Solo pasos... ( Libre )

Sus ropas eran las de conde, bueno, las que él solía usar de conde. El pantalon de cuerpo, las botas con amarras, el particular abrigo azulino con blancos pelajes en sus bordes, su cabello peinado ahcia atras dejando ver la marca en su frente. Sus manos como de costumbre ivan descanzando dentro de los bolsillos, sus pasos silenciosos entre hierbas, le llevaron en su "paseo" hacia lo que fué un abandonado castillo que no mostraba señales de vida palpitante.

Abriendo las grandes y rechinantes puertas con ambasmanos liberandolas de la piel de su abrigo, estas apenas si opusieron esfuerzo anets de ceder a los empujones e los brazos del conde que descanzaron cuando ya se encontraba dentro y las puertas se iban hacia atras para cerrarse. Hm.... Estiró su zurda y puso todos sus sentidos en alerta. En su mano apareció un libro de roja portada, por ende tambien un aura algo purpura, dificil de ver para alguien sin un cierto don espiritual, rodeaba su cuerpo. Asi como tambien otra presencia se hizo presente en su cercanía. Sin más comenzó a exploar el castillo en busca de quien sabe que.

Nadie se acercaba a dicho castillo, al parecer el aspecto lugubre del lugar espantaba a las personas... a los humanos especialmente, pero no al pelirrojo que adoraba aquel lugar. Esa noche en particular había llegado para subir a la torre más alta, donde supuestamente se encierran a las princesas. Irónicamente si había una princesa en aquella torre, y no era el pelirrojo, si no que una joven de rubios cabellos ondulados y ojos ambarinos. Cedada con opio y laudano yacía inconciente en la mugrosa cama de aquel lugar. Sus ropas dejaban en claro que se trataba de una mujercita de alta sociedad, no superaba los 17 años de edad.

El pelirrojo acababa de salir de la habitación cerrando la puerta y pasandole un madero a modo de tranca y bajaba por las escaleras con una sonrisa de sus acerrados y agudos dientes. Su cabello ondeaba en su extravagante caminar al igual que su chaqueta roja, no llevaba armas visibles pero si sus dedos enguantados en seda negra jugaban con un cortaplumas dorado y plateado con el el escudo de la familia Voltaire en su mango. Venía tarareando una tonada pero se silenció y se enserió al oir el ruido chirriante de la puerta principal al abrirse. Le resultaba increíble que alguien entrase a aquel lugar así que decidió investigar.

Bajó las escaleras y llegando al salon que precedía el recibidor, donde aún se encontraba el shinigami con el libro carmesí, miró la araña de madera y bronce del techo, objeto bastante rustico pero suficientemente fuerte para sostenerlo y sin dudarlo saltó hacia allí acomodandose contra la gruesa cadena de la cual colgaba. Allí se limitó a esperar que el inesperado invitado llegase para observarle tranquilamente.

( Hijo de... xD )

Adelantandose aquella presencia que bueno, aquel que esperaba a verle si podría ver claramente, un pez blanco de dos metros d elargo, un radio de 40cm de hancho y disminuyendo hasta su escamosa cola que en realdiad eran solo placas. Una enorme mandibula que parecía ser el cuerpo entero del animal y unos simpaticos ojos rojos que miraban todo a su paso hasta entrar a la habitacíon y toparse con el pelirojo a unos metros de altura de él.

El conde Siguió los avances por medio de deslce de su "mascota" al ver que esta se introducia a un cuarto algo.. lugubre, aunque asi era todo el castillo. En cuanto vio que aquel animalito había encontrado algo, sonrió casi con ternura y y levantó levemente una de sus cejas. Parece que despues de todo si había alguien...

Acompañaba, como siempre, al joven Kuroro, resguardando su espalda, claro que sin ser percibida... Gran don nato de los vampiros. Y era mejor al ser de noche, las penunmbras, amigas fieles de Murder, la ocultaban de toda vista normal.

Sus pisadas eran silenciosas, e iban al mismo ritmo que las de Kuroro, así que era poco probable que él se diera cuenta, aunque no era imposible, debido a su gran astucia.

Ingresó al castillo, provocando la clusura del portón de entrada. ¿Iría el joven Kuroro en busca de diversión? Pronto, con sus iris doradas, identificó aquel libro rojo en una de las manos de Kuroro, aparecido de la nada. Sonrió.

"Así que no es humano..." Poco a poco iría descubriendo las verdades de aquel hombre tan misterioso e interesante. Le siguió varios pasos atrás, llegando a divisar a aquel pelirojo de extraña expresión. Se detuvo al mismo instante que lo pudo haber hecho el duque.

Permanecía en silencio cuando alzó la mirada encontrándose con aquel pez, soltó un corto grito y retrocedió cayendo de lleno en el piso frente al conde. Levantándose sacudió sus ropas mirando con desprecio aquella criatura de ojos rojos - ¡Arg! Qué bicho tan espantoso – comentó y miró al pelinegro el cual estaba a unos cuatros metros del y volvió a sonreír con su aserrada dentadura a la vista [color=red]- ¿Buscando tesoros abandonados como lo está este castillo? –[/b] le preguntó desviando su mirada amarilla a las sombras detrás del pareciéndole “sentir” algo pero sin prestarle atención volvió su mirada coqueta al pelinegro.

Quien podría evitar reirse frente a semejante caida de lo que en realdiad era un payaso de dios de la muerte. Llevó su zurda a taparse los labios en una tiritada risita caprichosa y algo pituca.

Terminando dicho acto, miró al compañero de trabajo o quias solo de raza y le dedicó una sonrisa de saludo. Él no se había percatado de la presencia de conocida damicela, pero sí su guadaña viviente de ojos rojos que danzaba en el aire con cierto chillido lanzado anteriormente cuando le dijeron "bicho espantoso"

La verdad era solo un paseo por las afueras de la ciudad. Dijo respondiendo a su coqueta mirada con indiferencia y sencilles. Aunque pensé no había nadie aqui. Realizó un ademan con su zurda y luego la metió en su bolsilo del abrigo.

¿ Qué es lo que hace usted aqui, buscando tesoros ? Cual juego de palabras. El pez bajó y tras darle una vuelta como de burla al pelirojo, se lanzó en siseante picada hacia la dama oculta aunque sin delatarla, solo se acercó a esta como si le intentara.. oler.

A diferencia del shinigami Grell, Murder, no sentía asco ni se inmutaba de ninguna manera ante la fea figura de la bestia... Es más, lo veía hermoso... Quizás no era un divino ángel, pero su trabajo era algo que ella valoraba mucho. Así, inclinándose ante el pez, le acarició desde las sombras con su mano diestra, suave y cariñosamente, tanto como lo hubo hecho con el mismo dueño hacía unos días.

Tenía un encanto sobrenatural. Dejó de mimar a la bestia y fijo sus iris de oro viejo opacadas por las tinieblas en aquel pelirrojo... Nunca antes le había visto y varios aspectos suyos le causaban rareza: sus dientes, su actuar, su voz, su expresión... Lo vio como un completo maníaco. "Qué raro es ese tipo", pensó mientras era olida por la apasible bestia blanca. Sintió un liigero cosquilleo.

Refleccionó un poco... ¿sería que por ser una muerta viviente podía ver a un animal de esa naturaleza? ¿Cómo es que había aparecido sin más? ... "No es un simple humano", reconfirmó su primer pensamiento tras ver la aparición del rojo libro.

Suspiró algo pesado moviendo su cabeza a un lado y su cabellera carmesí ondeó en ese movimiento un poco sobreactuado a la vez que subía su mano al pecho señalandose con su dedo enguantado - ¿Yo? Pues solo vengo aqui a meditar. Este castillo es mi retiro espiritual - rió al decir esto restandole credibilidad. Volvió a bajar su mano mirando por encima del hombro del shinigami pelinegro mirando al horrendo pez, a su parecer. Notó el movimiento de las sombras notando la presencia ahora que era más obvia pero no le importó volviendo a mirar al shinigami.

- ¿Me harás companía? - le miró coqueto ladeando su rostro y agitando sus espesas pestañas negras a travez de sus lentes sonriendo con su aserrada sonrisa - ¿Serás mi compañero espiritual? -

Como si chupase un limon, sus labios se estiraron y luego se arquearon junto con sus cejas, sus ojos algo cerrados y casi hasta podría habersele desordenado el simple pero fijo peinado que llevaba. Era desagradable ! Aquella mirada coqueta, esas pestañas sobrenaturales y esa sonrisa punteaguda ademas de su asquerosa y melodias voz.. ciertamente debía ser un shinigami unico en su tipo, pues nucna antes vió alguno semejante. Ehhh.... Apenas sus labios se abrieron cuando en realidad no sabía que contestar.

De pronto, un sonido similar a un gemido, un "ronroneo2 proveniente del pez, le llamó la atención haciendole voltear por sobre su hombro y ver asi a las tinieblas que sencillamente se claraban a sus ojos mostrando algo de blancura...bastante reconocible. Mu-Murder.... Pronunció curioso y casi inaudible. Ahora si tenía todo un caso, delante a un... hombre bastante especial pidiendole compañia y detras a una mujer que no le era en lo más minimo desagradable, ¿pero que rayos hacía aqui ?

Salió, casi como saltando de la oscuridad. La punta de su bota derecha tocó primero el piso, suavemente como una misma pluma cayendo sobre él. El resto de su cuerpo siguió el movimiento; su esbelta figura fémina quedó a exposición de ambos shinigamis, llevaba puesto un albornoz negro en su totalidad, aquel que era de un cuero más resistente que el diamante, y por debajo, ya debía imaginar Kuroro, su vestido de blondas, el mismo que siempre llevaba vistiendo.

Sonrió pícaramente, como de costumbre. Sus brazos, aprovechando estar a espaldas de Kuroro, se enredaron en su cuello...Era una vampireza tan ligera que colgaba de él sin molestarle - Supongo que mi señor Kuroro aceptará siempre y cuando esté yo... - respondió a la propuesta de Grell por Lucifur con una mirada afinada, fija en ese ser extraño.

Miró a la vampiresa que se descubría de las sombras con gracia y delicadeza como si flotase en el aire. Frunció su nariz en un gesto similar al asco y volteó su rostro - Ahora entiendo por que a las mujeres le dicen perras, hay una callejera en cada esquina - dijo al aire volviendo su mirada con desdén a la aludida.

Suspiró cerrando sus ojos y volvió a sonreir mirando al shinigami con el libro carmesí en su mano - Aunque si tanto te gusta podemos dejar que ella mire~ - le comentó acercandose y acariciando los labios ajenos con su dedo retirandolo enseguida como una simple gracia.

No se movió un centimetro, dejando así que los deicados brazos de la peliplata se treparan casi inexistentemente por su cuell, su ceño se frunció cuando escucho el " Mi señor Kuroro" pero no era importante, ya le haría un leve cuestionario. Aunque siendo un terreno aparentemete libre, sería torpe incomdoarse por encontrarse allí con quien fuera.

Al oir las ofensivas palabras de Grell hacia su conocida. Oiga....- Se volteo inmediatamente de rostro solo para sentir como aquel dedo blanco era pasado por sus labios con aquella picardía que ya le causaba escalofrios desagradables.

Notoriamente su cuerpo tembló estremeciendose de... asco y Murder lo pudo sentir más que bien. nada pudo decir, un rubor aunque solo por inercia, le tiño levemente el rostro antes de que apretara los dientes y su mirada se tornara tajada, sus oyuelos del rostro se marcaran y sus cejas se alzara en una mriada asqueada, aburrida aunque no enfada de realidad, sino momentaneamente incomoda. ¿ Puedes dejar de... insinuarte.... ?

No se inmutó ante las agresiones verbales de Grell, manteniendo la sonrisa pícara en su faz; sin embargo, cuando éste osó acariciar los delgados labios de Kuroro, la vampireza frunció el ceño, fastidiada, con recelo en el interior, y sintiendo la escalofriante asqueada que había sufrido Lord Lucifur desapareció y reapareció en la escena, virtud entregada a los vampiros desde centenares de años de poder moverse entre las sombras a gusto, en fin, reapareció al lado de Kuroro y con su mano derecha tomó con fuerza la muñeca de aquel desgraciado pervertido.

- No te atrevas a tocarle sin su concentimiento... Ya oíste ... deja de insinuártele - le gruñó presionando la muñeca del shinigami con más fuerza.

Soltó una risa al verle asqueado, pues en parte era su intención pero esa risa se detuvo al sentir su muñeca aprisionada. Ladeó el rostro hacia ella mirandole cínicamente con una sonrisa bastante amplia, algo amenazadora tal vez, levantó su mano libre hasta la altura de su pecho y posicionó sus dedos en forma de garra, sus uñas carmesí parecían teñídas con sangre brillante pese a que simplemente ese eran su color - ¿No sabes que no debes tocar a una diva? - un zarpazo, como si fuese un gato se soltó hacia ella arañando el vampirico brazo cortando telas y carne como si sus uñas fuesen cuchillas. Tirando de su muñeca la zafó del agarre y saltó hacia atras sacudiendo su mano manchada de sangre mirando a la fémina dejando momentaneamente de lado al shinigami - Te sienta bien el rojo, quizas debería embellecerte un poco, querida -

No era nesesaria aquella acción, no sabía si defenderla o si dejarle sentir las garras del shinigami. Con el seguro caracter de la vampiro, Sin embargo tal vez se armara una pelea, ella impuslsiva y el pelirojo parece que... algo "tocadito"

¡YA BASTA! Impusó cambiando su semblante de sorpresa a uno simplemente sereno, su voz se volvia mas "amachada" y sus acciones eran claras e imponentes mediante su cndición de duque. No esperaba esta clase de sucesos en su paseo.

Al mismo momento que sacaba las largas garras rojas, su mano diestra soltaba, por intuición y reacción, aquella muñeca; lamentablemente le llegó a rozar, sacándole sangre. Su expresión fue de fastidio, un quejido salió de sus labios desdeñosos. "¿Una diva? Maldito trasvestido...", decía para sí, en su mente.

"Te sienta bien el rojo, quizas debería embellecerte un poco, querida", escuchó.

- ¡Já! Para que veas, el rojo me sienta bastante bien, aunque es imposible embellecerme más... -replicó con arrogancia- ... Sin embargo, contigo es una lástima... Estás lleno de ese carmesí tan preciado para algunos y no te queda nada bien. Se te ve horrorosa, "diva" - sonrío con antipatía, continuando con su desdén.

Sus piernas se estaban flectando levemente, sin perder su figura esbelta y femenina, su diestra, perteneciente al dañado brazo, tomaba el mango curvo de su paraguas... Su sangre había sido lanzada al piso de una manera despectiva... Ella iba a continuar el juego, aunque... "Ya basta", oyó decir, casi ordenar. Su mano se detuvo, y todo su cuerpo por igual.

Se irguió de nuevo, sus dedos diestros se deslizaron por ese mango del paraguas bajo su albornoz; giró su rostro sereno a la figura de Kuroro, en silencio. Le observó con esos grandes ojos de doradas iris y sus labios entreabiertos... Le sonrió.

La sentencia del conde le hizo volver su mirada despectiva a él, podría ser de la alta nobleza pero no por eso su voz intimidaba al shinigami y mucho menos le obedecería, más aún cuando le habían insultado. Volviendo a mirar a la peliblanca un gesto de asco se formó en su rostro - ¿Qué puede saber una escoria como tu de moda? - replicó negando con su cabeza dramaticamente como si fuese algo imposible - Y ataa~anta arrogancia... Creo que ni aunque sumida en dolor y desesperación cada gota de tu sangre bañe tu deforme cuerpo quedarías hermosa, pero al menos dejaría de dar asco, querida - Adelantó un pié hacia ella mirandole de soslayo con soberana sobervia.

Se había convertido en una discución meramente estupida y sin sentido, almenos apra el conde. Este apoyó su codo en su mano izquierda, y posó su derecha en su frente suspriando agotadamente frunciendo el ceño. El pez se deslizó ahcia el y como si de un abrazo se tratase, le envolvio trepando por todo su cuerpo emitiendo un leve gemido curioso y quedando boquiabierta. El conde solo le asintió y guardó silencio.

Ya no respondió a Grell: sabía que pelear con él era inútil. Sabía, además, que ella era preferida por Kuroro. Sonrió al pensarlo.

Se acomodó el cabello lentamente, al mismo tiempo que el pez subía por Kuroro y al detenerse, Murder también lo hizo. Su platinada cabellera estaba semi enrollada, cayendo por su hombro derecho; su flequillo cubría a penas la mitad de su rostro, su mirada entreabierta estaba clavada en Kuroro y en su expresión de vergüenza ajena. Río.. soltó una inevitable risa tan natural: al conde se le veía tan lindo apenado... Aquellaescena le trajo un pequeño recuerdo que le hizo ruborizar.

¿Grell le podría ocasionar al conde las mismas sensaciones que ella había podido hacía algunos días?

Con dos pasos se acercó al duque Lucifur e inclinándose a su hombro derecho, con una posición parecida a la de la primera noche de su encuentro le susurró dulcemente con sus húmedos labios-: Búsqueme afuera... cuando haya terminado su charla con... "éste" -terminó en forma despectiva, sin perder la sensualidad de mensaje.

Se despegó de él en un movimiento infantil con las manos hacia atrás, giró su cuerpo hacia la figura del otro shinigami, le brindó una cínica sonrisa de ojos cerrados, le dio nuevamente la espalda y tras darle una última mirada afinada al conde, y una tierna al animal, dio unos pasos hacia las sombras de donde había provenido y desapareció.

Poco le importó el acercamiento de esta al conde y debido a su evidente desconocimiento de sus practicas de cortesana con dicho noble el pelirrojo se dió por desentendido a dichas aluciones. Al retirarse la peliblanca el shinigami caresí volvió a sonreír al conde y su pez el cual le hacía recordar a una cria de Leviathan - El destino nos deja solos nuevamente, My Lord~ - unos golpes hicieron eco sordo en el lugar seguido por el pedido de ayuda de una voz femenina. El pelirrojo alzó cerró sus ojos y sus labios manteniendo su sonrisa mientras escuchaba con atención antes de volver a mirar al pelinegro - Mmm... mi invitada llama, me gustaría quedarme más tiempo pero no me gusta hacer esperar a una invitada de honor - dijo con notoria gracia en sus palabras.

Una espeie de tic atacó su ojos izquierdo que se mantenía cerrado. nuevamente tenía ganas de apuñetearle la cara pero cuando pensó en voz alta para decirle algo.. un sonido de olpes y el desviar de la mirada de este singular pelirojo le hizo cabiar su semblante.

Escuchó atentamente sus palabras, pero "ignoró" los hechos que pudiera acontecer allí. Vaya tranquilo... Dejó el espacio para que quizas lograra almenos tener el nombre de dicho personaje, tal vez investigara un poco en un futuro cercano, pero por ahora el ambiente le socofaca por lo que se despidió con la mirada y dandose media vuelta, haciendo desaparecer a su pez, comenzó a caminar hacia afuera para ver que quería la peliblanca, ademas de que aprovecharía de preguntarle el por que le seguia.

No se dió por aludido al revelar su nombre por lo que le miró irse hasta que un grito desesperado de auxilio le hizo volver a su tarea. Sacando de entre sus ropas su singular guadaña emprendió camino hacia las escaleras en un paso sofisticado y femenino anteponiendo un pie al otro al cainar dejando que el golpe de los tacones contra el piso hiciese eco. Era escalofriante el hecho que su caminar, su ropa, su cabello ondeando, la posición de sus manos y brazos le hiciesen parecer sin duda una mujer sensual si era visto de espaldas.