Los párpados comenzaban a pesar con mayor voracidad que anteriormente y estaba convencido que de un momento a otro terminaría por quedar dormido en cualquier posición que el contoneo del carruaje le permitiese. Estaba cómodo, pero ése fundamento tomó más fuerza cuando su hermana le abrazó con ésa suavidad tan propia en ella. Lo sabía. La vampiresa no había pasado por alto las miradas que le hubo estado dedicando al músico... Era prácticamente imposible engañar a su pariente. No obstante, no pareció molesta en lo más mínimo y de un modo tan discreto cómo perspicaz le estaba ayudando a tener más cerca de aquel extraño y extraviado pasajero que pronto rondaría en un nido de vampiros. Hubiese sonreído si no fuera que el sueño se agarraba a él con tal fuerza que le tensaba todos y cada uno de los músculos, impidiéndole incluso bostezar.
Buscó casi inconsciente más de los roces con su hermana y fue así cómo su frente se dio por acomodada en una de las finas curvas que presentaba el cuello femenino, permitiéndole a la otra aún divagar por su mejilla con las yemas cómo hasta ahora. No quería romper ése fino contacto que le hacía sentirse integrado en la conversación aunque él no fuera participe de la misma. Sus frases más largas en los últimos tiempos no habían sido más que monosílabos juntos. La única capaz de arrancar una coherente frase era sin lugar a dudas quién desde un principio le tendió la mano. Ella. Sólo ella.
Por fin dejó de aferrar el abrigo prestado cómo si su inmortal vida dependiera de ello y dejó al descubierto su rostro, tan enrojecido cómo los luceros de aquella que era su pariente en lazos oscuros, aún y así, no se movió de su posición, pereciendo escondido entre la suavidad del cuello de su compañera. Era vergonzoso pensar que incluso para algo tan trivial necesitase la ayuda de aquella que siempre venía en su busca. De todos modos, se sintió agradecido pues por fin el de luceros azules se aposentó frente a ambos pudiendo distinguir aquellos orbes dirigirse hacía los entrelazados cuerpos de ambos.
Desde esa posición en la que se encontraba el huésped y escondido cómo se estaba vagó la mirada por los perfiles ajenos, por primera vez, con detenimiento. Ignoró de qué hablaban, su mente se desconectó de la conversación, demasiado cansado cómo para siquiera seguir el tema a tratar. Sin lugar a dudas su perfil era hermoso, algo contradictorio al timbre de su voz. Quizás demasiado grave. Sensual, no obstante. Un ente con un quizás desconcertante pasado, uno que su imaginación comenzó a trazar mientras sus parpados se dejaban ya cerrar por aquel duende invisible del sueño. Suspiró suave y profundo. Hacía también incontables lunas que no se dormía junto al cuerpo de su hermana... Sólo y únicamente, recordó, fueron las primeras noches en aquella mansión que ahora compartían. El cuerpo que mediante un abrazo le transmitía seguridad en su nueva y adoptada condición.
Se perdió totalmente de los otros dos. Ya no veía, no escuchaba. El paseo que efectuó por las calles del pueblo le había arrebatado lo poco de energía que la abstinencia de rojo le hubo dejado. Eso, sumado a la interminable clase de violín fueron detonantes suficientes cómo para que su cuerpo, demasiado débil por su condición adolescente cediera ante cualquier resquicio que le permitiese descansar cómo era debido. Cómo si de una cuna se tratase, el gentil balanceo del carruaje no se le hacia incomodo si no que por el contrario, le arrullaba aún más. El destino estaba cerca y la luna ya baja.
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[ Of: Pueden dejarlo aquí si gustan.~ Yo les seguiré. ]