Descubriendo Perímetros. [Libre]

Tras la gran cantidad de ascecinatos que se le habían dado a conocer durante este último tiempo, el joven Phantomhive había desidido recorrer las peligrosas nocturnas calles de Inglatera, observando el mismo escenarios de crimenes y de las más crueles ventas clandestinas, no había manera de descubrir a los culpables, que suponía él que era algún topico relacionado con la amfia, si no se estaba camuflado correctamente.

Se encontraba vestido como cualquier humilde ciudadano, con unos shorts cafés y una camisa de color grande, que le sobrapasaba en talla demaciado. Una boina reposaba sobre sus azulados cabellos y estos cubrían su ojo derecho por completo, al igual que su parche el cuál podía resultar sospechoso para cualquier transeunte.

Con sus manos en sus bolsillos avanzó tranquilo, observando todo detalle en su pausado caminar y de igual manera a las pocas personas que transitaban a esas horas de la noche.

Nuevamente se hallaba paseando por las calles ataviada con su típica vestimetna roja, aunque para pasar mayormente desapercibida sobre esta portaba un largo abrigo marrón oscuro propio de los hiombres pero que le quedaba bien debido a la pequeña talla que este era. Algunas de las mujeres que se hallaban en su cuaderno negro, el cual miraba sosteniéndolo con una sola mano, habían muerto antes de tiempo y en circunstancias extrañas para los humanos aunque no tanto para la shinigami, quien había vivido lo suficiente para saber que todas las razas, en las que incluía la suya, siempre encontrarían nuevas formas de matar por deber o devoción. Nada contenía sus cortos cabellos y solo sus gafas de color plateado destacaban en sus hebras rojizas, sosteniendo los mechones que caían sobre sus ojos, apartándolos para facilitarle la visibilidad. En su mano diestra, si su manga se subía unos centímetros, podía verse una muñequera negra semejante a un brazalete de cuero. Dicho brazo era el que sostenía la pequeña libreta de igual color que la muñequera mientras su zurda reposaba bajo ella, sosteniéndose al posar su mano sobre el costado contrario en una posición relajada. Pasó cerca del joven Phantomhive sin prestarle mucha atención aunque en él percibía el aroma de la sangre y la muerte. El motivo por el que la shinigami estaba allí era el mismo que el de Ciel, aunque ella no tenía los mismos "métodos" que el susodicho para tomar la información que precisaba.

Miraba de reojo a la joven en su caminar, el cuál continuaba en su dirección opuesta. Alzó una ceja al ver su indumentarioa y extraños objetos en sus manos. De igual manera escondiendo sus expresiones tras su gorro y flequillo que cubría sus ojos.
Comenzaba a dudar poco a poco, ya que a estas alturas de la noche, solamente se podía encontrar un tipo de ''personas''...
Quizás sus vivencias con otros seres le habían dotado de mayor percepción, pero aún así no se comparaba con la de alguien con habilidades que superaban la medida terrenal.
Suspiró, sacando una de sus manos de sus bolsillos en el cuál se encontraba una daga. Devía asegurarse.
Siguió avanzando, y en cuanto ella pasó a estar a sus espaldas, lanzó aquel objeto con dirección a ella.

U mano libre se alzó levemente y con cierta rapidez hasta coger el objeto lanzado sin que tuviera siquiera que mover el resto del cuerpo a pesar de la "incómoda" posición que se había visto obligada a tomar. En cuanto el filo de la daga fue detenido por sus dedos índice y corazón hizo descender dicha mano y levantó la vista del cuaderno para posarla en el joven de ojos azules tras voltear hacia él.

- Podrías matar a alguien -comentó sin mucho interés lanzando la daga a los pies del muchacho esperando una respuesta, ya fuera el silencio o una pregunta, para volver a retomar su andar.

-Ah, lo siento- Sonrió de medio lado. Su acción había sido un poco presipitada, pero de igual manera efectiva. No dudo en mostrar una falsa sonrisa en sus labios, que realmente poco le interesaba.

Pero las pistas no sobraban en ese momento y cuálquier indicio que se le presentara, por minimo que fuese, devía tomarse en cuenta sin ninguna duda. Trabajo de un perro de la Reina, claro...

Se agachó a recojer la daga, sin tocar su filo, tomandola tan solo por el mango, la introdujo en la funda antes de dejarla en su bolsillo.

Ignoró por completo las disculpas y la falsa sonrisa que el ojiazul le dirijía, no le interesaba realmente lo que este hiciera o dejara de hacer.

- Si quieres matarme necesitarás algo más que eso -comentó refiriéndose a la daga mientras Ciel se agachaba a recogerla, momento en que podría haberle matado, pero por suerte del Phantomhive, no se hallaba en la lista de la shinigami.

- No soy la primera que ves -dijo frunciendo levemente su ceño al notar en el joven una extraña energía o, más bien, al fijarse en ella pues no había reparado antes en el muchacho.

-Se nota...- Sonrió ladinamente, colocando una de sus manos en su cadera con gesto algo arrogante para vestirse como tan solo un ''ciudadano''.

Ignorando los pensamientos que pasaban en la mente de la joven, durante ese instante se sintió satisfecho por tan solo escuchar su última frase.

-Puede ser...- Murmuró sintiendo una suave ero fría brisa en su cuello...

Apenas un breve y casi nulo chasquido de lengua se dejó escuchar de parte de la shinigami ante las primeras palabras del joven y su pose arrogante pero... Eso a ella le daba más bien igual, los humanos eran así y ella ya sabía como tratar con ellos aunque no fuera de su agrado la mayoría de las veces.

- No juegues conmigo chico, apestas a demonio... -dijo sin tapujo alguno y, aunque sus palabras pudieron sonar despectivas, en realidad no lo fueron y su tono de voz se amntenía siempre imparcial, como si aquella conversación no fuera con ella.

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Se informa desde aquí que ahora el PJ de Ciel lo está llevando otra persona, no obstante y para no abandonar los temas, seguiremos con la trama.
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Sonrió con calma y benevolencia. No iba a perder los estribos por algo tan pueril cómo unas palabras sin fundamento ni verdad. Entrecerró suavemente su único ojo servible y con éste repasó con cuidado el ente que tenía delante. ¿Demonio u Shinigami?. Sin lugar a dudas pondría la mano al fuego por una de esas dos razas. Constaba del ego propio del Shinigami y la maldad oscura de las retorcidas palabras de un demonio.

- Los juegos no tendrían que ser tomados en broma. – Y cómo dueño de una prestigiosa juguetería entendía bien las razones por las cuales hablaba, no obstante, su mirada dejó de ser tan calma. Aún seguía manteniendo ése porte tan arrogante cómo seguro, dando por hecho que no sentía miedo alguno ante la presencia de la que tenía delante.

Su entrecejo se frunció casi imperceptiblemente al ver la sonrisa en el rostro de Ciel y como su expresión parecía volverse mucho más seria al este entrecerrar su orbe azulado mientras su analizadora miraba no se despegaba del cuerpo de la pelirroja.

Ella no parecía sentirse aludida o molesta por la... "Curiosa" mirada del humano frente a ella, poco le importaba lo que este estubiese pensando a menos que le incumbiera de alguna forma, y lo dudaba bastante.

- Yo no dije que así lo hiciera -dijo rectificando al joven que parecía querer retarla, obteniendo palabras desafiantes a cambio de su intento por tal acción.

- Tu arrogancia te costará la vida pequeño, pero parece ser que ese momento aún no está tan próximo como parece -comentó mirándole, ahora sí, con interés. Aunque algo mínimo dicho sea de paso.

No le interesaba por sus palabras, pero puede que su confianza ante un ser al que ni por asomo podría matar y contra el cual no tendría posibilidad alguna sin su demonio cerca le agradaron. Después de todo, un humano con corage era algo que escaseaba en aquellos tiempos.

Puso ligeramente los ojos en blanco. Le amenazaba para posteriormente lamentar no poder cumplimentarla? ¿Qué clase de ser era aquel?. Obviamente, sus siempre finos sentidos lograron hacerle entender por fin que aquella no era una persona, al menos, no una normal. Quizás se trataba de una cómo Agni, no obstante, lo mejor era no provocar. Ser perspicaz, no provocar.

- Mi momento está sellado. – Ladeó la cabeza cómo aquel que no entiende una orden directa y una falsa aunque dulce sonrisa postuló con tranquilidad sobre sus antes tensos labios, dedicándole aquella falsedad que en ocasiones tan orgulloso estaba de llevar consigo.

Su momento estaba sellado, su hora había sido pactada y nadie, absolutamente nadie le arrebataría la vida sin antes haber cumplimentado su más retorcido y oculto secreto. Por ahora, se comportaría cómo el perro de la reina. Fama, poder, fortuna... Lo quería todo. Todo, para que pronto vinieran a buscarle.

- Y lamento que usted no sea la merecedora del título de mi alma, Lady. – Se quitó la boina de la cabeza y procedió a hacer una elegante reverencia que dejaba ver con aún mayor calibre que no se trataba de una persona de inexistente educación.

- Eso no es algo quw tú puedas decidir -respondió al primer comentario de Ciel con cierto sarcasmo sin darle importancia a la pregunta sobre su naturaleza que rondaba la cabeza del conde que, ni siendo formulada, contestaría por las buenas.

- "Aunque quizás puedas cambiarlo..." -pensó para sí misma pues él no sería el primer caso de humanos que debían morir y seguían con vida.

Madame Red, también conocida como Angelina Durless, era el ejemplo más claro y factible de ser la excepción que confirma la norma. Los shinigamis podían ser demasiado caprichosos en cuanto al poder de otorgar la muerte o dejar la vida aunque Sandari era de las pocas que se mantenía imparcial. Al menos en los tiempos que corrían y en los que ya habían pasado.

- No me interesa tu alma. Yo solo cumplo aquellos trabajos que me son asignados -le rectificó dando a entender que no tenía intención alguna de llevarse su alma ni ninguna otra que no estuviera apuntada en su cuaderno y revelando, de forma disimulada, su raza a aquellos que hubieran oído hablar de ella.

Aún así sus palabras también podrían confundir al ojiazul pues perfectamente podría tratarse meramente de una cazarrecompensas demoníaca. De ser el caso, no sería la primera de esa clase y la pelirroja ya había tenido la "suerte" de toparse más de una vez con dichos seres.

No correspondió la reverencia del joven Phantomhive aunque si la aceptó al relajar la expresión de su rostro mientras cruzaba sus brazos en una posición calmada, como si esperase que el muchacho le dijese algo más o, en caso contrario, irse del lugar.

Sonrió con descaro. Oh, no estaba interesada en su alma; Buenas noticias. Así no tendría que recurrir a Sebastián para eliminar a esa cuya enigmática presencia le había distraído. – Si, yo decido sobre el destino de mi alma. –

Ahora podía, sin lugar a dudas afirmar que esa chica era una Shinigami. Ninguna raza se preocupaba tanto por la recantación de almas. Pocos eran los demonios que de ello se encargaban y además, estos solían interponerse mediante pactos. Pactos cómo el suyo. Podía ser también una sicaria, pero no. Carecía del silencio de una. Nadie escapaba de las siempre acertadas difamaciones del heredero Phantomhive. Nadie.

Una vez se enervó de su exagerada reverencia procedió a recolocarse la boina que portaba sobre sus azulados cabellos y sonrió con esa falsa pureza a la dama que tenía delante. Después de todo, era un caballero con modales; De poca edad, pero uno a fin de cuentas.

- Tenga cuidado. – Susurró, siendo consciente que aquella sería capaz de escucharle y lentamente, procedió a caminar hacía delante, llegando incluso a pasar por un lado de aquella fémina figura. – Por aquí merodean criminales. -

Así, se hizo el desentendido. Cómo si no hubiese atendido a las explicaciones ajenas, cómo si no hubiese llegado a ninguna conclusión. Cómo si realmente, hiciera creer a aquella que él pensaba que se trataba de una humana cuando era plenamente consciente de que no se trataba de aquello.