Una "cálida" bienvenida.

[Nota: La siguiente en postear será Lin. Luego asistirá Auroxia.Voltaire. No se permite a nadie más en éste primer post. ]

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El puerto… Allí se encontraba conjunto a su gemela en espera del carruaje que supuestamente les llevará ante dicha mansión. En cada mano sostenía las maletas que contenían sus pertenencias.
El carruaje tardaba, por suerte no hacía mucho calor, así que podría aguanta bien, sin embargo… Miró por el rabillo del ojo su hermana, parpadeó y resopló.
¿Dónde se había metido? Miró a cada lado de donde se encontraban, no muy lejos pareció observar uno… ¿Sería el suyo? Ante la duda el pequeño carruaje se fue acercando hasta quedar delante de ambos.

Dejó con tranquilidad las maletas al suelo para ir donde estaba el hombre, preguntándole si era precisamente aquel, vale, al parecer sí que era, así que condujo sus pasos hacia la puerta para poder abrirla en donde supuestamente ella subiría e incluso extendió su mano diestra hacia él, ayudándola a subir, una vez echa la acción, cerró la puerta y agarró nuevamente las maletas y las dejó en su sitio. Bien, ya estaban listos para partir… Cogió aire y se dispuso a sentarse en el espacio que había donde estaba el hombre que llevaba los caballos.
Un paso menos para estar allí… Curioso, se podría decir el estado en el que se encontraba ahora, pero no deja de ser que… Giró un poco la cabeza, no más de sus hombros, en donde observó el carruaje. Ella… ¿Cómo estará al saber eso…? De seguro que nada bien…

Pasaron minutos desde que prendieron viaje desde el carruaje, no quedaría mucho, o eso supuso, en cuando iba abrir sus labios para preguntarle, el “conductor” se detuvo delante de una gran mansión, señaló con el dedo índice a la vez que miraba de nuevo al hombre. -¿Es aquí…?- Preguntó, y sin más, el hombre asintió.
No sabía la razón, pero aquel lugar no llegaba a gustarle mucho… Curvó un tanto los labios y bajó de donde se situaba.
Llegando de nuevo a la pequeña puerta, la abrió y volvió a extender su mano para ofrecer su ayuda a su “damisela”

En cuando terminó de ayudarla se dirigió donde las maletas estaban, las agarró con cuidado y volvió justamente al lado de ella, no tardaron en ponerse en camino de nuevo, llegando a parar delante de la puerta, grande, un “hermoso” jardín y demás cosas… Lo miró todo con determinación, ahora tocaba presentarse ante aquella nueva noticia…
Por una vez más, dejó las dichosas maletas a un lado y con su diestra llegó a picar haber si son escuchados.

¡El colmo! ¡Una vergüenza en toda la extensión y definición de la palabra!. Sus pasos se hicieron sonar por la cubierta del barco que previamente hubo compartido con su gemelo, no importaba que no saliesen juntos del mismo; Len se encargaría de su equipaje, ya se encontrarían en el carruaje que les esperaría fuera. Ahora por ahora, prefería seguir profanando mudos insultos al mar que, calmo, parecía burlarse de la situación.

Tanta fue la furia interna que sintió hacía éste que uno de sus finos y caros zapatos fue lanzado por la borda. Gesto totalmente ilógico e infantil si se tenía en cuenta que el mar no pudo sentir el golpe del mismo.
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Entre la multitud de gente que se postraba en el puerto enseguida pudo distinguir el porte de su hermano y con gesto aún tenso por la rabia se dirigió hacía él, descalza en uno de sus pies. Por suerte, su vestido era lo suficientemente alargado cómo para que aquello pasara por alto y sus medias lo necesariamente gruesas para no percibir el suelo que pisaba. Se vistió con sus mejores galas para la tan especial ocasión; Vestido tan largo que barría el suelo pero que realzaba su de por si, aún sin formar figura. Era de un color cremoso y aparentemente suave, pero las telas eran sin duda similares al satén. Sus zapatos (uno de ellos ahora extraviado) eran similares al cristal, hechos especialmente por uno de sus caprichosos, aunque obviamente el material no era más que una casta y torpe imitación de lo que había demandado.

Subió al carruaje gracias al delicado empuje de su gemelo y una vez en el mismo, se enterró de nuevo en sus pensamientos; Siquiera dio conversación a quién era su mayordomo. Pasó el viaje revisando una y otra vez aquella carta que de buenas a primeras llegó para arruinar su felicidad; Otra. Había otra. ¡NO toleraría tal desacato!. Mostraría quién era de verdad merecedora de ése puesto. Quién era la real perteneciente de la casa, de la vida, de los lujos, de...

La voz de su acompañante le hizo alzar la vista; Oh. Tal y cómo lo había imaginado... Y es que, desde las ventanas del carruaje pudo enseguida distinguir la calidad de la morada. Indudablemente de mejor ver de la suya. ¡Intolerable!. Chistó con claro gesto molesto mientras sostenía la mano de su hermano para proceder a bajar del carruaje que les había acercado a los jardines de lo que pertenecía a... Su hermanita. Cuando se aseguró que su mayordomo de gesto parecido tenía cargando todas las maletas, procedió a avanzar.

Lo hizo un par de pasos por delante. Segura y totalmente confiada en su presencia. Tenía belleza. Dinero. Fama. Nadie le arrebataría el puesto en la familia. Nadie.

No obstante, las flores que se entrelazaban graciosamente entre los arbustos le hizo aflorar una sarcástica sonrisa. Su nueva hermana sería la flor de esa casa... Pero ella se encargaría de ser la espina. Se detuvo lentamente en un portón que no reconoció si era o no la puerta principal, pero se apartó ligeramente para que su gemelo fuera quién llamase a la puerta.

No se ensuciaría las manos con tal hazaña.

Cruzó los brazos por debajo de su escaso (más bien, nulo) pecho y dedicó una mirada tosca a las maderas de la puerta. No tardando en desviarla hacía los rosales que tanta gracia le habían causado.

Como siempre eran los deseos de su ama el mayordomo no tardó en aparecer a su lado cuando ella se puso a observar como los jardineros trabajaban en aquel laberinto. Con su porte pulcro y serio se paró detrás de la Duquesa a su derecha para no interferir pero estar a su servicio si se le era requerido.

De nuevo en espera, resopló al mismo tiempo que volvía a picar a la puerta, ¿Por cuánto más habrá que estar esperando? Curvó un tanto los labios ante su duda, en fin… ¿Quién iba a decir que tendrían una “hermana”? Aquello si que aun no se le entraba en la cabeza, como si no quisiera reconocerlo, la noticia había sido tan repentina que ni le dio tiempo a pensarse las cosas, sin embargo, no se preocupaba mucho de ello, si no más bien de ella…. Llevó sus parpados hacia su gemela que se situaba a pocos pasos de donde se encontraba.
Ella era la preocupación, al final, ¿cómo acabará todo esto?

Sin respuestas ante sus preguntas echó un vistazo a su alrededor, observando con cierto detalle las cosas que le rodeaban, fijándose más bien, en un gran jardín de finas rosas rojas, sin dudar alguna eran hermosas… Por una vez más llevó sus luceros hacía la dichosa puerta que aun seguía cerrada frente a sus narices.
De nuevo y cansadamente volvió a picar pero esta vez algo más fuerte, por si los de dentro no lo habían escuchado.

Pero no tardaron en abrirlas, quedándose este mismo con la mano alzada en forma de volver a picar, pero rápidamente la bajó y miró a su gemela. –Princesa…- Le llamó la atención para que pudiera esta mirarle de nuevo, cosa que al hacerlo le indicó que las puertas ya se habrían, significado que alguien se encontraba dentro.
Sin pensárselo agarró la maleta restante y se retiró un par de pasos hacia atrás, quedando varios centímetros de distancia con la puerta, quedando a la misma altura de su gemela.

Por fin las puertas fueron abiertas, cosa que poco a poco se fue visualizando a las personas que salían de esta, tres, para ser exactos, más algunos sirvientes que no tardaron en darles la bienvenida a aquella mansión.
Se los quedó mirando e hizo una gentil reverencia ante los presentes. -¿Señorita Auroxia Voltaire?- Preguntó diciendo el nombre en voz alta, después de haber echo tal reverencia, tenía que saber quien era exactamente, pero lo más seguro es que fuera aquella joven que se situaba entre los dos hombres, bueno, tocaba decir tal noticia, haber que tal se lo tomaba la gente, quizá se queden impactados como se quedaron ellos.

-Traemos una carta para usted.- Afirmó y volvió a mirar a su gemela, quien ella poseía en esos momentos la carta, como si estuviera esperando a que esta diera el paso, quien a saber como podría actuar ella ante tal situación dada. Desde un principio sabía que a ella esta idea de tener a otra no le había gustado, así que… A saber de lo que es capaz.

Una mansión de semejante calibre debería si mas no, tener previstos una serie de protocolos a seguir ante la expectativa de visitas...; Curiosamente, esa casa parecía no tenerlas. Estar esperando allí no hizo más que aumentar su ya de por si ira interna, y sin duda, eso no ayudaba puesto que pronto debería relatar las razones de su visita fingiendo indiferencia y porte elegante.

Aquello no supondría un problema; Sabía fingir.

Sus iris azules deambularon lentamente en dirección a su gemelo para no mucho después, fijarse en cómo por fin los imponentes portones se habrían para dar paso a la que sin duda era la anfitriona con dos hombres a los lados seguidos de algún que otro sirviente de baja categoría.

Ni un saludo profanó mientras era su mayordomo quién dejaba salir la pregunta conforme se reverenciaba. Por lo tanto, ella prosiguió con los brazos cruzados sobre el pecho viendo con claro gesto prepotente a la joven; ¿Sería ella su objetivo?. Se la imaginaba diferente, sin lugar a dudas. ¿Morena?. Padre era rubio. Quién sabía con quién había tenido la desdicha de acostarse. Sabía de la poca inteligencia de su progenitor, por lo que tampoco se alteró en demasía. Sólo debía recordarse de respirar y parecer calma.

Tan buen punto Len hizo el comentario pertinente en referencia a la carta no tuvo más que alzar su diestra y dar a mostrar un ya arrugado sobre de tonalidades amarillentas con la insignia de la familia. Ellos habían adoptado el apellido materno por pura conveniencia, pero no por ello quisiera decir que no perteneciesen al linaje Voltaire. Sea cómo fuere, ella era tan digna de portar el título que correspondía cómo aquella que tenía delante. Seguidamente hizo un movimiento con la misma mano alzada para dar a entender a su gemelo que ahora era su torno de hablar.

- Me pertenecen parte de sus vienes. - ¿Para que andarse con rodeos?. Su filosa y aterciopelada voz de niña impactó cómo un puñetazo tras una previa caricia; Desconcertante para quienes le escuchasen.

En silencio solo se limitaba a ser testigo mudo de los "problemas familiares" y los trapitos sucios de la familia Voltaire. Escuchaba interesado, mezcla entre curioso y que quizas debería estar enterado de dichas cosas para ir a la par de la familia a la cual servía. Su mirada ambarina recorrió a ambos observarlos con recelo, no terminaba por aceptarlos, ni sus modales, ni sus presencias.

Sin dudar alguna era la joven que se situaba al medio de ambos, tan solo mantuvo su mirada tranquila de siempre hasta que el gesto y comentario de su gemela hizo que sus parpados se fijaran en ella por una vez más.
Parpadeó y volvió a mirar a la otra dama, cual se quedó callado ante las palabrerías de ambas, sin embargo ante dicho comentario sarcástico de la otra hizo que la mirase fijamente, ¿realmente era ella? No parecían iguales… Sin más prefirió llevar la conversación a otro lado, ya que podría acabar mal si seguían así.

Cogió aire y se dispuso a contestar a la primera pregunta de la dama a pesar que no podía mencionar palabra sin órdenes de parte de su gemela. –Hemos llegado hasta aquí por el hecho de que nos avisaron que teníamos una “hermana”, cosa que hemos venido a comprobarlo.- Mencionó aclarándole las cosas, más bien haciendo un pequeño resumen de su visita, igualmente, para que se fiara de sus palabras miró la carta que sostenía Lin, no la cogería sin permiso, pero allí se encontraba la verdad.

Pese a ello, deslizó su mirada hacia ambos hombres, en donde les miró tan solo por unos pocos segundos para después volver a mirar a la dama que tenía delante.
La idea de quedarse allí no le fascinaba tanto… Es más, al parecer no habían causado una buena impresión a la morena, o al menos a primera vista se podría ver, bueno, quien sabe, eso se verá más adelante y haber como terminaría ese “encuentro”

Curioso observó como la dama llegaba a extender su extremidad para poder llegar a ver la carta, ninguna otra palabra salió de sus labios, es más, tampoco había tenido que mencionar palabra alguna hace un rato, pero si no cambiaba de tema las cosas no saldrían bien...
Ahora se quedó observando la reacción que tendría su gemela y la dama.

Lanzó una envenenada mirada a su mayordomo cuando éste abrió la boca sin el permiso adecuado. ¿No le había indicado que guardarse? ¡Ella sola podía con la situación! No necesitaba apoyo verbal ni moral. Además, lo dicho por éste no era del todo cierto... No en su caso. ¿Conocer a su hermana?. En absoluto. Lo que anhelaba era aquello que estaba a espaldas de los tres desconocidos individuos; Mansiones, poder, aún más riquezas. Tenía que quedar claro; La avaricia era su pecado.

Una fluctuosa sonrisa perfiló sus rosados labios cuando la morena hizo amago de sarcasmo. ¡Oh! Santo cielo. ¿No sabia que estaba intentándolo con la persona equivoca?. Era pequeña... Pero no idiota. Movió dulcemente los brazos deshaciendo con ello el nudo que estos forjaron desde el principio y tendió la carta que proseguía sujetando en dirección a la morena. No dejaría que la carta se postrase en otras manos que no fueran las de ella.

- ¿Quién ha dicho que desee yo llevármelas?. –

Ladeó sutilmente la cabeza hacía un costado intentando que saliese a la luz aquel lado inocente del cual carecía y sus rubiáceos cabellos rozaron parte de ése hombro que el vestido le descubría. Movió la mano, haciéndole ver que deseaba que tomase de una buena vez el sobre.

- Podríamos dividir la casa... – Esta vez pareció pensativa, sus pequeños labios se tensaron formando una mueca por primera vez inquieta. – O tal vez deberíamos... – Miró de reojo a su gemelo, el mismo que seguía sosteniendo aún las maletas preparadas para el viaje. Si. Con ello podrían pasar una temporada en esa mansión.

Aun que prevalecerían allí sólo y exclusivamente hasta que se le ocurriese la forma de heredar de manera íntegra esa casa. Y la encontraría... Lo haría.

Escuchando las ordenes de su ama se adelantó mirando nuevamente a los invitados y sonriendo calidamente mientras hacía una reverencia la cual hizo que la cola de su cabello castaño se abriese en abanico y callese a un lado de su espalda - Por favor, siganme. Les llevaré a sus respectivas habitaciones - como era de costumbre en la mansión todas las habitaciones se mantenían listas y limpias todo el timpo por lo que no era necesario ir a prepararlas.

Al volver a erguirse aún con su amable sonrisa miró al muchacho y se adelantó hacia él tomando un par de las maletas - Permitame ayudarle - le dijo sin esperar respuesta caminó tranquilamente hacia las escaleras mirando fugazmente al vampiro para seguir su camino.

Sin duda alguna había sentido la mirada envenenada de su gemela, sabía que hizo mal en abrir la boca, pero si no lo hubiera echo…
Resopló y giró su cuerpo, quedando de perfil para los demás, mientras que con su hermana se quedaba de frente, llegando a inclinar su cuerpo hacía delante, haciendo una reverencia en forma de disculpa ante su atrevimiento, no quería tenerla enfadada…
Después de unos pocos segundos de la misma postura llegó a colocarse de la misma manera que antes, observando por una vez más a los presentes del lugar.

De nuevo, sus parpados los condujo hacía su hermana en donde la observó por el rabillo del ojo ante sus palabras, sin embargo, si alguien en aquel momento le hubiera visto, habría estado seguro que él había sonreído, una sonrisa casi invisible, pero tal como vino desapareció al poco rato, volviendo su atención a la joven dama, cual esta le sonrió y no tardó en corresponderle de la misma manera.

Ahora su atención estaba en la carta, cual de haber pasado en manos de su princesa, se encontraban ahora en las manos de la dama, al parecer, por la expresión de su rostro, se había quedado sorprendida, bueno, aun que ellos mismos al recibir la carta también llegaron a sorprenderse.
Parpadeó al escuchar sus palabras, así que les aceptaba… Sin embargo… Miró a su gemela, ¿qué podría hacer? Solo obedecía órdenes de ella y de nadie más, así que se quedó con las maletas en mano.

Sin embargo miró al joven de cabellera negra una vez que este empezó hablar, no le dio mucha importancia, si no que se fijó mejor en el otro de cabello castaño, cual sin mera contestación llegó “arrebatarle” unas pocas maletas, se le quedó mirando para después mirar a su gemela, cual esperó ordenes de ella y haber a quien seguir de los dos.
Aun así… Era extraño, pero algo no le acabada de convencer del todo, ¿el qué? Ni lo sabía, solo que algo no le gustaba… Quizá sea alguno de los presentes o quizá sea su alrededor, quien sabe…

No tomó en cuenta los ortodoxos métodos de disculpas de su gemelo; Siempre se comportaba así después de todo. Él era la otra cara de la moneda. Lo contrario; Quién hacía que sus siempre retorcidas acciones sucumbiesen a la buena jurisdicción de quién era su mayordomo.

Una sutil y dulcificada sonrisa afloró en su antes enfurruñada y pensativa mueca cuando vio cómo los ojos de su hermana se tintaban el algo que creyó comprender cómo frustración. Hubiese estallado en sonoras carcajadas si no fuera por el hecho de que la dama y anfitriona de la casa se adelantó a ello con esa voz suave que poseía.

- Len también es sirviente. – Comentó cómo si tal cosa, cómo si recién hubiese caído en cuenta de la posición de su gemelo. Cierto. En la carta no reflejaba nada de aquello. El hecho de que su hermano fuera ahora su ministro era una especie de agujero oscuro del cual pocos entenderían realmente el concepto. Se apresuró a negar la diestra de un lado a otro, cómo quién espantaba a la más molestas de las moscas. – Pero únicamente me obedece a mí. - Y ése era el pacto realizado; Len era única y exclusivamente de su propiedad.

Cuando aquel de rostro similar al propio miró alarmado hacia su dirección asintió una única vez, dándole permiso a lo que Grell no le terminó de concretar. No importaba que no fuera su gemelo quién portase de las maletas. Mientras ella no tuviese que tocarlas...

Caminó hacía delante y se postró tras la figura de Auroxia indicándole con ése mero gesto que procedería a seguirle por dónde le indicase, después de todo, era ya un hecho que se aposentarían en la mansión por un periodo de tiempo ilimitado. Sin embargo, su azulada mirada se postró en el desconocido pelilargo que parecía mirar el cuello de la morena cómo si fuese algo comestible. Cómo un vaso de agua en medio de un inexorable desierto.

Parpadeó un par de veces, desconcertada. ¿Los ojos de ése ente se estaban enrojeciendo?.

Su mirada siguió encima de su gemela, esperando quizá aquella respuesta o simplemente un gesto. Y ante ansiosa espera observó el asentir, cual hizo lo mismo y dejó las maletas a los sirvientes para que las llevasen conjunto a las otras, después volvió a mirar al hombre que no le había dado importancia, se le quedó unos instantes mirándole a la vez que avanzó detrás de su princesa.
Sin embargo notaba raro a aquel hombre, al parecer al principio no estaba igual de inquieto que antes…

Tan solo se le quedó mirando unos pocos segundos para volver a mirar a otra dirección, como si no le importase aquella escena de la que ahora se estaba bien con su “hermana”, es más, tampoco de su incumbencia lo que le sucedía… ¿Verdad?
Pero, no se fue de allí si no antes hacer una reverencia a ambos hombres que se marchaban.
Echa la acción volvió con lo que estaba, fijándose en sus alrededores, como si quisiera memorizar todo lo que veía y así era, ya que se iban a quedar por cierto tiempo, no estaría mal memorizarse los lugares.

Bien, al parecer la “guía turística” ya empezaba, así que siguió a ambas, manteniendo una pequeña distancia con su hermana, cual esta se encontraba delante de él.
Realmente no era como en casa…. Se podría decir que era incluso más grande. Sorprendido por ello, miró todo con curiosidad a la vez que memorizaba por donde pasaban y como llegar hasta allí.
Agua… Se escuchaba el fluir del agua… Bueno, eso si que no era de extrañar, en donde antes se situaban también tenían una pequeña fuente dentro, sin embargo… No tan grande.

Ante ello curvó los labios, pero su mirada fue directamente hacia el gran cuadro, observando los rostros ajenos, y allí… Allí vio a su supuesto padre, en donde le echó una mirada rápida para después seguir observando los demás rostros.
Sin embargo no tardó en mirar a la dama nuevamente, y luego observar donde señalaba exactamente.
Fue mirando cada dirección que iba señalando y diciendo.

Hasta que las últimas palabras de la dama le llamó la atención, ¿qué habría allí? Ahora la curiosidad le rondaba por todo su cuerpo, miró a la dama nuevamente, esperando haber si volvían a caminar a algún lugar o se quedarían allí.

Miró con recelo cómo aquella que de un día para otro se había ganado el título de hermana dedicaba esos íntimos gestos a ése extraño hombre y pese a que escuchó su indicación, encogió brevemente sus delgados hombros; Aquello no era en absoluto algo que fuera consigo. Los problemas conyugales no eran para nada de su agrado, pues, suficiente soportó ya con lo referente a la historia de sus padres. Pasó sin pudor por en medio de ambos, rompiendo la unión que estos, de manera acaramelada habían creado.
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La mansión a ver no era tan imponente cómo por fuera parecía. Era amplia, ciertamente, pero la luminosidad y acústica dejaban bastante que desear. No obstante, era más imponente que su propio hogar, por lo tanto, ya era digno de ella. Estaba por seguro que se perdería entre las bifurcaciones y pasillos que presentaba... Miró de reojo a su gemelo y mayordomo, esperando que atendiese mejor que ella a la explicación dada por la anfitriona. Al menos, uno de los dos sabría llegar a la cocina sin temor a perderse.

De lo que si escuchó fue el comentario referente a aquel extraño lugar... ¿Deberían descubrirlo? Eso se tornaba interesante. ¿Sala de torturas? ¿Tal vez algún lugar dónde encontrar tesoros de épocas anteriores?. Una fina sonrisa se bordó en su comisura al imaginarse con un collar de significativa valía en las manos.

Pero aquella e borró pronto, pues, al voltear el gesto dio de lleno con el cuadro. El mismo que desde que logró divisar el porte de su padre quiso prenderle fuego. ¿Cómo podía sonreír? ¿Cómo podía vivir del modo en el que vivió...? La furía se congregó en su pequeña persona y ante eso, su cuerpo tembló, ansiando venganza. Sin embargo, golpear al cuadro hubiese sido cómo lanzar el zapato al mar... Algo totalmente estupido.

Giró el rostro con ademán orgulloso y así la imagen dejó de ser visible

Observó como la dama llegaba a subir cosa que llamó a su gemela por una vez más para que esta se percatara de que volvían a ponerse en marcha.
Esperó a que su princesa empezara a caminar cosa que una vez hecho no tardó él mismo en ir tras ella, observando cada rincón de aquel lugar.
Había cosas que deseaba mirar, pero quizá aun no sea aquel momento, tal vez más tarde….

Fue subiendo las escaleras mientras que su mirada ya hacia inquieta por todos lados, quizá sea un poco complicado de memorizarse todo de golpe, aun así no es imposible.
Escaleras que subían más arriba, varios pasillos un tanto siniestros… Y la mayoría de cosas la dama no hablaba de ello, tan solo miró por el rabillo del ojo uno de los pasillos de los cuales no fueron nombrados.
Quizá, después de aquella pequeña guía, se marche a ver un poco más la mansión, claro esta que si su gemela no le hace hacer otra cosa.

En cuando se detuvieron volvió a mirar a la dama, extendiendo su diestra para poder recibir las llaves de las habitaciones. –Gracias.- Mencionó suavemente a la vez que inclinaba un poco la cabeza.
Miró las llaves y al escuchar a la dama no tardó en observar la última puerta que se encontraba.
Abrió sus parpados más de la cuenta, ¿qué había sido eso? ¿Le había parecido que una sombra se movía? No, no es posible…

Sacudió un poco la cabeza, haciendo que sus mechones se zarandeasen de un lado a otro, era fruto de su imaginación, si, debe de ser eso…
Ante las palabras ajenas solo asintió con la cabeza, hasta que escuchó su pregunta, ¿preguntarle? Bueno, más bien curiosidad, por ejemplo, los pasillos y escaleras que no fueron nombrados, cual no sabía donde conducía…
Pero si no lo dijo será por algo… Así que tan solo miró a su gemela por el rabillo del ojo.

Sin motivo aparente los estremecimientos y mala sensación comenzaron a hacérsele de lo más latente. Algo allí estaba mal. No entendía el que, pero sin lugar a dudas algo fluctuaba por el ambiente, un algo que no podía calificar cómo presencia humana. Esas sensaciones le hicieron apartarse de las explicaciones de la mayor. No importaba, luego acudiría a Len para que le terminase por concretar aquello que ella no había captado por falta de atención; Eso era algo trivial comparado con lo que sentía que allí habitaba.

No veía el momento de perder de vista a la arpía que confortaba el papel de hermana mayor para escaparse y descubrir por su cuenta lo que esa mansión le ofrecía. Len sería el encargado de vigilar no sólo sus pasos, si no el camino a seguir, pues, su gemelo tenía más orientación que ella, sin lugar a dudas. Hubiese deseado a irrumpir en histéricos gritos, alejarla mediante empujones; ¡Cuánto fuera! ¡Ya! ¡Quería ir a esas salas que tan misteriosas se presentaban!. No obstante, se mordió el labio inferior e intercaló miradas en las habitaciones mostradas, su hermano y aquella que le tendía la llave. Estaba todo proscrito entonces, pronto se separarían, pudiendo así sucumbir a su curiosidad. Tan buen punto la morena desapareciese de su vista...

Intercambió con su mayordomo una mirada que habló por si sola; Si preguntaba algo (conociendo su ávida curiosidad) terminaría siendo castigado sin... Lo que fuera! Eso ahora no importaba. – Claro, hermanita. – Puro sarcasmo que tiñó su infantil y dulcificada voz. Deseaba ver el rostro de aquella damisela pintado en rabia. Si... Se alimentaría de su rabia. De sus malos deseos. Seguramente, la duquesita sentía tanto remordimientos hacía ambos cómo ella hacia su persona. Era un extraño círculo del cual no había escapatoria rápida. Sería una dura... dura convivencia.

- Tranquila, sabremos mantenernos vivos. – Emitió una risita prepotente, de esas que tan bien se le daban mientras cubría de manera oportuna un costado de sus pequeños labios.

Tan solo miró a su gemela para después dirigir su mirada a la dama, en donde observó de nuevo algo extraño…. ¿Otra vez? Cerró los ojos con fuerza y abrirlos, como si lo que hubiera visto sea de su propia imaginación y quisiera eliminarlo.
Tan solo, en cuando su supuesta hermana se alejaba hizo una sutil reverencia de despida y miró de nuevo a su gemela, cual le sonrió.

Después caminó hacia la puerta y con las llaves que poseía la abrió, la dejó abierta de en par, en donde la observó desde fuera mientras que esperaba a que su princesa entrase primero, ella misma escogería la habitación que prefería, mientras que el esperaba a que ella decidiera condujo su mirada hacia la puerta en donde la dama había desaparecido a al vez que allí mismo, antiguamente había visto algo extraño….

Pero ante ello miró a su gemela, mientras que aguardaba en la puerta. –Princesa, ¿qué le gustaría hacer ahora?- Preguntó mientras que se le quedaba mirando, en espera de alguna contestación de parte de ella o simplemente algún gesto.

En la espera se percató de las supuestas maletas ya se situaban en las habitaciones, pero claro, esa era una, ahora quedaba por mirar la otra, así que no tardó en abrir la otra puerta y dejarla abierta, mientras que volvía donde su gemela, en su espera.