Trabajo temporal [Privado]

La tarde gacía pocos minutos que había caído, aún así el cielo aún portaba los claros colores azules y amarillos con escasos tonos anaranjados muy suaves. En el interior de la gran mansión Phantomhive se hallaba la demonio, ataviada con ropas típicas de hombre de color negro constituidas por unos simples pantalones, camisa blanca no muy ancha y, sobre esta, chaqueta de igual color oscuro que la prenda inferior así como unas botas de mujer con ancho tacón no muy alto, pero tampoco bajo. Su cabello blanco estaba recorrido por varias trenzas de pequeño tamaño que se perdían entre los mechones sueltos, aunque sin estar ninguna de ellas en su flequillo. Aún así, su melena se hallaba oculta bajo una boina de igual color que sus ropas cuya visera tapaba levemente sus orbes rojos. A su lado descansaba un pequeño maletín que no tardó en dejar en el suelo una vez estuvo en el interior de la sala.

Se había colado en la mansión, corroborando así la información que poseía sobre ella y su casi nula protección. Había sido enviada allí por su señora y sabía bien que el demonio que allí se hallaba ya la habría detectado y, probablemente, la estuviera esperando o dirijiéndose al lugar en el que se encontraba. Le había visto a través del rosario en la fiesta de Su Majestad, por lo que conocía su naturaleza al igual que él conocería la suya.

- "Solo queda esperar..." -pensó seria mirando a su alrrededor con cierto interés bien oculto tras una expresión de calmada, serena y sutilmente distante.

La multitud de libros allí guardados era más que visible y sería probable que muchos de ellos, por no decir todos, fueran antiguos y muy valiosos en diferentes sentidos. Sin embargo, y a pesar de la curiosidad que sentía por ellos tan solo pasó su mirada sobre las tapas mientras sus glúteos se mantenían pegados a la mesa del lugar al igual que su cadera, manteniendo el peso de su cuerpo en la pierna izquierda y posando su mano zurda sobre la superficie de fría madera. Su pierna derecha se encontraba levemente apoyada sobre la otra, tan solo cruzando la parte de sus gemelos y su diestra descansaba sobre ese mismo muslo, ligeramente alzado por la posición.

Hizo aparición en la biblioteca cuando fue informado de que una sirvienta había llegado a la mansión. Su rostro apacible apareció en la entrada de la biblioteca cargando algunos libros, los cuales le habían entregado para que aprovechara a dejarlos en los estantes cuando llegase. Al presenciar a la mujer su expresión se enserió un poco, la identidad de esa mujer le hacía levantar ligeras sospechas.. Se divertiría mucho con ella.- Buen día, señorita.. ? - Esperó a su nombre, caminando hacia ella para dejar caer los libros a la mesa con una fuerza tosca, que hizo un gran ruido en la biblioteca, que habría asustado a cualquier .. humano.

- ¿No es de mala educación preguntar un nombre sin dar el propio primero? -preguntó divertida y dejando que el mayordomo notase que no le había molestado en absoluto y que sus palabras no eran para criticar, sino que habían sido dichas por decir.

- Ruby Nightmare es como se me conoce -se presentó esperando que el demonio hiciera lo mismo.

Aunque no le importase mucho su nombre prefería dirigirse a él de alguna manera que no fuera "shitsuji-san" o, simplemente, "mayordomo".

Le siguió con la mirada mientras este se acercaba y ni un solo movimiento se dejó ver en su cuerpo cuando los libros cayeron sobre la misma mesa sobre la que ella se apoyaba. No ofreció ayuda con dichos libros, sabía bien que el moreno se las apañaba solo con apenas unos escasos volúmenes.

Sonrió complacido ante el reto de la muchacha, claramente estaba dispuesta a soportar las pruebas que le colocase, aquello indicaba que valía para servir a Phantomhive. Su mano se colocó sobre el corazón y efectuó una suave reverencia en una presentación.-Sebastian Michaels.. Es un placer. - Cuando terminó su presentación su rostro mostrab a una sonrisa complacida.. No todos los días tenía oportunidad para divertirse.- ¿En qué se especializa?

- El placer es mío -murmuró a sabiendas que él la escucharía mientras volteaba su rostro para disimular una mirada curiosa que recorría cada centímetro del cuerpo del moreno de arriba abajo tras corresponder la reverencia de este con un sutil movimiento de su cabeza.

- Ya debería saber la respuesta pero... Si deseas oirlo de mis labios te complaceré -comentó tras notar la diversión que parecía provocar en el mayordomo, lo que no hacía más que aumentar su interés.

- Las tareas mundanas no son problemas para mí, tampoco la vigilancia ni cualquier otra cosa que pueda pasar por vuestra mente. Podéis ponerme a prueba tantas veces como queráis -respondió sin que ni una sola de sus palabras sonara orgullosa o pedante, pues no consideraba aquellas aptitudes como algo de lo que se pudiera presumir.

Muchos de su raza podrían hacerlo y, si era como ella esperaba, Sebastian sería capaz de conseguir todo lo que la peliblanca estaba diciendo. No por nada era el mayordomo de Phantomhive. Su "fama" era bastante conocida entre los suburbios junto con la de su señor aunque claro, muchos no tomaban en cuenta esa información que, para la mestiza, era útil en muchos casos.

- Si deseáis saber algo más tan solo preguntad. Estaré encantada de contestar -fueron sus palabras mientras aún mantenía su relajada postura, por el momento al menos.

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Se informa desde aquí que ahora el PJ de Ciel lo está llevando otra persona, no obstante y para no abandonar los temas, seguiremos con la trama.
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- Tsk. – Creyendo que su mayordomo estaría en la sala de cuentas se dirigió hacía ésta pese a que podría meramente haber utilizado la campanilla que servía para eso mismo, no obstante, había decidido estirar las piernas para dirigirse a la sala. Sala que estaba desierta y su gesto enfadado no se hizo esperar.

Cruzó la mansión. Era obvio que conociera todos los movimientos rudimentarios del demonio, por ello entendió que si no estaba haciendo lo oportuno en la pequeña sala, estaba, sin perdida alguna en la biblioteca. Avanzó raudo por el pasillo que no tardaría en dar fin y cuando llegó a la reconocida puerta, la abrió sin siquiera molestarse a llamar, encontrándose con la curiosa escena de ...Una desconocida parloteando animada con el mayordomo.

Su antes gesto de enfado se tornó un temperamental e infantil gesto de ira interna, no obstante, al hablar, afiló cuidadosamente las palabras y la manera de soltarlas. – Sebastián. – Llamó con voz firme y segura, haciéndose notar por encima de la charla que mantenían los otros dos. – No sabía que teníamos visita.- Eso lo susurró con un timbre ensombrecido mientras su único ojo visible para la pareja se postraba en la fémina figura. No hicieron falta palabras para comprender, en cierto sentido, que aquella era una visita quizás no concertada pero si bien allegada.

Cerró totalmente su azulado ojo y frunció las cejas hasta el punto que pareció tener únicamente una. – Trae algo para beber. -

Afirmó con suavidad y desapareció de la estancia, aunque su mirada de soslayo todavía continuaba mirando la presencia de ambos, asegurándose de volver en caso de que la muchacha arremetiera contra su precioso joven amo.
Llegando a la cocina utilizó la velocidad más alta que pudo, hirvió por cuenta propia el agua en una tetera y colocó uniformemente el juego de té en una bandeja de plata, añadiendo algunas hiervas a la tetera para que el mismo se acentuara lo más rápido posible.
Volvió a la biblioteca sin contratiempos, colocando frente a cada uno una taza para servir el respectivo té, colocando la azucarera enmedio y añadiendo los terrones siempre requeridos por su jóven amo, aunque necesitó mirar a la señorita.- .. ¿Cuántos terrones desea usted?

La mujer de orbes escarlata desvió su mirada a la puerta del lugar cuando escuchó los rápidos pasos del joven Phantomhive poco antes de que este entrase por dicha puerta, revelando su pequeña figura ataviada con las típicas prendas nobles.

La mestiza no se incomodó o molestó al ver su charla interrumpida y tuvo que evitar que una amplia sonrisa se dibujase nuevamente en su rostro al notar el enfado del muchacho hacia su mayordomo o hacia sí misma, quien era la causa de que el susodicho Sebastian se hallara "ocupado" en lugar de encargarse de los caprichos u órdenes de su señor.

Cuando escuchó la demanda del conde iba a comentar que ella no precisaba bebida alguna pero el moreno ya había reaccionado con rapidez a la orden de Ciel y tan solo lo dejó pasar. De todas formas no era algo de mucha relevancia y tampoco negaría la invitación. No por cortesía o modales aunque así pudiera parecerlo.

No entabló conversación alguna con el joven mientras su mayordomo estuvo ausente, aunque dicha ausencia apenas duró escasos minutos que podía haberse contado con tan solo una mano y el silencio que se hizo durante ese período de tiempo fue agradable para ella y decidió no romperlo, cosa que el muchacho de cortos cabellos tampoco hizo.

Sus ojos se dirijireron a la taza que el demonio puso frente a ella tras volver con el juego de té, acto al que no se negó pues sería un completo desperdicio tirar un té de buena calidad como había pensado pues, según decían, nada en la mansión Phantomhive o aquello que portara su nombre carecía de alto estandarte.

- Dos serán suficientes -respondió cortés y agradecida por la molestia del mayordomo en servirla a ella también como supuso que haría con todo invitado a menos que fuera uno indeseado.

Con un sutil movimiento de su mano se quitó la boina de su cabeza, dejando libre su largo cabello blanco al tiempo que hacía una breve reverencia, típica de hombres, solo dirijida al conde tras haberse separado de la mesa en la que estaba apoyada.

- Es un placer conocerle en persona Conde. Permítame presentarme... Soy Ruby Nightmare, y mi visita no es casual -dijo afirmando las posibles sospechas del ojiazul sobre el porqué de su estancia en la casa.

Tras aquellas palabras volvió a incorporarse, dejando la boina sobre la mesa y cercana a su mano diestra mientras con la zurda acomodaba algunos de los mechones platinados tras su respectivo oído, esperando a su vez alguna pregunta de parte de Ciel hacia ella o el mayordomo.

Cuando el demonio, cumplimentando su orden desapareció de la sala, enfocó toda su atención a aquella que elegante permanecía inmune a su presencia. Descortés, no obstante, fue el hecho de que la misma no se presentase y dejase que reinase el silencio pese a que se trataba de una persona foránea a la casa. En su caso el silencio no se hizo ni mucho menos llevadero, conforme pasaban los segundos su impaciencia aumentaba.

Sin mayor interés que el hecho de ubicar a la desconocida en la escala social, inspeccionó, ávido de información, el atuendo a lucir por parte de ésta. Por más ropa de hombre con la que se cubriese sus formas femeninas eran más que jactables para su analizador ojo.

No esclareció realmente su duda, pero de todos modos, el estar de pie era algo que no gustaba, menos, con visitas. Se movió lentamente y esperó que aquella hiciera lo mismo, de todos modos, no volvió el rostro para corroborar si aquella seguia o no su andar.

Tal y cómo era de esperar, su mayordomo no tardó en hacer acto de presencia, justo cuando su figura se había postrado frente a los sillones que estaban estratégicamente colocados cerca del amplio ventanal. Sillones que invitaban a sumirse en la lectura.

Mientras las tazas eran suavemente colocadas sobre la pequeña mesa, volvió su inquisidora mirada a la dama. La misma que ahora se presentaba con aires de grandeza, algo que le hizo fruncir ligeramente su antes inexpresiva mueca. – Me imaginé que así era. – Se aposentó sobre uno de preparados para la lectura y esperó a que su té fuera previamente endulzado antes de alzar la taza. No miró a quién sabía que permanecería a su lado, su atención residía nuevamente en aquella desconocida.

- Veo que presentarme no será necesario. – Aspiró del fuerte aroma del té y expulsó lentamente el aire por sus entreabiertos labios, preparandose para un inminente sorbo, hasta entonces, no volvió a hablar. – Hay algún motivo que le haya hecho venir hasta mi morada, Nightmare? -

Con unas delicadas pinzas y un tacto calculante mezcló dos terrones de azúcar en la taza de la dama, a la cual le dirigió una mirada astuta antes de retirarse de la mesa para no interrumpir el hablar de ambos seres, puesto que en cierto aspecto.. no le incumbía.
Retrocedió algunos pasos para quedar detrás de su joven amo, en una postura firme y atenta,de vez en cuando dirigiendo algunas mriadas aprobatorias hacia el chico, vaya que nunca se cansaba de mirarlo..
Sin embargo, estaba ahí únicamente para protegerlo, como un silencioso guardián.. Es lo que siempre sería.

- No muchos son tan ingenuos de no conocerle conde. No lo tome como un halago -comentó sin darle mucha importancia a aquel asunto pues, como bien sabía, el joven era famoso por méritos propios. Algo admirable incluso en un humano de tan corta edad.

Cerró sus ojos levemente y siguió al joven Phantomhive hasta sentarse frente a él, pero después de que este tomase asiento como mera muestra de cortesía hacia alguien a quien, no muy tarde, debería servir.

Cogió entre sus manos de forma delicada la fina taza que Sebastian le había servido, teniendo esta sujeta con su zurda mientras el plato que le hacía juego era mantenido por su diestra. Al igual que Ciel había decidido disfrutar del aroma de aquella bebida de la alta sociedad y se dejó embriagar levemente por él.

- Tal y como os he dicho mi visita no es casual. Su Majestad está al corriente de la escasez de defensa de su hogar y de su persona. Cosa que he podido comprobar también por mí misma aunque como bien sabe ya vuestro mayordomo no tengo intención alguna de rivalizar con él -comenzó a explicar dando por sentado que al nombrar a la reina dejaba claro que aquello debía mantenerse entre los tres integrantes de aquella sala.

Dio un suave y breve sorbo a su té, disfrutando del sabor sutilmente endulzado del azúcar ya disuelto a pesar de que dicho líquido no fue removido o, al menos, eso parecía. En dicho té era más que notable la eficacia de Sebastian en la cocina y en otros muchos campos como la mestiza esperaba ver con sus propios ojos.

- Me explicaré de una forma más breve y directa Conde Phantomhive... Por orden de Su Majestad estoy aquí para servirle en todo aquello que me ordene. Puede considerarme como una ayuda extra y una pieza más de su tablero si así le resulta más cómodo aunque, por otra parte, también puede negarse... -mientras hablaba su tono de voz no cambió ni por un solo instante, dejando notar cierta sinceridad en sus palabras puesto que no estaba ni por asomo mintiendo.

Sería una pérdida de tiempo intentar engañar al conde y su mayordomo y no le convenía ni le interesaba hacerlo.

No prestó más atención e la necesaria a las palabras que aquella procesaba. Entendía su posición y sabía del hecho que su persona era reconocida, eso no era algo que le importase en demasía, ninguno conseguiría acercarse demasiado a él para dañar si era lo pretendido. Pudiera ser que su mansión no contase con el afán protector que necesitaba,, pero su cuerpo era custodiado por quién ahora aparentaba ser poco mas que un servicial y pulcro mayordomo. Y así sería hasta terminar con el pacto.

Su lucero azul brilló. La reina... ¿Ella se preocupaba de ése modo por un descendiente de la casta Phantomhive?. Sonrió en su fuero interno y aun que no fue notable desde la perspectiva de quienes le observasen, su humor dio un repentino giro a lo inesperado. – Con Sebastian tengo suficiente. – Dejó reposar la taza aún íntegra en su contenido sobre el platillo a juego y alzó la diestra para indicar a la dama que viese hacía dónde el demonio estaba postrado.

- Pero si es decisión de la reina, me temo que no declinaré la oferta. – Su espalda buscó el lugar idóneo para hundirse con mayor destreza en el sillón en el que seguía sentado y bajando la mano anteriormente alzada, bordeó el filo de la taza con el índice, sin apartar ni por un segundo la mirada de encima a aquella.

Sonrió. Sus labios dejaron de enarcar gestos por lo demás furiosos y una no muy notable sonrisa se dejó ver, haciendo acto de presencia cuando lo referente a su otra oración llegó a su oídos. – Hasta ahora he jugado con una sola pieza y no he precisado de más. Dígame, Lady Nightmare, se considera realmente capacitada para cuidar de esta mansión? -

Aun que su sonrisa prosiguió siendo la misma, su tono de voz se ensombreció.

Sus rojas orbes escarlata permanecieron con un aspecto usual, sin duda frío y calculador, pero que comenzaba a causarle cierta molestia en vista de la petición de la muchacha, a la cual todavía desconfiaba, pero sabía que de un modo u otro su jóven amo podría darle un uso al igual que todas sus piezas de ajedrez, que no habían sido más que carnadas para alimentar las ambiciones de sus objetivos.

El aroma del té era muy presente en la estancia, aquel que comprobó en las tazas de ambos para asegurarse de que este todavía no faltara, puesto que estaba dispuesto a servirles las veces que fuera necesaria, por ahora sólo le quedaba esperar.. No debía involucrarse en tal tema, si era orden de la .. "Reina".

Una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro aunque fue ocultada hábilmente por la taza que fue nuevamente acercada a su rostro para volver a degustar el té con calma, como si fuera una simple invitada que pasaba por allí en lugar de haberlo hecho por obligación y, en parte, por propia decisión.

- Podéis ponerme a prueba antes de aceptar y nadie dice que tengáis que tratarme como hacéis con vuestro mayordomo pues seguramente él sea mucho más valioso que yo -respondió sin estar dorándole la píldora (o alabar, para quien no conozca el dicho xD) ni al mayordomo ni a su señor, simplemente diciendo parte de lo que pensaba.

Sabía bien que ambos desconfiarían de ella, probablemente incluso después de que la aceptaran como "sirvienta" de la casa Phantomhive pero no tenía mejor manera de ganarse su confianza que cumplir sus expectativas.

Así mismo tampoco le importaba ser tomada como simple carnaza puesto que, después de todo, ella seguía tomando a Su Majestad como prioridad a pesar de ponerse bajo mandato del conde.

- Y respondiendo mejor a vuestra pregunta sí, estoy capacitada para cuidar de la mansión mientras Sebastian-san cuida de vuestra persona o, si él está ausente, protegeros también a vos -sus palabras, a diferencia de las del ojiazul seguían sonando con igual tono tranquilo.

No había motivo ni necesidad alguna de hacer aquella conversación más seria o pesada dejando notar cierta tenebrosidad por ambas partes y, de todas formas, a ella no le importaba mucho la forma en que Ciel pudiera hablarle o exigirle pero sí cuidaba su tono y palabras en todo momento, dejándose ver cortés e, incluso, sutilmente servicial al no reprocharle o contradecirle a pesar de que no había tenido, por el momento, ningún incentivo para hacerlo.

Era más que obvio desconfiar de una mujer que de buenas a primeras había irrumpido en su hogar con verdaderos aires señoriales sin ser siquiera detectada antes por Sebastian, quién creía que podría dar cualquier presencia que pudiera acecharle, no sólo a él, si no al entorno. Si era capaz de derrocar las fieles barreras de su mayordomo era sin duda un personaje interesante.

- Él siempre estará a menos que yo se lo ordene. - <<Es así el pacto.>> El pensamiento provocado por la propia frase mentada le hizo borrar todo amago de sonrisa y su único lucero descubierto se postró en aquella que tenía delante una vez más. – Obviamente, no está de más tener a alguien bajo mis mandatos. – La taza abandonada pero aún humeante fue alzada por su diestra y lentamente, se llevó el filo de ésta a los labios.

Se tomó su tiempo para degustar el té. De hecho, lo paladeó con calma, cómo todo buen té era merecido de ser digerido. Sin duda alguna, el demonio conocía cada vez más sus gustos, aquel en especial, era de un tallado excelente. Volviendo a la realidad y postrando el tazón sobre el platillo de color a juego, habló, aunque su mirada yacía perdida en el movimiento aguado del poco líquido que restaba. – No es necesario ningún tipo de prueba. Si fallas... –

Suspiró. No, su majestad nunca fallaba en sus decisiones, su perfeción era por demás sabida. Aún y así, su zurda se hizo un disimulado gesto hacía su mayordomo, pidiéndole con éste que se aproximase. - Si fallas, él te eliminará de la partida de ajedrez. -

[ Paso turno, no tengo acciones qué hacer. ]

- "O que alguien le retenga..." -pensó para sus adentros evitando así responder críticamente al conde al continuar mentalmente su inacabada primera frase.

En cierto modo se sentía "alagada" y divertida por la desconfianza que el joven de cortos cabellos dejaba notar hacia ella, algo que le convertía en alguien curioso pero al mismo tiempo precavido. Convinación escasa en un muchacho pero definitivamente era algo a tomar en cuenta.

Su mirada seguía centrada en él, esperando respuesta a sus palabras así como continuación a su frase incabada mientras él parecía absorto en su bebida, algo que no le importó en absoluto aunque algunos de los nobles de la época podrían haberlo tomado como un insulto. Nimiedades y tonterías del egocentrismo y orgullo humanos en su opinión.

- Siendo así creo que vais a verme bastante entre vuestras piezas conde -contestó respetuosa y cortés, sin alzar la voz ni sentirse muy aludida por el miedo a fallar pues, para ella, esa no era una opción a menos que así lo quisiese.

Dejó la taza vacía sobre la mesa haciendo un breve gesto a Sebastian para indicarle que no hacía falta que le sirviera más e hizo ademán de levantarse, pero tan solo quedó más erguida sobre el sillón en el cual estaba.

- Hay una cosa que ambos deben saber. Su mayordomo y, probablemente, también vos conocerán ya mi naturaleza y no es menester que revele mi raza pero, al igual que algunos de mis semejantes cubro mi imagen con otra apariencia. Sin embargo, esta no posee la misma personalidad que yo aunque su ventaja es que pasará por una simple sirvienta de raza humana a ojos de los "invitados" de toda clase -informó hablando de su otra yo pues durante los días sería ella quien se encargaría de servir a la casa Phantomhive mientras que, la mayoría de las noches, la peliblanca volvería a tomar el control de su cuerpo a menos que hubiera algo que la obligase a cambiar su apariencia en la mañana.

- No debéis preocuparos por ella. Es habilidosa, servicial y aprende rápido así que podéis mandarle las tareas que más os plazcan. Así mismo ella no es capaz de hacerlo todo, pero de aquellas órdenes que ella no pueda cumplir ya me encargaré yo... ¿Deseáis saber alguna cosa en especial sobre mí o preferís que me ponga a trabajar ya? -preguntó tras un breve auqnue notable silencio, dejando que Ciel asimilara cada palabra y, si deseaba, pensase alguna posible e indiscreta pregunta que su curiosidad desease ver saciada.

No retiró la mirada de su té aun que la mujer prosiguiera hablándole. Falta de respeto? Tal vez. No importaba. Él era amo y señor de la casa, por lo que su actitud podría derivarse a eso.. Tal vez. Sonrió ligeramente ante lo último mentado. No por el tono, los modos... No era algo nuevo conocer a alguien de raza diferente, pero no dejaba de fascinarle ése hecho en si. Por fin, su mirada volvió a postrarse en la dama con una sonrisa del todo diseñada para el sarcasmo. Oh. Era entonces algo similar al Shinigami rojo?. Ladeó suavemente la cabeza hacía un costado y ahora su mirada se volvió más curiosa de lo que la fue anteriormente. Sed de saber, sed de más... Estaba seguro ahora que Sebastian había captado la esencia antes sospechada.

- Mientras la otra personalidad éste al día de mis labores no veo inconveniente. - Además, sería curioso tener un .. ¿Demonio? ¿Shinigami?. La intriga no tardó en hacerse a él y aun que solía ser perspicaz, aún no entendía de las diferentes razas y posiciones que estas atendían.

Alzó lentamente la mano derecha ésta vez no para señalar a su mayordomo si no que hizo un tenso ademán de silencio a la peliplateada. - Antes de comenzar a realizar las tareas, sería oportuno que conociera las instalaciones. - Dudaba que la mujer no se hubiese hecho ya un solitario recorrido por la casa, no obstante, y cómo buen anfitrión era necesario protocolo el invitarle a conocer su ya lugar de trabajo. - Pero antes, me gustaría ver su otra apariencia. -

Hizo un gesto con la mano, esta vez dirigido al demonio que yacía de pie junto a él pidiéndole con ése mero gesto que se aproximase a su persona. Era obvio que su seguridad debía ser atendida y aun que los movimientos del otro fueran rápidos, pretendía estar bien cubierto... Sólo por si acaso.

- Una vez lo hagas, Sebastian se encargará de enseñarte las habitaciones. -

Dicho eso, el gesto de su mano bien podría haber sido un mero gesto para que el otro se aproximase, disimulando así la evidente evasión hacía la forma a mostrar de la fémina.

Entreabrió sus labios para contestar a las palabras de Ciel pero el gesto de este le hizo esbozar una sonrisa, quedándose callada hasta que él terminara de hablar e indicarle lo que tendría que hacer. No le sería difícil memorizar la casa y ya tenía vistos los jardines exteriores, parte del hall y los pasillos que conducían a la sala en la que se hallaban en aquel momento así que dejaría que el resto de la casa le fuera mostrada a su otra yo por parte del demoníaco mayordomo.

- Como guste entonces -respondió sin darle importancia a la desconfianza de Phantomhive hacia su persona, algo que seguía agradándola pero que tendría que rectificar pues no sería agradable trabajar al servicio de alguien que podría pensar dónde, cuándo y cómo le traicionaría la vampiresa a epsar de que esa no fuera ni de lejos su intención.

Sara le había dado una orden, y la cumpliría como fiel sirvienta a menos que el pacto feura roto, y el alma del conde tampoco le era tan suculenta como para arriesgarse a entablar combate contra Sebastian por él. Si el mayordomo tenía como premio el alma de ese joven humano no era algo que a ella le interesase a pesar de que Ciel en sí sí que le fuera curioso e intrigante.

Se levantó del lugar al tiempo que sacaba de uno de los bolsillos internos de su chaqueta un rosario coronado por un hermoso rubí en cuyo interior parecía albergar un tercer ojo exactamente igual a los que poseía ella pues fue por aquella gema por quien recibió el nombre que ahora portaba.

En cuanto se enderezó y casi sin dejar tiempo para que los hombres de la sala observasen la joya hizo un seco movimiento que enganchó aquel colgante a la "correa" de su cuello. Dicha unión fue precedida por un sonido metálico que podía confundirse como el tintineo de un cascabel.

La reacción ante ese acto no se hizo esperar. Una ténue luz violácea cuya naturaleza no era demoníaca, por extraño que pudiera parecer. Dicho brillo se intensificó apenas unos segundos antes de mermar considerablemente hasta desaparecer. Durante ese corto período de tiempo la mestiza había adoptado su forma humana. Sus largos cabellos antes blancos poseían ahora un vivo y cálido color rosado; sus orbes se habían agrandado levemente y su iris poseía ahora un hermoso verde jade; su rostro se había redondeado un poco, mostrando unas facciones algo aniñadas pero no demasiado; y, por último, su cuerpo había minimizado sus curvas, haciéndolas más "humildes". Mucho menos llamativas aunque aún perceptibles en su femenino cuerpo que semejaba más el de una joven que el de la diablesa que en verdad era.

- Un placer verle con mis propios ojos Conde -dijo con una sutil sonrisa mientras hacía una reverencia, no muy pronunciada pero sí mucho más cortés que las que podía haber hecho la demonio, ahora sellada por la cruz de su pecho cuya gema ahora se hallaba en una tonalidad rosada con ciertos toques en morado y púrpura. Tonalidades mezcladas que le daban un aspecto único e inexistente en el mundo humano.

La curiosidad dominó por un momento su siempre seria mueca y no pudo evitar el contemplar con cautela el rosario que los finos dedos ajenos sostenían. Un rosario. ¿Procedente de Roma, tal vez?. Allí era dónde sin duda, los rosarios eran de mayor calidad. Era sin lugar a dudas de estética pulcra, el rubí le llamó enseguida la atención, pero le hizo dudar de la procedencia del conjunto entero.

El brillo le cegó por breve, sin embargo, pronto enlazó los dedos de ambas manos entre sí y sin reparo alguno miró con atención el cambio que se producía bajo la iluminación otorgada, una vez ésta se disipó, parpadeó reiteradas veces para intentar menguar la ceguera sufrida; Poco tardó y entonces, toda su atención se centro en aquella que ahora yacía de pie frente a él y su mayordomo. Más aniñada que su anterior fachada, no cabía duda. Rasgos más finos y figura menos acentuada. Una bonita pieza para adornar su hogar.

- Mh. – Fue el único sonido que emitió mientras seguía repasando el cuerpo ahora transformado de la otra. Sebastián, el cual seguía a su lado parecía no perecer alterado, nervioso o molesto, por lo que se dio a entender a si mismo que no había peligro... Y dado el caso que se equivocase, siempre existía la eliminación eficaz e inmediata que su mayordomo le proporcionaría.

- Bienvenida. – Se animó por fin a responder haciendo una breve y sutil inclinación de cabeza, sin embargo, en ningún momento abandonó su aposentada forma.

Seguía con los dedos de ambas manos unidos entre si en una posición por demás adulta mientras su mirada inquisidora se daba por satisfecha con la visión presentada. Sí, sería una buena ficha de ajedrez, a ésta, la movería dentro de sus propios terrenos. – Sebastián te enseñará cuanto necesites para emprender tus tareas. – Farfulló, desviando con pasmarodica lentitud su único ojo visible hacia la ya fría taza de té. – Por ahora, te enseñará los perímetros de la estancia. -