Fiesta de bienvenida de parte de Su Majestad, Reina de Inglaterra.

El inmenso salón de fiestas, con su reluciente piso del más hermoso mármol y las decoraciones - literalmente - dignas de la realeza. Sus paredes perfectamente diseñadas al gusto de la Reina, con colores suaves y hermosos que, hacían irradiar la armonía del lugar de la manera más suntuosa posible.
El trabajo esmerado de cada uno de los sirvientes de la casa, desde los modistas, hasta los más sencillos jardineros era todo un delirio para observar. Era menester decir que, el esfuerzo realmente daría su fruto.

El sol ya estaba desapareciendo en el horizonte y las ventanas reflejaban aquel dulce naranja rojizo del atardecer, los últimos detalles eran vigilados por ella, con semblante dulce y soñador, mas con mucha seriedad. Los músicos de la orquesta comenzaban a arrivar poco a poco, los chefs y sus ayudantes organizaban todo el gran festín que había mandado a preparar para esa ocasión, deliciosos manjares, acompañados de deliciosos coctéles de época, los mejores licores y finalmente, los mejores dulces. Todo organizado con una belleza que, realmente, no daban ganas de poner un sólo dedo encima de aquellas cosas.

Comenzó a visualizarlo todo. Hizo un esfuerzo por imaginar a todos los invitados, la sala casi llena de nobles hermosamente vestidos, haciendo esfuerzos sborenaturales por caerse en gracia, unos con otros. Comenzó a imaginar las intrigas y amoríos clandestinos que tomarían lugar ahí, en donde se encontraba en ese momento, observando como sus sirvientes lo organizaban todo.

Repentinamente, un par de jovencitas más o menos de su edad se le acercaron con apuro. Una de ellas, rubia de tez blanca y ojos color esmeralda, musitó con suavidad:

- Su Majestad, por favor venga con nosotras, es hora de prepararse para la fiesta. No querrá decepcionar a sus invitados, ¿o sí...?
- Sí, ¡no nos gustaría que usted no se viera presentable para sus invitados..! - Corrobró la pelirroja de ojos zafíreos, con una gran sonrisa en su rostro fino y delicado.

Asimismo, la jóven Reina respondió a las muchachas

- Tienen razón, creo que ya todo estará bien... - Dejó escapar una pequeña sonrisa de su garganta, poniendo una mano sobre sus labios. Ambas jóvenes rieron junto a ella de la manera más graciosa y espontánea, y así, las tres se dirigieron a la cámara donde se prepararía para la gran fiesta.



Mientras caía la noche, la jóven se encontraba encontraba apresurada junto a sus dos asistentes, buscando qué ponerse, qué usar, cómo combinar...
Una de las muchachas observó que los invitados iban llegando, uno por uno, en sus carruajes suntuosos. Algunos hermosos, y algunos no tan hermosos. Por otro lado, la otra jóven se dedicaba a vestir a la Reina, primero con las ropas íntimas, luego el vestido.

De entre tantos vestidos que poseía, eligió uno en especial. Eligió un vestido color blanco, con hermosos detalles rojos alrededor del mismo, con un gran lazo del mismo color, detrás de este que atado, marcaba el final de un corset hermosamente diseñado para que terminase el lazo en su espalda baja. El mismo era generosamente escotado, mas no de manera exagerada, como suelen algunas condesas lucir sus vestidos.

- Anne, ¡no lo ajustes tanto..! - Musitó un poco molesta mientras que la jóven que se encontraba detrás suyo, la preparaba, dándole los toques finales a su precioso vestido.

El maquillaje en su rostro, hacía resaltar la delicada belleza de sus facciones, de su tez ligeramente bronceada, teñida por el sol de los veranos en los que solía acompañar a su padre en la caza, aunque sólo fuera para observar.

Finalmente, caminó hacia el gran espejo que dejaba ver su cuerpo por completo, aquel vestido parecía favorecerle tanto que las jóvenes que le ayudaron a vestirse, le observaban fascinadas, con sonrisas de oreja a oreja. Asimismo, la jóven Reina observaba como su larga melana dorada caía por sus hombros de manera graciosa y natural, sus joyas, rubíes preciosos, intensamente colorados acompañaban y daban contorno a su rostro, dándole más brillo a su dulce mirar platinado.

- Perfecta... - Pensó para sus adentros. Luego, de manera juguetona se dió la vuelta hacia las jóvenes que la observaban a través del espejo. Se acercó a ellas y las besó en la mejilla, cuales hermanas se despiden para ir a dormir.

- Es sólo cuestión de esperar... - Rió con suavidad y se acercó a la inmensa ventana que dejaba observar la entrada principal, observando a los primeros invitados arrivar.

Durante todo el trayecto el conde Phantomhive se mantuvo pensativo e ignorando la situación en la que se encontraba en aquel preciso instante.
Sus orbes se despegaron del punto ciego al que había estado observando durante el viaje alzándose de manera rápida, he incluso algo sorprendido de cómo el tiempo se le había escapado de las manos sin darse cuenta. Aún así su aspecto inescrutable no variaba…

Escuchó el tenue sonido de la elegante puerta del carruaje abrirse, se puso de pié enseguida apoyándose en el brazo de su mayordomo y bajando distinguidamente hasta llegar a apoyar ambos pies en el suelo, junto con su bastón el cuál se le había previamente entregado.

Observó el palacio con interés, desde sus adornos hasta los más mínimos detalles que le parecieron realmente perfectos. Todo era inmejorable cuando se trataba de su Majestad.

-Vamos…- Murmuró solo a su fiel sirviente, avanzando con pasos firmes y dóciles, haciendo que su hermoso abrigo ondeara al igual que sus cabellos.
Una leve sonrisa escapó de sus labios, no tan sincera, tan solo divertida…

-Se encontraba bagando por los cielos, mientras surcaba los alrededores sus orbes fijaron la mirada en un palacio de los nobles que hacien fiestas solo por el hecho de existir en este mundo el cual estaba contaminado de avaricia, rencor, remordiento, odio...Cambio el rumbo hacia aquel lugar que solo se podian obsevar personas de etiqueta, en un instante vio al pequeño conde bajando de un carruaje, decidio desender de aquella prologada altura, sin que que los demas personajes que se encontran cerca no la vieran-

Purifica tu innato pecado aquí... -Musitando para si misma-

-Sus pies como la de una muñeca de porcelana tocaron el suelo mientras sus alas la cubrian totalmente, estas se despejaron de ella dejandola ver con un hermoso vestido de gala...Negro como las penunmbras, escotado hasta el pecho mientras de en frente dejaba ver unas pequeñas lentejuelas que brillan cuando las luces de la mansion se posaban en ellas, dejando marcada sus curvas perfectamente marcadas, en su cuello colgaba un zafiro, una hermosa piedra que costaba mucho conseguir para las humanos que vivian en una tierra de pecado. Inicio emprender su camino hacia aquel territorio el cual le seria un escenario digno de la Reina de Inglaterra-

Una tenue sonrisa se dibujó en su rostro al escuchar la queja de la joven soberana ante el apretado corsé. Definitivamente no entendía las manías humanas de automutilación como aquella pero bueno, tampoco le importaba en realidad. Una vez la mujer de cabellos dorados estuvo vestida por completo sus orbes la recorrieron durante breves segundos antes de dejar notar su presencia y aparecer desde las sombras que se difuminaban en una de las esquinas de aquel amplio cuarto ante la caída del astro mayor, haciendo creer a quienes allí estaban que llevaba todo el tiempo en aquel lugar.

- Los rubíes os favorecen Majestad -dijo sutil dejando ver su cuerpo apenas ataviado con un traje de sirvienta de color negro azulado sin un solo complemento a parte de la gargantilla de cuero decorada con hermosas perlas blancas y una hebilla de plata y oro blanco semejante a una correa que portaba en su cuello.

Su largo cabello blanco se hallaba sujeto por algunos ganchillos en un recogido que entremezclaba sus mechones sueltos y algunos de ellos que, anteriormente, habían sido unidos en pequeñas trenzas que se entremezclaban con toda la extensión de sus hebras platinadas. Sus orbes escarlata se hallaban ocultos tras sus párpados para evitar que las sirvientas y cualquiera que estuviera en el lugar viera dicho color y la pupila rasgada que aún poseían y que no tardó en cambiar a una redondeada como si de una humana normal se tratase a pesar de aquella extraña e inusual tonalidad tanto en su cabello como en sus ojos. Sus pasos eran silenciosos en todo momento y, pese a dar una imagen humilde, algo en ella parecía irradiar aires de nobleza, como si descendiera de la más alta cuna al igual que su ama aunque sin serlo exactamente. Lentamente y una vez las jóvenes que allí se encontraban se alejaron un poco de la rubia ella se acercó sin importarle el par extra de ojos que la miraban.

- My Lady... -murmuró llamando su atención cubriendo sus labios sutilmente con una de sus manos, como si le fuera a decir un secreto.

- Un músico espera al otro lado de la puerta. Desea hablar con vos -le informó en un susurro que solo ella podría oír gracias a la casi nula distancia que separaba los labios de la mestiza del oído de Su Majestad aunque no por dicha cercanía la peliblanca se mostraba demasiado atrevida sino, más bien, recatada y cortés en todo momento como si de una sirvienta más se tratase.

Así mismo había omitido la naturaleza de dicho músico aunque el mero hecho de que ella informara de ello a la Reina adelantándose al guardia debería alertarla de que no era un músico normal, si es que ella era tan intuitiva como su "sirvienta" esperaba. Además ella no había visto al vampiro, tan solo lo había sentido y su fino oído le había permitido saber que hablaba con el hombre que custodiaba en aquel momento la entrada a la sala donde se encontraban. Tras decir eso no se separó aunque si bajó su mano esperando respuesta de su señora al tiempo que desviaba su mirada a la ventana sintiendo un extraño y molesto aroma así como un aura que la desagradaba, sensación muy bien oculta tras una expresión seria y algo afable.

Los minutos pasaban lentamente, como si fueran horas. La jóven Reina paseaba su mirar, y de paso se deleitaba observando la noche. La noche tan oscura, repleta de esos pequeños brillantes diamantes llamados estrellas.
Para sus adentros, decía

- Pero sí que están siendo puntuales, ¡es perfecto..!

Su corto pensamiento fue interrumpido por lo que parecía ser una tercera sirvienta, pero ciertamente "no cualquier sirvienta". Al escuchar el pequeño piropo de parte de la jóven peliblanca, dejó escapar una risilla un tanto infantil.


- Muchas gracias, Ruby. Hace mucho que no los usaba, tal vez sea por eso que esta noche me van tan bien. - Lentamente, se dió la vuelta para observarla con una sonrisa dulce, acompañada de su mirar pacífico. Segundos después, escuchó lo que la jóven tenía que decir haciendo referencia a algún músico, mismo que, aparentemente le esperaba.

- Ah, sí. ¿Y por qué está aquí? Vaya, jm. Ciertamente es mucho atrevimiento de su parte. Osado. Pues bien, si quiere hablar conmigo, que lo haga...Pero deberá hacerlo en otro momento. No es prudente visitar a la Reina en su recámara. - Musitó con suavidad, casi dejando escapar una pequeña risita agridulce, con un poco de malicia por dentro. - En fin, querida Ruby, ¿por qué no vas y le dices que me vea en el jardín..? Cuando lo crea prudente, iré a darle una visita allá.

Nuevamente, le dió la espalda a la muchacha para dar un par de pasos hacia el espejo, aquel espejo que permitía ver todo su cuerpo, la manera en que lucía su hermoso vestido, y el hermoso contraste que hacían los rubíes en su piel lánguidamente teñida por el sol. Mientras acariciaba su melena dorada con la mano izquierda, observaba a la jóven desde el espejo con una medio sonrisa en los labios. Con calma, preguntó:

- ¿Cómo crees que me encuentrán todos, preciosa Rubí? Creo que ya se acerca la hora de hacer una 'gran entrada'.

Para ella no era nada nuevo ver a una mujer hermosa ataviada con elegantes y caros vestidos, por lo que la mujer de claros ojos podía lucir cuanto bella quisiera, ella tan solo diría lo que pensaba pero no la consideraría, tal y como harían muchos, una mujer de radiante hermosura.

- El tiempo no tiene nada que ver pero si es cierto que luce bien -halabó a la soberana aunque no tanto como lo hacían sus otras dos sirvientas que, obviamente, estaban más que maravilladas por el aspecto de su señora.

Tampoco pareció sorprenderse de la dulce y casi tierna expresión con la que su ama la miraba, aunque ciertamente el último ser que la invocó no era ni por asomo tan gentil, por así decirlo. Así mismo su sonrisa se amplió levemente, ocultando sus pensamientos tras aquel rostro calmo aunque en su interior estuviera también sonriendo maliciosamente.

- Como gustéis My Lady, pero al parecer desea hablar con vos sobre la música que preferís para vuestros invitados y, si no me equivoco, dudo que os decepcione -volvió a informar esta vez desde donde se encontraba, sin moverse del lugar a diferencia de la reina y mirando al espejo para poder posar sus ojos en los grises contrarios.

Silenciosa como siempre se acercó a la reina cuando esta dijo sus últimas palabras aunque la presencia de las jóvenes muchachas de ojos verdes y azules respectivamente no le era grata para tratar el tema que deseaba hablar con Su Majestad.

- De seguro dejaréis a más de uno sin saber que decir Majestad pero esperad a que lleguen unos pocos invitados más -sus palabras sonaron tranquilas y, aprovechando que su cuerpo ocultaba la espalda de la reina a la mirada de las otras dos sirvientas, rozó con su mano zurda la baja espalda de esta, justo donde se hallaba la marca de su contrato para hacerle saber que deseaba conversar con ella a solas.

No era algo muy importante pero quería saber si su señora deseaba que asistiera a la fiesta con esa apariencia o su forma humana y antes de salir a comunicarle al músico el deseo de la soberana, prefería cambiar de aspecto si así lo quería ella.

Desde el espejo, podía observar a la jóven peliblanca de manera gentil.

- No tengo duda de eso, Ruby. Sé que él no me hará quedar mal. Pues bien, le mandaré a decir que quiero algo suave, algo acorde con...la ocasión. Si realmente es un buen músico, sabrá que hacer. - Dejó salir una risa pequeña, mientras que, su mirar segía fijo en el de la jóven aún estando frente al espejo.

Acariciaba su melena dorada con la mano derecha mientras que, pudo sentir la mano de Ruby posarse sobre su espalda baja indicándole que algo quería hablar con ella...a solas. Casi de inmediato, se dió la vuelta y caminó hacia las otras dos jovencitas que le observaban maravillada.

- Muchachas, ya pueden retirarse. Me han ayudado bastante, os lo agradezco. Y, ¡ah..! Necesito un favor, uno pequeñito. ¿Han notado que hay un jóven fuera de la habitación? Es músico. Quiero que le digan que me gustaría que hiciera algo acorde con la ocasión, ustedes saben, algo precioso. - Ambas jóvenes asintieron dóciles. Les sonrió a ambas y besó en la mejilla a cada una.

Ambas salieron de la habitación, cerrando la puerta con suavidad, como si no quisieran perturbar la paz que reinaba en ese momento. Luego, giró nuevamente, observando a la jóven peliblanca.

- Ciertamente, creo que deberé esperar a que lleguen más invitados, no me gustaría que se perdieran este momento. He escuchado por ahí que...piensan que es un "Gran Retorno".

Caminó hacia una de las ventanas; esa que daba a ver parte del jardín. Un poco extrañada, cruzóse de brazos y comenzó a observer que una pequeña sombra podía moverse, tal vez era el viento, o...¿quién estaría husmeando por ahí, a esas horas?

- Ah, vaya guardias...Se quedan dormidos cuando más los necesito - Pensó para sus adentros, con un poco de disgusto.

Ahora, Ruby. Debido a esto creo que deberías acompañarme, ¿de esto querías hablarme o hay algo más..? - Con un semblante serio le observaba, ya que, no estaba muy segura del tema en cuestión que sería debatido en ese mismo momento.

Una leve sonrisa apareció de nuevo en su rostro ante la rápida reacción de la reina ante su sinuosa caricia, le agradaba saber que su "ama" era tan perceptiva como ella esperaba aunque claro, toda opinión podía cambiar para bien o para mal a lo largo de las horas o los días a pesar de que, por el momento, Su Majestad tenía el interés de su sirvienta. Su mirada seguía a la reina después de que las jóvenes salieran de la habitación y volvió a acercarse a ella, notando que Sara parecía haber visto a aquel ser de ojos amatista que inquietaba a la peliblanca, o por lo menos la sombra de la ángel pero no le dió mayor importancia... Por ahora.

- La acompañaré no lo dude pero lo que deseo preguntarle es qué Ruby desea que esté con vos esta noche -respondió dándole a entender que la decisión sobre que apariencia debía tomar la mestiza era decisión suya, puesen sus manos se hallaba el sello que hacía de mediador entre las dos personalidades de la ojirroja cuyos ojos ahora portaban una pupila redondeada, como cualquier humano.

Esperaría respuesta de su señora y luego hablaría con el músico si las jóvenes sirvientas no lo despachaban antes, después de todo quería hecharle un vistazo a la partitura que tocaría y, quizás, se animaría a deleitar a los mortales y demás seres que se reunrían en la sala con una pequeña interpretación por su parte con algún instrumento que le pudiese gustar. Aunque claro, si decidía tocar también debería esperar orden de la reina o, simplemente, tomarla por sorpresa con una habilidad para la música de la que la rubia aún no había sido testigo al igual que todos los seres de aquella época.

Sin dejar de observar por la ventana, esperando saber qué es lo que había visto en el jardín dejó salir un suspiro lánguido. Aparentemente, no era nada. Así de espaldas, respondió a la jóven peliblanca

- Deseo que la Ruby humana me acompañe esta noche, no me parece que habrá mucho peligro. - Musitó con suavidad para así, girarse y observar a Ruby de frente, con un semblante serio mas sin perder la suavidad que le caracterizaba. -Y, ah...a lo mejor Anne y Ruth no le mandaron el mensaje al músico; debe estar esperando allí afuera. En fin, ¿podrías tú encargarte de eso, Ruby? Asegúrate que el jóven haya recibido mi mensaje.

Dió unos pasos hacia adelante, pasando por un lado a Ruby con una sonrisa a medio labio. Llegó hasta donde se encontraba un hermoso bureau, tallado finísimamente con detalles dorados y pálido rosa, haciendo juego perfecto con todo el tapizado sutil, sencillo; y con los accesorios de su habitación. Al llegar ahí, apoyó ambas manos sobre el mismo sin cuidado de hacer caer un par de frascos que contenían diferentes fragancias.

- Haz lo que tengas que hacer, Ruby. Tienes mi autorización, siempre y cuando respetes lo acordado...Es todo.

Dicho esto, la jóven de melena dorada se reincorporó, para así dirigir su mirar al de la jóven mestiza.

- Ve y avísale, creo que ya estoy lista.

- Yes, My Lady -dijo haciendo una reverencia antes de, con un simple chasquido, hacer aparecer su sello, aquel sello en forma de rosario finamente tallado y cuya gema central se hallaba ahora con la apariencia de uno de los ojos de la mestiza.

Un mínimo y rápido movimiento fue lo que hizo falta para que la demonio se envolviera de una suave luz violácea. Sus largos cabellos blancos se tornaron rosados, su rostro apenas tuvo cambio a excepción de sus ojos, más grandes y de un hermoso y vivaz color verde jade y una nariz menos respingada, dándole un toque más infantil pero igualmente bello y mucho más delicado que antes.

- Su Majestad -saludó con una tierna sonrisa y voz suave una vez la transformación terminó y la luz cesó.

Era más que obvio que el cambio no había sido solo físico pero tan solo la reina la había visto en ambas facetas por el momento.

- Si me disculpa hablaré con el músico -dijo cordial haciendo una leve reverencia a Sara y saliendo del lugar, teniendo igual o mayor cuidado que Anne y Ruth al cerrar la puerta.

Una vez fuera de la sala su mirada se posó en el guarda, al cual sonrió levemente antes de voltear al músico que ahora se hallaba de pie.

- Su Majestad me ha dicho que se reunirá con vos cuando pueda y que está segura de que será capaz de crear algo que sea acorde a la ocasión -informó dirijiéndose al pelirrojo siempre de forma cortés y recatada.

Comenzó a escuchar una suave melodía invadir el lugar, en especial el salón. Ruby había hecho lo que le había ordenado. Ahora, sólo faltaba hacer aquella 'esperada entrada' que todos en aquel salón deseaban con ansias ver. Muchos esperaban volver a ver la esbelta y hermosa figura de la jóven Reina reaparecer otra vez, otros esperaban verla para hacer un par de críticas a su vestuario, y otros, sencillamente por amor a la corona, estaban allí para prescenciar el regreso suyo, después de un largo duelo.

Suspiró profundamente, buscando un poco de tranquilidad. Se vió en el espejo por unos segundos, pensando para sus adentros

- Todo debe ser perfecto esta noche...

Dió unos pasos hacia la puerta. Giró la dorada perilla, y allí pudo ver el pasillo vacío que conducía a las escaleras; caminó hacia las mismas y con cuidado, sosteniendo su vestido con la mano izquierda comenzó a bajar por las mismas. Su delicada figura se movía con gracia y delicadeza por todo el lugar, y mientras caminaba, se podían ver todos aquellos retratos, - aparentemente - todos sus antecesores pintados con los más finos detalles, de la manera más meticulosa que puede haber, humanamente hablando. Cada uno daba la impresión de que la contemplaban con ojos llenos de envidia, otros llenos de felicidad, y otros, sencillamente indiferentes.

Al terminar de bajar las escaleras, caminó un tanto más por otro pasillo, con inmensas ventanas que daban una vista más cercana al jardín. Al fin pudo ver las grandes puertas del salón, en el que todos la esperaban ansiosos. Su corazón comenzó a latir con fuerza y mordiéndose el labio inferior, pensó

- ¡Qué divertido..!

Al acercarse a la puerta, dos jóvenes altos, fornidos vestidos de mayordomo la esperaban fuera. Al observar que la jóven Reina se acercaba, ambos hicieron una pequeña reverencia, y dijeron

- Tenga usted buenas noches, Su Majestad - Musitó el primero, de pelo negro y ojos marrones.

- ...Luce muy hermosa esta noche - Corrobró el segundo, pelirrojo de ojos acaramelados.

Ella desvió un poco la mirada, dejando escapar una pequeña risa de su garganta. Asimismo, respondió

- Gracias, Harry. Charles. - Volvió la mirada hacia ellos, sonriéndoles de manera casi coqueta, cual niña pequeña.

Ambos jóvenes se tomaron el trabajo de abrir ambas puertas del salón para ella, haciéndola ver lo repleto que el mismo se encontraba ya. Así que, dió unos pasos hacia adelante mientras que la música que era interpretada por el jóven Kyoaku acompañaba aquella escena tan tensa, tan ansiosa, tan emocionante... para ella, y sus súbditos.

El aire parecía faltar. Todos en el salón guardaron repleto silencio y al estar en el centro del salón, iluminada por aquel montón de luces suntuosas que hacían sus joyas brillar tanto como el sol de mediodía, sonrió observando a todos sus invitados con semblante imponente, con un poco de seriedad. Casi hechizante.

No esperaba el mejor recibimiento, y lo había conseguido... Suponía que la Reina quizás no era amante de todas las criaturas de sus territorios... Era de sospechar si una de ellas estaba obsesionada con morder su delicado cuello y beber de su sangre, un exquisito manjar del Universo, tan pura, tan dulce...

Apareció en la ventana del amplio salón tras haber volado en forma de murciélagos. Éste estaba lleno de invitados, las luces eran impresionante, y toda la atención se la llevaba la Reina de Inglaterra, su imponente presencia, su hermosura peculiar... Era el deseo secreto de cualquiera de sus súbditos...

Sonrió para sí, no esperaba superior glamour para una fiesta de tal magnitud. Se mantuvo sentada en el marco del gran ventanal, en silencio, sin observar otra escena que no fuera donde Sara fuera la protagonista. Sentía recelos de no aparecer, pero ella le había dañado el orgullo y para ella eso era... "mantén tu distancia".

Nadie se percataría de su presencia, pues el albornoz negro que llevaba encima se confundía con el nocturno urano de entonces, y por ser vampireza, su reflejo no se notarìa en ningùn objeto que poseyera aquella propiedad.

- Hermosa... Simplemente inigualable reina -susurró con una expresión indiferente en su semblante, manteniendo, claro, aquella sonrisa pícara que le caracterizaba.

Tras despedirse del músico con una sonrisa se volteó a tiempo de que la reina saliera del lugar y, como fiel sirvienta, la siguió varios pasos por detrás a su izquierda. Sus ropas la hacían ver como lo que aquella forma humana era, una simple sirvienta que acomapañaba a la soberana de Inglaterra feura donde fuera siempre y cuando esta lo quisiese así. Tan solo una breve sonrisa fue su saludo a los dos mayordomos que abrieron la puerta a Sara, haciéndola aprecer así por primera vez ante la multitud sin un velo que cubriese su rostro. Era evidente la gran expectación y el júbilo, así como la envidia y la lealtad que despertaba en sus súbditos, sentimientos que a la mestiza, ahora más humana que demonio, no le eran desconocidos. Una sonrisa tierna e incoente, pero bastante leve no desaparecía de su rostro y siempre que la reina caminaba ella lo hacía detrás suya. Como era de esperar la música iba totalmente acorde a la ocasión, su otra yo no se había equivocado al decir que el intérprete no decepcionaría las espectativas de su señora. La joya de su rosario no tardó en adquirir nuevamente el aspecto del ojo escarlata de pupila rasgada que poseía la verdadera forma de la demonio, reacción a la presencia vampírica que Murder conseguía ocultar a los humanos, pero no a la mestiza a pesar de estar sellada. Aún así, y pese haber advertido a su yo humana a través del sello, esta no hizo gesto alguno de haberla escuchado, ya buscaría el momento oportuno para decírselo a la Vanderbilt o dejaría que ella misma se diese cuenta del estar de la vampiresa de claros orbes y negro atuendo.

Las puertas del salón se cerraron a sus espaldas. Así que, caminó hacia adelante una vez que la marcha se había detenido. Todos en aquel salón habían abierto paso para la jóven reina, aún aplaudiéndole, haciendo ovaciones, cual luz iluminaban unos ojos perdidos en la oscuridad. Caminó seguida de Ruby, con toda seguridad.

Mientras caminaba, llena de gracia y con soltura pudo observar todo el salón, o al menos, cada pequeño detalle que, aparentemente había quedado tal y como ella lo había ordenado. Sonrió para sí misma, mientras todos la veían encantados. O al menos, casi todos. Pudo notar que todo en aquel salón había quedado a la perfección. Ciertamente, los que trabajaron en él se esmeraron dando lo mejor de sí mismos. Llevó su mirar hacia una de las inmensas ventanas del salón y allí, pudo observar lo que parecía ser un rostro pálido haciendo contraste con la noche oscura, no logró identificar el mismo debido a la distancia en la que se encontraba el mismo, mas lo que sí vió fueron aquellos orbes claros, brillantes.

Ondeó su melena dorada. Sus ojos grises se posaron hacia el frente, con aquel semblante imponente. Ese semblante que a muchos, había robado uno que otro suspiro, en ese momento. La música que le acompañaba, le parecía hermosa y muy acorde con la ocasión. Realmente, el jóven músico que había sido contratado había hecho un excelente trabajo, hasta ahora. Le dirigió una mirada y una sonrisa sutil, bastante dulce. Luego, siguió su camino por entre todos los invitados.

Al llegar al final de aquel salón, subió un par de escaleras que la llevaban hacia lo que era una especie de tarima. Así, tomó un poco de aire mientras que los aplausos y la música iban cediendo. Al verse el salón en silencio, procedió

- Buenas noches tengan todos, damas y caballeros. Como pueden ver, esta hermosa velada ha sido preparada para su disfrute, para invitarles a celebrar conmigo un nuevo comienzo. Un comienzo brillante. Como sabrán, nuestro territorio se va expandiendo poco a poco y así, esperamos que siga sucediendo. También, hemos salido de duelos y mucha tristeza, así que os aseguro: Todos aquellos seres queridos que ya han partido, estan en algún lugar mejor, con la gracia de Dios. Para finalizar, os quiero decir que les agradezco mucho su visita, es muy importante para mí.

Una ola de aplausos inundó todo el lugar nuevamente y mientras sonreía con suavidad a todo el público, desvió un poco la mirada, intrigada por aquella aparente "sombra" que había visto en aquella ventana. ¿Sabría Ruby de aquello? ¿Quién sería aquel, o aquella persona escondida en la oscuridad?

Trás un rato en aquel elegante sala, la cuál a cada minuto se inundaba de gente, pero aún así el Conde Phantomhive manteniendose en las primeras filas de tal recurrida audiencia.

En silencio y algo estupefacto y sorprendido quedó al observar a la Reina entrar en el salón, adquiriendo mucha seriedad al notar su estado y orgullo al escuchar sus palabras. Como era devido del más fiel perro de la Reina.

Aplaudió como era devido después de escucharle aunque sus pensamientos contradicieran lo que llevaba al corriente, negó todo lo supuesto, sobretodo el tema de ''Dios''. De igual manera aplaudió suavemente, sin alzar su voz en gritos ni alagos como algunas personas de la muchedumbre. Tan solo sonrió de medio lado algo divertido.

Antes de abrir sus labios para pronunciar palabra alguna hacia su mayordomo, observó la figura negra y la escencia que irradiaba. Le miró de reojo y luego a Sebastian.
-¿Quién és?...- Preguntó, con ambas manos sobre su bastón.

La joven amplió levemente su sonrisa, aplaudiendo suave pero enérgicamente tras el discurso de la reina. Al igual que muchos se había conmovido por sus palabras, pero era uno de los defectos de aquella personalidad humana que, para bien o mal, su verdadera yo no poseía, al menos no por tan poca cosa. Así mismo también pudo haberle hecho gracia el comentario sobre Dios, sobre todo viniendo de la soberana que, secretamente, había firmado contrato con una demonio pero siendo la Ruby "humana" no tenía el mismo pensamiento que la verdadera, quien se hallaba sellada desde el inicio de la fiesta. El músico sabía bien lo que hacía, denotando ser más que un profesional y eso la agradaba, no tendría que preocuparse de que algo en las próximas melodías pudiese desagradar a los invitados. Su mirada de jade vagó entre los asistentes, centrándose por mera curiosidad en el joven Phantomhive, al cual, aquella forma no conocía personalmente, al igual que su otra yo aunque esta si había oído hablar de él por boca de algunos. Automáticamente sus orbes subieron un poco, fijándose ahora en la figura del bien vestido mayordomo que le acompañaba. No hizo falta siquiera que la muchacha lo viese para que el rubí de su sello resplandeciera de forma imperceptible para el ojo humano y, probablemente, para algunos otros seres como vampiros o lycans, pero que algunas otras razas si podrían haber vislumbrado a pesar de su brevedad.

- "Tal parece que no soy la única" -comentó la vampiresa en la mente de su yo humana, alertándola sobre la raza del mayordomo aunque esta decidió no hacer nada más que volver la vista al frente para evitar que su otra mitad indagara más en aquel sujeto de corto cabello negro y ojos rojos.

Aplaudió el discurso de la Reina con dos dedos; una increíble sonrisa se esbozaba en su faz: no habían sido las palabras, sino la femenina voz de la Reina salida de esa garganta rodeada de arterias latentes, cubierta por la dermis de su delicado y largo cuello... Su voz era un canto celestial, tan celestial como su sangre.

Cerró los ojos; a pesar de estar pendiente de Sara, se sintió acosada por las miradas ajenas. "Así que se han percatado de mí. Era de suponer... Varios de ellos no tienen alma humana..." Las reflexiones no dudaron en llegar a su mente tras clausurar su visión. Alzó sus brazos, que estaban cubiertos por largas mangas negras pertenecientes al mismo albornoz negro que llevaba puesto, y arregló la capucha sobre su cabeza de tal manera que su pálido rostro se ensombreciera y desapareciera en las tinieblas de la noche.

"Esperaré a que las luces se apaguen... Bailaremos una pieza en el silencio... Y danzaremos sobre los cadáveres del recuerdo...", continuó divagando entre propuestas y deseos. Si seguía así, deliraría hasta llegar el momento preciso de bajar...

Sabía que ningún invitado se atrevería a faltarle el respeto a su Majestad como para irse a interceptarla o investigarla, así que movió su mano derecha al ritmo de la música, dejándose embelezar por la misma.

Bajó aquellos peldaños pequeños por los que había subido para decir algunas palabras, nada más para buscar una buena excusa a aquella fiesta que había ofrecido esa noche.

- Todo va a la perfección... - Sonrió para sí mientras que, caminaba entre los presentes. Siendo saludada y aludida por muchos. Con disimulo, se aseguró de que nadie la seguía, al menos, no con la mirada.

Mientras todos los invitados disfrutaban de aquella fiesta, casi hechizados por la hermosa música y claro está, el alcohol, decidió caminar hacia las puertas, escondida entre todos los demás y con sigilo, abrió las mismas para así encaminarse hacia el jardín.

- Debo saber quién husmea por ahí a esta hora... - Musitó, como si hablase sola. Al salir de aquel salón, los jóvenes que guardaban las puertas del mismo la miraron estupefactos, ¿no se suponía que la Reiba debía estar atendiendo a sus invitados?

En la mente de la jóven Reina, no. Había otro asunto incubierto, algo extraño o más bien...alguien enigmático.

Una mirada fulminante fue dedicada a esos dos muchachos que, entendieron el mensaje rápidamente. Con solo atreverse a divulgar el hecho de que la Reina había salido, sus cabezas rodarían como melones en el suelo.

La joven seguía de cerca a Su Majestad hasta que supo que esta abandonaría la fiesta, por lo que tomó una dirección diferente a la que ella cogió para así desviarse de vuelta a la fiesta de forma sutil y disimulada. Escuchó tenuemente las palabras murmuradas por la reina y supo bien a quien se refería. Sin embargo, no la siguió. Sabía que deseaba encontrarse a solas con aquella figura y solo si esta resultaba un peligro para Sara ella intervendría. Mientras tanto, tan solo se limitaría a servir a los invitados a pesar de que la soberana no se hallase en la sala. Ese no era motivo ninguno para dejar desatendidos a los londinenses que habían ido allí a mostrar sus respetos y disfrutar.