Último aliento [Privado: Grell]

El sonido de sus tacones al avanzar reveló su ubicación acercándose por el flanco izquierdo del pelinegro, portaba su motosierra en la mano derecha y su libro abierto en la derecha. Sonreía como nunca, como quien dice, de oreja a oreja y su mirada lasciva recorría sin miramientos el cuerpo del demonio - Mephistópheles, mi querido Mephy-chan~ - continuó acercandose meciendo su cabello a cada paso como si este no fuese afectado por el suave viento de Francia. Su mirada bajó a su cuaderno y leyó - Mephistópheles Lohengrin, demonio, ha sido declarado culpable de quitarle la guadaña y el libro a un shinigami, su sentencia… - el libro se cerró al hacerlo su mano y lo guardó entre su chaqueta y su camisa alzando su mirada por encima de sus anteojos mirando al demonio - …la muerte a manos de un shinigami –

Levantó la motosierra y el sonido de esta hizo eco en las vacías calles francesas, su risa se desquisió y pasó por el cuerpo del demonio - Dame la guadaña y por un pequeño precio te dejaré escapar~ - dijo con obvias intenciones.

Blandiendo la motosierra como si no pesase absolutamente nada la apartó de ambos sosteniendola ahora con su derecha mientras recargaba el peso de su cuerpo contra la pierna izquierda - No es nada personal, si fuese por mí te dejaría libre... Hahaha~ bueno, no. Pero tu destino no sería la muerte, quizas algo mucho más placentero~ - su lengua relamió sus labios bajando la mirada por el cuerpo ajeno estemeciendose notoriamente algo sobreactuado - Ammm~ Mephy-chan... Realmente eres un demonio a la antigua y con tu hermoso cabello negro y esos ojos como lagunas de vacío... mmhg!~ Solo el hecho de pensar en ti hace que todo mi cuerpo se estremezca~ - el motor de la morosierra cesó dejando en claro que el lo controlaba a voluntad sin necesidad de interruptor ni similar, se abrazó a si mismo meciendose un par de veces mientras cerraba los ojos soltando un gemido.

Frunció el seño al ser campalmente ignorado y rechazado. Bajó su motosierra hasta que la punta de esta tocó el piso y comenzó a avanzar acompañando al sonido de sus tacones a cada paso el sonido de los dientes plateados de a sierra arañar el padimento. Pese a su indignación mantenía una sonrisa en su rostro - La vida del otro no me importa, pero uno de los problemas se pueden solucionar~ - pese a que los pasos sonaban lento y lejanos el pelirrojo apareció por el lado derecho del pelinegro interponiendose en su camino casi que chocando con el, si los reflejos del demonio no eran rapidos terminaría por, efectivamente, chocar con el pelirrojo que parecía provenir de la nada - ¿Ya te marchas? ¿No tienes tiempo de concederme una pieza de baile, sexy demonio? -

Cuando fue empujado a un lado adelantó su mano libre y tomó la muñeca del otro jalando para voltearle y tenerlo frente a frente haciéndole dar casi una vuelta completa terminando abrazándolo por la cintura apegando su cuerpo con el del pelinegro, el contacto del filo aserrado de la motosierra se apretó contra la espalda del y la mano que lo había asido se cerraba como acero alrededor de la muñeca del pelinegro quedando en la pose clásica de una pareja de vals. La nariz del pelirrojo casi rozaba la del pelinegro y a aquella distancia sus miradas se encontraban inevitablemente, sus brillantes ojos verdiamarillos como un sol de mediodía con los negros como sombras de medianoche. El pelirrojo sonreía con una alegría que no era propia de alguien que traía la muerte y condenaba almas a tiempo completo - Te alejas y haré dos de ti~ - canturreó en aquella melodiosa voz como uñas sobre una pizarra a la vez que presionaba la motosierra contra la espalda ajena rasgando levemente el inmaculado traje del demonio. - No me enviaron para recuperar la guadaña y el cuaderno, aunque si me interesa recuperarlo por interés personal, debes saber a que refiero, querido. Por otro lado hasta que la guadaña y el cuaderno lo lleguen a manos de un shinigami “los de arriba” saben su exacta ubicación. Así que dejarás de lado la prisa y bailarás un rato conmigo, Mephy-chan~ - finalizó jalandole de la muñeca y empujándolo por la cintura para obligarle a deslizarse en una media vuelta que solo provocó la mayor cercanía del pelirrojo apegando ya su pecho al ajeno