar y se tumbó de lado, hacia su hermano. Le dio las gracias silenciosamente con una sonrisa extenuada y cerró los ojos, acurrucándose en la cama con dosel rosa.

-Buenas noches... Phillip...- bisbeó María, tanteando con su manita en la oscuridad, buscando la de su hermano.

La tomó de la mano y se quedó velando su sueño hasta que ella cayó dormida.

Medito largo rato sin moverse si debía bajar de vuelta a la fiesta, pero realmente no quería seguir rodeado de tanta gente, lo odiaba, así que simplemente se tumbó al lado de su hermanita, pensando que allí no le buscarían. Acurrucó el rostro cerca del cabello de Marie, capturando su aroma, y poco a poco se quedó dormido también.

**

Pasada la medianoche despertó. Se sentía algo desorientado, no por no encontrarse en su dormitorio, sino por sentir el aroma de otra persona. Sus sentidos estaban algo adormecidos. Cuando despertaba a media noche solía salir a cazar... pero parecía que esa vez no hacía falta salir.

Sonrió algo macabro, toda su parte vampírica aflorando, quedando su humanidad apartada. Se recostó en la cama y miró el cuerpo a su lado, dispuesto para él. Pasó una mano por el cabello, acariciándolo con deseo.

Notaba ese corazón latir fuerte, vivo, joven... Se relamió los labios, punzando su lengua con uno de sus colmillos, sediento.

Llevó la mano a la piel del cuello de esa persona, a quién aún no veía el rostro.

María dormía profundamente cuando su hermano se acostó junto a ella. Soñaba con aquel caballero que le había regalado aquella preciosa flor azul, que desgraciadamente no había podido ponerse el día de su cumple puesto que le dijeron que no iba bien con el color púrpura del vestido. Frunció el ceño, aún estando dormida, al recordar ese pasaje. Luego su mente se llenó por completo de imágenes de su fiesta de cumpleaños, volvió a revivir el momento de su presentación, cuando bajaba las escaleras y todos la miraban... la vergüenza que sintió con todo aquello. El enorme pastel con forma de castillo de princesas, al que lamentaba no haber podido echarle el guante... el conocer a la Reina de Inglaterra en persona, no pensó que sería tan guapa... la sonrisa de su hermano mientras bailaban...

La princesa sonrió en sueños, reteniendo aquél momento en su mente. La imagen de ella bailando con su hermano ocupó la atención del sueño de María, aunque era algo diferente a cómo había ocurrido en la fiesta. Su hermano le acariciaba el pelo y le susurraba cosas al oído y ella reía, mientras que cada vez más, los labios de este se iban a acercando a su cuello. Lo mágico de la situación es que parecía tan real que María era capaz de sentir la presión de estos sobre su frágil cuello.

El aroma de la princesa le despertaba una sed insaciable. Aquella noche no había podido salir a cazar como era costumbre, pero no recordaba por qué. Algo que ver con un cumpleaños, pero al vampiro le daba igual. Sólo sabía que tenía sed, y una descuidada víctima parecía dormir a sus brazos, esperando el momento preciso.

Con la yema de los dedos acarició suavemente el cuello de la pequeña, notando la vena palpitar fuerte debajo los tejidos. Acercó la boca a esa zona, lamiendo primero la piel, notando el sabor dulce, agradable.

Sus colmillos se posaron sobre la piel, y dirigió los ojos a los de su víctima. Parecía que podría despertar, y no quería que nadie se enterara de nada. Así que llevó una mano a la boca de la pequeña, silenciándola de inmediato sin que esta pudiera hacer nada, y con la otra mano puso el cuello más a su abasto, clavando débilmente los dientes, tratando de alargar todo lo posible la situación, como si de algo sexual se tratara, retardando el orgasmo.

Clavó más los colmillos hasta que diminutas gotitas rojas humedecieron sus labios, enloqueciéndole de placer, disfrutando el sabor de la juventud y la pureza virginal.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la niña cuándo su hermano le pasó la lengua por la garganta. Pero lo que hizo que María abriese los ojos súbitamente fue la terrible presión que empezó a sentir en su cuello segundos después. Opuso resistencia de inmediato, moviendo las piernas con nerviosismo y forcejeando para quitarse aquello que le hacía tanto daño en la yugular, pero todos sus esfuerzos resultaban en valde. Fuera quién fuese su opresor, era más grande y fuerte que ella. Gritó con todas sus fuerzas, pidiendo ayuda, pero de nuevo fue un empeño inútil, pues aquella persona le tapaba la boca y sus gritos desesperados de auxilio quedaban ahogados.

El miedo y la angustia se mezclaron en un solo sentimiento y las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos, llenos de pánico. Volvió a gritar, esta vez de agonía, pués "esa" persona había comenzado a succionar algo de su interior y el dolor era insoportable. Se agarró al pelo de su agresor, para, una última vez, pretender apartar su cara de su cuello. No sabía quién era, pero la textura de su pelo le traía las mismas sensaciones que cuando acariciaba el pelo de su hermano Phillip. Pero no... él no podía estar haciéndole eso... Phillip nunca le haría daño, de eso estaba segura... Tenía que ser otro... otro ser más perverso y cruel, como para estar haciéndole pasar tal suplicio a una niña tan pequeña.

De nuevo una oleada de aquél insufrible dolor, que empezaba en su garganta y se extendía rápidamente hacia el resto de su organismo. María estaba a punto de desfayecer, pero se aferró como pudo a la camisa de su atacante y lloró, sus sollozos amortiguados por aquella mano tirana.

Phillip... ven a salvarme... ayúdame... tengo miedo...

Tan deliciosa, tan dulce, tan.... conocida.

Aquél aroma, que le entraba por la nariz y golpeaba directamente a su cerebro fue lo que le despertó del ensueño, de dejarse dominar por la parte vampírica. No podía ser posible que hubiera hecho aquello.... aquello que tanto temía, que con tanto cuidado se esforzaba en que no ocurriera...

-Marie... - susurró con la voz apagada, separando los labios de su piel, mirándola fijamente los ojos.

Tenía los ojos rojos por la sed, los labios manchados de sangre, y una expresión de total terror. De un salto, desapareciendo, apareció al otro lado del dormitorio, con los ojos aún rojos y muy abiertos por el horror, las uñas arañando el suelo, sentado con las piernas estiradas. Su boca estaba entreabierta, manchada, tratando de decir algo, pero no tenía palabras.

El dolor menguó y la persona que la hacía daño se incorporó. Las pupilas de María se achicaron al ver el rostro de su hermano. ¿Qué...? La niña no entendía nada... Una pesadilla... sí, tal vez se tratase de eso... Pronto despertaría en su camita con dosel rosa y Yami vendría a darle los buenos días, como todas las mañanas.

La escena cambió. Su hermano ya no se encontraba sobre ella. Buscó con histerismo a su hermano por toda la habitación, pero esta estaba tan oscura que no veía nada, aparte de que la vista se le iba nublando por momentos. Trató de incorporarse. Mejor no haberlo hecho... María jadeó de puro horror al verse cubierta de sangre y volvió a tumbarse sobre la cama. El dolor de la garganta se incrementó y María empezó a marearse. Alzó una temblorosa mano en el aire.

-Phi... Phillip...- llamó con un hilo de voz a su hermano, antes de perder el conocimiento y dejar caer el brazo a un lado de la cama, inerte.

Seguía estando en shock, maldiciéndose en silencio y odiando el día en que hubiera sido mejor que muriera en aquél bosque húmedo en vez de sobrevivir, convertido en ese monstruo.

Cuando recuperó un poco la consciencia, se dio cuenta que su hermana estaba aún allí, con esa herida abierta, y corrió hacia ella al momento justo que esta se desmayaba. La agarró fuerte de la mano, sin poder evitar derramar lágrimas. Pero las lágrimas de un vampiro siempre eran rojas, como penitencia por la sangre que siempre robaban.

Alzó el cuello de su hermana para ponerlo de nuevo cerca de sus labios. Pero esta vez no fue para morderla, sino todo lo contrario. Lamió varias veces la herida, hasta que gracias a su saliba esta fue cicatrizando poco a poco, cerrándose finalmente.

Se separó un poco para poder verla mejor. Besó su mejilla, sus párpados, deseando que nunca hubiera vivido aquello.

Cogió un pañuelo de su bolsillo y, humedeciéndolo un poco en el cuarto de baño, empezó a limpiar la sangre que había en Marie.

Pasaron las horas y María despertó, aduras penas, pero no quería seguir en ese mundo de oscuridad y silencio que era la inconsciencia. Por eso, cuando abrió los ojos y vio de nuevo la oscuridad, un súbito sentimiento de miedo hizo que se revolviese débilmente, pero paró al sentir una presencia justo a su lado. No tenía muchas fuerzas, pero aún así giró la cabeza para ver de quién se trataba.

-Phillip...- pronunció con voz ronca el nombre de su hermano al reconocerle.

Vagas imagenes asaltaron la mente de la pequeña niña sobre lo ocurrida horas antes. Abrió muchos los ojos e hizo un esfuerzo para apartarse de su hermano, pero eso hizo que se marease y volviese a quedar tendida sobre la cama. Aún así, las lágrimas caían por sus mejillas, mientras miraba a su hermano mayor con ojos suplicantes, como pidicendo una explicación.

Paró de limpiarla cuando vio que despertaba, llevaba tanto tiempo ahí a su lado, esperando que despertara, pero a la vez temiendo que ocurriera por lo que su hermana pudiera decir, que se quedó paralizado. Miró sin expresión alguna en su rostro hacia Marie.

Cuando la pequeña quiso separarse de él comprendió que había cometido el peor error de su miserable vida. Había roto la confianza ciega que su hermana tenía puesta en él.

Phillip volvió a separarse de ella, quedando al otro lado de la habitación, de pie, ocultando su rostro con una mano. Su voz estaba algo rota cuando volvió a hablar.

-Lo siento tanto Marie... - Susurró para que le escuchara. - No soy digno de tu perdón... No me perdonaré nunca que hayas visto esta parte de mí... Tan oscura...

Soltó un suspiro doloroso, agachándose de cuclillas, escondiendo el rostro entre ambas manos.

-Te quiero mucho cherrie... nunca te haría daño... Pero el ser que hay dentro de mí es mucho más fuerte que yo...

María se llevó una mano al cuello, palpando la herida, que ya había cicatrizado un poco y dejado de sangrar. Podía sentir, al tacto con la yema de sus dedos, dos protuberancias justo en la yugular. Cerró los ojos y respiró hondo por que empezó a sentirse mareada de nuevo, lo más seguro que por la pérdida de sangre.

Hizo un acopio de todas las fuerzas que le quedaban para levantarse de la cama, despacito, sosteniéndose en los barrotes de la cama. Miró a su hermano una vez se hubo puesto en pie, acuclillado en un rincón, y se puso a caminar hacia él, muy pegadita a la pared, por si acaso perdía el equilibrio para apoyarse en ella.

Cuando llegó hasta Phillip, se quedó un momento pensativa, mordiéndose el labio inferior. Finalmente, extendió una manita dudosa y la puso sobre la cabeza de su hermano, con suavidad. Tenía un poco de miedo, pero no iba a dejar que eso la alejara de su hermano. Eso no.

-Phi...- le temblaba la voz, pero tenía que decir lo que se le pasaba por la mente, por que si no su hermano se separaría de ella- ...Phillip-onii-chan... No te alejes de María... por favor...- hizo una pausa, por que los ojos se le llenaban de lágrimas- Esto... esto fue solo... un desliz...- no sabía con certeza si esa era la palabra correcta que debía emplear, pero tenía la esperanza de que surtiera el mismo efecto que cualquier otra.

Cuando la mano de su hermanita le tocó la cabeza, la alzó rápidamente mirándola a los ojos, de nuevo sus ojos oscuros de siempre. Sus propias manos se quedaron sujetas a su propio cuello, de haber estado torturándose clavándose las uñas. Miró fijamente los ojos de su hermana, deseando poder abrazarla pero temiendo volver a tocarla. No se perdonaba haberla dañado una vez, y no se iba a perdonar volver a dañarla.

-Marie... No voy a alejarme de ti... - susurró llorando. - Pero no ha sido un desliz... Tienes que entender... que no puedo estar cerca de ti sin dañarte... - siguió hablando, volviendo a enterrar la cabeza entre sus manos.

Las palabras de su herman hicieron que abriese mucho los ojos. él decía que no se alejaría, pero algo en su tono de voz le contaba otra cosa distinta. Se sentó al lado del mayor y la abrazó suavemente.

-No te vayas... por favor- sollozó, con lágrimas cayendo por sus mejillas- Quedate con... migo- María empleó la primera persona para referirse a ella misma, no solía usarla casi nunca, así que no estaba acostumbrada; pero se dijo que si quería que su hermano se quedase a su lado, tenía que dejar de ser tan débil, dependiendo constantemente de lso demás, apenas sin poder defenderse... como esa noche- Yo... creceré... me haré mas fuerte... y así ya no tendrás que volver a hacerme daño... te lo prometo... te lo prometo... pero no te vayas...- se abrazó más a su hermano y lloró sobre su hombro, en silencio.

Aceptó el abrazo de su hermana, pero no fue capaz de devolverlo. No, no quería volver a hacerle daño. Notaba el dolor de la pequeña como si se le clavara en él como puñales. Odiaba verla llorar, nunca lo permitiría. Así que levantó la cabeza, sin lágrimas, y con una sonrisa algo triste, pero cariñosa. Le pasó una mano por el cabello como solía hacer, mirándola.

-No me alejaré... te lo prometo. Te quiero, Marie, y siempre seré tu hermano mayor...

Susurró esas palabras aunque sabía que eran mentiras. Sí se separaría de ella. Cuando su "maestro" le llamara para empezar con el entrenamiento para controlar al vampiro, tendría que alejarse de ella. Pero no podía decírselo a ella, no quería hacerle daño.

[[FDR:Para mi este tema ya está acabado, así, tal cual está, queda genial ^^]]