Derrumbado [Libre]

Cerró un poco los ojos cuando la voz retumbó en su cabeza y en toda la habitación. La catedral.
Se desesperezó con tranquilidad, como sino le sorprendiera nada la voz. Esbozó una sonrisa como sino le importara nada y con cortesía realizó una pequeña reverencia, mientras su brazo derecho cruzaba su pecho. De alguna forma conocía de vista o de boca de otros al monsieur... conde de Lioncourt.

-Bonsoir, monsieur -dijo con una pacifíca expresión. Esperando poder seguirle la conversación.

Recostruyó la historia de la Notre-Dame dentro de su cabeza, cada dato relucía en sus pensamientos.
"Nuestra señora"

-Por supuesto, sé también a quien fue dedicado y que influencias contiene este lugar.-Concluyó con una risita desprevenida, tal vez por el nerviosismo.

Suspiró pesadamente, al contrario que el otro. El pelirrojo se sentía algo acalorado a pesar del tiempo.
Precedió la respuesta en su mente, podía simplemente negarlo y decir que ya se iba. Pero en ese momento el aburrimiento era lo único que quería matar. Divertirse.

-Visitar y tal vez para realizar otras cosas que me conciernen personalmente, monsieur -respondió una otra sonrisa dibujada por la malicia.

Lamento su torpeza al hablar, al parecer solamente rehuía con su ánimo y comportamiento a la persona que tenía delante.
Echó un largo suspiro mientras se acomodaba sus cabellos entre sus humanos.
Ni siquiera una sonrisa le quedaba. No era una noche "maravillosa".

-Claro -fue lo único que pudo articular. No se había dado cuenta de lo imponente que resultaba la apariencia del otro, hasta intimidante.

Luego se sintió un poco cohibido por la malinterpretación de sus propias palabras, la verdad había mentido por extensión de una frase.
"Pésimo"
Suspiró mientras sus hombros caían.

-Ya los he terminado, pero si desea retirarse... está en su derecho -concluyó mientras se limitaba a pararse y decidirse entre quedarse o correr hacia la entrada.

Miró hacia afuera, alguna gotas descendían del cielo.

Abrió la boca para decir algo por lo menos inteligente, se quedó sin voz.
Vio la figura del señor encaminarse hacia el altar, que por esa noche solamente se guardaba una gran vela que iluminaba gran parte del lugar. Apenas se le ocurría pensar en algo productivo.
Pero sonrió.
Cabeceó la cabeza hacia la izquierda mientras el otro había pronunciado su frase, mientras entrecerraba sus ojos ya algo pensativo.
Pero la invitación por parte suya no sonaba mal, estaban cerca de horas pactadas por las estrellas. Ya estaba de noche.
Creyó ver algo puramente brillante, en la boca del otro. Sacudió la cabeza mientras formulaba su próxima frase.

−Estoy libre, lo que usted quiera. −habló por fin con una voz algo ronca. Tal vez fascinado.

Se levantó tratando de quedar a una distancia prudencial del otro.
No era que sentía que le rechazarían.

La risa se esparció por toda la catedral, expandiendo el eco de esa maravillosa voz que lo había pronunciado. Claude sintió un poco de confusión ante el hecho de que tomar una copa con él fuera a aparentar una ironía. Después de todo era un pobre ignorante de las palabras del otro con su connotación privada. Le sirvió una sonrisa cortés como quien comparte con naturalidad el anterior extraño gesto.
Decidió tomar la palabra ya que este se estaba convirtiendo en un invitado.

─Dos copas, estarían bien. ─coincidió con una segura voz que no se echaría atrás con esa oferta.

Pensó en el lugar donde ambos irían, no muy lejos creyó recordar que había un lugar exacto para ellos. Pero tendrían que ir rápidamente porque sino la lluvia podría arruinarles el plan. Y el conde ojos azules ya sentía la ansiedad.
"Pero que sea una copa fría"
Agachó un poco la cabeza mordiéndose el labio ante la idea de una copa dentro de un cristal, ciertamente eso se le antojaba gracioso. Se río apenas y escondido para luego volver a escuchar las palabras del otro.
Al parecer se había sentado sobre aquella mesa de altar, con un mantel blanco tan blanco como la nieve. Se paró con una gracia que provocó un poco de envidia en el joven pelirrojo.
El nombre del sujetó acarició el oído de Claude que hizo escapar como repitiendo su nombre, sin pensarlo en su mente.
"Conde Lestat De Lioncourt"
Hizo una lenta reverencia, clavando la vista en el piso del lugar. Oscuro.
Volvió a levantar su cuerpo de la posición.

─Conde Claude Saunière. Un placer Conde Lioncourt. ─replicó a la presentación ocurrida entre ambos condes.

Entrecerró sus ojos con suavidad, ahora seguía el siguiente.

─Entonces si vamos a tomar un par de copas, ¿Por qué no dejamos a la Notre Dame y a su silencio a solas? ─ofreció tendiendo su mano hacia el de cabellos oscuros.

Dejó caer el brazo mientras esperaba que el conde Lestat de Lioncourt le siguiera por ese camino que terminaba en las puertas de la catedral.
Volvió a dejar que una sonrisa abierta para que ambos continuran con tranquilidad.

Su mente se puso en blanco, tal vez hablar demasiado le había abrumado un poco la memoria. Intentó recordar un buen lugar donde ambos se sintieran cómodos, sin llamar la atención demasiado. En ese momento no era el preciso caso.
Pero una pequeña idea captó su atención, se río ante su poca rapidez de entendimiento.
Vio como el otro conde Lioncourt descendió grácil con esos movimientos que Claude sentía que jamás podría igualarlos. Algo de ese sentimiento le llevó a responder antes de perderse en sus pensamientos.

—No sé si sea un buen guía, conde Lioncourt pero aún así daré mi mejor esfuerzo —replicó mientras se arreglaba la chaqueta de manera distraída—. Pero seguramente el lugar a donde iremos tendrá su peculiar encanto.

Espero hasta que el otro le siguiera el nivel de pasos, hasta llegar a donde el carruaje del conde Saunière esperaba.
Exclamó un par de órdenes al cochero mientras miraba hacia el oscuro cielo, Perfecta hora para aprender a comenzar algo nuevo.

—Déjeme guiarle al Bar Neutral Zone —explicó pacientemente—. Por esta ocasión esperemos que no termine en puro espectáculo.

Avanzó dentro del carruaje azul que se imponía ante todo ese ambiente afuera de la catedral. Escuchó una voz sorda que hizo arrancar a los caballos para que luego movieron el coche.
Volvió a sonreír.

—No está muy lejos, así que no se preocupe por el tiempo. —