Dando gracias

Molestia. Esa era la palabra que mejor definiría el estado de ánimo actual de la mestiza que se había escapado de sus tareas en palacio durante unos momentos. Prefería salir en la noche pero sus escapadas nocturnas cansaban demasiado a su lado humano y le hacía complicado estar al 100% durante su jornada. En parte no podía quejarse, era parte de su trabajo y, como siempre ocurría, ni siqueira la Ruby pelirrosa daba muestras de molestia, era parte de su carácter humilde. Demasiado humilde al entender de su verdadera identidad que ahora se hallaba subida a un alfeizar que precedía a una de las amplias vidrieras de grabados religiosos que para ella no eran más que simples dibujos sin sentido alguno.

El mero hecho de encontrarse sobre suelo santo, pese a no creer en la religión donde se ostentaba, le era bastante molesto por su condición demoníaca y la presencia angelical que acababa de entrar en la iglesia fue algo así como el detonante de su aburrimiento y pesadez.

Se encontraba con la espalda apoyada en el hueco que quedaba entre el final de la estructura y el cristal mientras una de sus piernas se hallaba flexionada y apoyada sobre el mismo alfeizar en cuya rodilla apoyaba su brazo correspondiente mientras la otra extremidad colgaba en el aire, cómoda posición para ella pero imposible para todo ser humano de condiciones normales.

Entreabrió sus párpados dejando asomar apenas una línea escarlata de lo que eran sus iris, posándolos así sobre la pequeña figura de cabellos blancos semejantes a los propios pero con menor largaria. Recorrió apenas dos veces la delgada silueta de la joven pero ni siquiera se movió del lugar donde se encontraba y su posición solo cambió al ladear su rostro para verla mejor entre las gentes que allí estaban.

Lo único que podía alabar de aquellas edificaciones era el silencio que se escuchaba en casi todo momento y que los "fieles", o asustados creyentes según su entender, no se atrevían a romper ya fuera por miedo o respeto al ser que llamaban "Dios".

Un simple "tsk" salió de los labios de la demonio cuando vio como todos aquellos seres empezaron a rezar. Le parecía completamente ilógico esperar de rodillas a conseguir la bendición y el perdón de un ser que, problabmente, ni siquiera existiera. Pero, si se paraba a pensarlo, no era quién para criticar las creencias de los demás, por lo que tampoco se paró a pensar por mucho tiempo en aquel acto.

Volvió a voltear su rostro hacia la vidriera, siendo capaz de ver por fuera de esta mientras los rayos del Sol que se colaban por ella acariciaban su piel, tornándola de colores azules, violetas, naranjas y otros colores por la tonalidad del cristal que traspasaban. Se podía ver como una verdaera ángel a pesar de que su naturaleza fuera casi completamente lo opuesto.

Decidió descender de aquel alfeizar, aterrizando suavemente sobre el pavimento sin hacer ruido alguno, como si de una mera sombra se tratase. Igual de silenciosos fueron los pasos que la llevaron hasta acercarse al lugar donde reposaba el agua santificada. En otra ocasión la habría tocado simplemente por que sí, pero prefirió no exponerse a la descarga y quemadura que esta la provocaría para evitar llamar más la atención de la ojirroja ajena. No era que le importase mucho, pero tampcoo le apetecía pelear en aquellos momentos a pesar de que aquella opinión pudiera cambiar de forma rápida.

Volteó parte de su cuerpo, apenas su torso para mirar a la pequeña que tenía tras de sí no tardando en fijar su atención en los guardias de la joven. Estuvo a punto de retirar su mano cuando sintió como la ángel iba a cogerla pero se contuvo, sabiendo que el contacto de su gélida piel con la cálida ajena no le sería dolorosa, no para ella aunque no podía asegurar que para Ayame no fuera incómodo o inquietante.

Una pequeña expresión de sorpresa se dibujó en su rostro al ver como, sin esfuerzo alguno, la peliblanca la alzaba y volaba con ella a cuestas tras sacar sus alas, pequeñas para el peso de ambas, por poco que fuera.

A pesar de estar siendo llevada "encontra su voluntad" no se negó y prefirió disfrutar una vez más de las vistas que el atardecer sobre Londres le ofrecía, imagen que había visto miles de veces pero que tardaría en cansarse de ver.

Una vez hubieron aterrizado en un claro del bosque colindante llevó una de sus manos a su cabello, posando algunos mechons tras su oreja aunque los que habían detras se alaran hacia delante cuando se puso justo frente a la delicada figura angelical cuyos cabellos se movían hacia atrás.

- No es buena diea que una pajarita muestre sus alas por tan poca cosa. Cualquiera mostraría interés en ti y no te gustaría saber quienes -advirtió meramente como consejo aunque a ella le importara más bien poco la seguridad de la ángel. ya que, obviamente, ignoraba que fuera hija adoptiva de la mujer a la que servía y, por ende, también debería obedecerla a ella.

- Supongo que quieres preguntarme qué hacía dentro de "tierra santa" -comentó con cierto sarcasmo y burlona entonación en sus últimas palabras.

En ninguno de sus dos comentarios sus palabras sonaron criticantes, tampoco el sobrenombre con el que se dirigió a ella sonó despectivo, más bien tuvo cierto toque afectivo, algo que sin duda extrañaría a la joven de esencia pura.

Una de sus cejas se alzó, dejandoq ue su rostro serio tomara una expresión de confusión ante el reír de la joven. No se explicaba como podía estár riéndose ni con la guardia tan baja frente a una demonio que no tenía problema alguno en matarla, aunque a Ruby le daba igual un ángel menos o más en el mundo.

- No es tan raro... -comentó con cierto desinterés ante las palabras ajenas ya que no le parecía nada relevante.

- Creeme, sí querrán si se dan cuenta de qué eres -rectificó sin dar más detalles. La pequeña ángel no los necesitaba y, si los quería, tendría que ganarse el derecho a saber aunque dicha información no fuera nada secreto ni difícil de adivinar.

Sus orbes carmesí no se despegaron un solo segundo de la silueta ajena a excepción de cuando esta pasó por su espalda, aunque no tardó en volver a tener contacto con dicho cuerpo cuando lo tuvo nuevamente frente a sí.

- Que sea demonio no significa que no pueda disfrutar del silencio de una iglesia -respondió sin mayor interés en ella a pesar de creer haber sentido su presencia antes aunque, para ella, todos los ángeles eran iguales.

- Tú misma -dijo tuteándola con cierto descaro, aunque siempre manteniendo un tono cordial y cierto nivel de modales.

No podía interesarle menos la seguridad de la peliblanca menor, y era obvia dicha despreocupación por sus gestos y algunas de sus palabras, así como parte del tono de su voz. Si la ángel era lista o tenía algo de intuición, se daría cuenta enseguida. Además tampoco era complicado adivinar que un demonio no se preocupase por alguien de la raza contraria.

- Eso es muy contradictorio My Lady... -comentó, dejando notar diversión en sus palabras antes de dar explicación a las mismas.

- En mi caso no creo en la existencia de Dios como ser todopoderoso, ni siquiera como ser en sí y, por eso mismo, soy incapaz de odiarlo. Al fin y al cabo, no se puede odiar algo que no existe... ¿No es así? -preguntó con cierta gracia, esperando respuesta por parte de la ángel quien, por su raza, sí que debería creer en aquel ser insustancial al que la mestiza había maldito hacía ya demasiado tiempo y al cual aprendió a combertir en lo que era, una simple creencia humana basada en miedos y vanas esperanzas.

- Eso no voy a discutirlo -respondió a la pregunta de la joven. En verdad no le interesaba hablar sobre diferentes puntos de vista, ella simplemente daba el suyo y la ángel era libre de tomarlo en cuenta o no.

Escuchó las siguientes palabras de la ojirroja menor y tan solo volteó su rostro hacia esta mientras su cuerpo parecía darle la espalda debido a que poco antes había dado un par de pasos, alejándose de ella aunque sin intención alguna de irse del lugar.

- Depende... -comentó divertida dando a entender que auqella pregunta tenía muchas respuestas y pocas verdaderamente ciertas.

Aun así, era de obviar que la mestiza no daría la verdadera respuesta a aquella pregunta, no a una ángel a la que acababa de conocer. Quizás, cuando se lo ordenase sabiendo que era la "hija" de a quién servía si respondiese, pero claro... Todo quedaba en un quizás...

Se sorprendió un poco de la respuesta ajena. Siendo ángel debería saber bien que los demonios tenían una u otra identidad dependiendo de la época y de su invocador ya que en muchas ocasiones era el mismo invocador quien les ponía nombre.

- "¿No lo sabe?..." ¿Cuánto tiempo llevas fuera del cielo? -preguntó indiscreta sin pretenderlo, pero tampoco impidiéndolo. Después de todo así era ella, impertinente en algunos momentos, considerada en pocos otras.

No preguntaba por curiosidad, sino por el deseo de saber la respuesta. Podía confundirse una cosa con la otra, pero poco o nada le importaba eso. Así mismo había evitado responder, de momento, la pregunta ajena.