Recien llegada, camino a su Residencia...

-Vagando a lento paso, refugiada por las calles oscuras y avenidas desiertas, la joven de sencillo y ameno vestir, maleta en mano, no representaba miedo al recorrer.
Admiraba a cada paso los edificios, los pequeños espacios, hasta los bloques de piedra que cuidaban las calles de brechas y hacían lucir elegante en el sombrío gris que poseían.
El aire nocturno era fresco, y las estrellas titilaban en ausencia de la Luna, como un coro luminiscente. Se detuvo un instante, entre la intersección de dos calles principales, en un rincón apartado, aunque abierto. Les admiro.
Las estrellas eran sus compañeras desde su casi eterna existencia. Nunca variaban, aunque se mostraban muchas veces de extrañas maneras.
Emitiendo un suspiro sonriente, dejo la maleta en el suelo, momento en el cual se permitió alzar la vista sin precauciones o temores, recorriendo las constelaciones que recordaba, y sintiendo su titilar como un ritmo resonante, continuo y armónico.
- La música del Universo – Pensó en murmurante voz. – El sonido de todo lo creado, el sonido que todos llevamos en cada zona de nuestra vivencia, y que no nos hace diferentes a una rosa o un amoroso felino.-

Al abrir sus orbes, ausente ya de aquel éxtasis momentáneo y fulgoroso, tomaba en un lento movimiento el mango de su maleta. Dispuesta a seguir su paso

-…Perfecta y eterna. - Serena entonación parecía provenir de la avenida norte, aquella vena principal que era tenuemente interrumpida a su izquierda por una de las calles que conducía al este. Entre la penumbra, que tristemente era perturbada por un farol cual vela con llama encendida mantendría en su interior, comenzaba a hacerse visible una silueta femenina de quien cabellos blanquecinos poseyese, como un rubio tan añejado que por el pasar de las décadas había perdido su original color.

Se adelantaría unos pasos, sus pisadas contra el suelo eran casi imperceptibles pero el rostro de aquella, pálido pero muy bien disimulado, demostraba una expresión tan serena como si de la misma Artemis pudiese tratarse. El andar ya había cesado y solo contemplaba a quien se había encontrado, quizás por casualidad, a lo mejor por algún azar que parecía favorecerle en ese encuentro. Observó detenidamente los orbes de su interlocutora, verdes, hermosos, 'su rostro realmente parecía hecho en el mismísimo cielo'. Pensó.

- ¿Qué os trae tan tarde por tan desoladas calles?. - Cuestionó en tono afable antes de que por sobre aquellos labios, levemente maquillados con un suave tono rosa, se dibujase una sonrisa que confirmaría que no poseía malas intenciones.

- Al sentir las primeras palabras, sus orbes se dirigían hasta las tinieblas, que paso a paso revelaban las formas femeninas que se acercaban. Sin sentir el típico escalofrio helado del miedo, ladeaba paulatinamente su rostro para ver con detenimiento a la joven.
Su belleza era casi etérea, y sus cabellos enmarcaban su rostro dandole un toque de ligera inocencia que se delataba contraria a su mirada aguda -
La perfección y la Eternidad, sin duda pueden ser dotaciones dignas a nuestro universo.
- Baja la mirada de modo tenue, en un saludo cordial -
Tan solo voy a... - saca una nota, leyendo casi por un fugaz instante al contestar - Al Palacio. Alli resido.
- Curiosa, mira nuevamente a la fémina - Y ¿usted? su vestimenta le delata como alguien socioeconomicamente acomodado, al igual que su porte. Peligroso, sin duda alguna.

- ¡Vaya!, soís sin duda alguna digna de vuestra nobleza, esa de vuestras palabras - En un juego un tánto cómico ladeaba el rostro con levedad hacia la derecha, como quien curiosa pareciera observaba aquel papel que de fina ortografía una dirección comprobaba las palabras de la jóven con la cual la de carmesí mirada interactuaba.

Por un breve momento parpadéo manteniendo los orbes ocultos mas la sonrisa no se alejaba del rosto de juvenil apariencia; alzando la diestra en dirección de su contraparte, en esencia podía casi percibirlo, sugeriría un saludo mas formal y con estilo buscaría estrechar la mano de aquella que en un instánte le había llenado en gracia y a la que nuevamente observaba fijamente a los ojos, ciertamente no era cualquier persona. En un pestañéo observó aquella maleta trás lo cual, por las dimenciones de la misma y la forma peculiar con la que había sido confeccionada, se animaría a preguntarle en tono suave, tratando de no parecer impertinente. - ¿Soís algún tipo de Artista? -

- Sonriendo, dirige la mirada a su fiel maleta y luego a quien le hablase, respondiendo con animo -

Si! Soy institutriz de bellas artes e interpretación. Artista sin ninguna duda.

- Luego de responder, divisaba la rojiza mirada de su acompañante, sorprendiendose al percibir sus propias palabras en un murmullo casi ajeno-

Ojos... Rojos...

- Súbitamente, imágenes aladas y resplandecientes llenaban su mente. Se vió a si misma en tonos dorados y verdes, con ojos cristalinos. - Despierta - Pensó, mas, su cuerpo no se movia un ápice, clavando aun los ojos de modo casi autómata e inexpresivo en las facciones y mirada que tenía en frente y despertaba nuevamente aquellas dudas que hacia años habia dejado huir de su memoria. Cuando las visiones acabaron, un suspiro pausado y cansado escapaba de sus labios, seguido al instante en que entonaba -

Usted... también es un ser... también no es como todos...
¿Qué es normal? Viene de la palabra normas, y cumplo las normas.
¿Mi escencia no?.
¿Usted... sabe por qué?.

- Su mirada se perdia, levemente suplicante al preguntar, acercandose en un agónico paso, sin trastabillar -

- ¡La noche sin duda alguna es bondadosa con ambas! - Algo emocionada emitiría aquellos vocablos, una por una las palabras parecían llevar cierto aire de conforte; de alguna manera aquello era mas que placentero.

La luna no había jugado en su favor, efectivamente aquellos orbes centellaron en un destello suave, tan ténue que cualquier humano no lo hubiese podido divisar pues en su longevidad aquella habría aprendido a como disimular su verdadera naturaleza.

Contempló la Duquesa como su compañera se perdía entre memorias, memorias que en un momento quiso borrarlas de su mente pues no pudo evitar sentir como la consternación de la que la jóven era presa le tocáse parte de su calma, ciertamente era un encuentro agradable y no deseba que este terminara de una manera nefasta, haber perdído la posibilidad de forjar una amistad con la dama en el peor de los casos.

- Calma... - Pronunció antes de que un leve jadeo muy tenues se le escapase por entre los finos labios; posó las manos enguantadas sobre los hombros de la muchacha y mientras aquella musitaba frases que no parecían extrañas, suavemente le inclinó contra sí. La estatura de ambas no era muy diferente por lo cual le fué fácil acomodar la cabeza sobre uno de los hombros de la perturbada; cerrando los ojos, tratando de camarle, paulatinamente las entonaciones de sus labios comenzaban a sucitarse en nueva cuenta.

- Esta noche no estás sola. - Murmuró...

- Perdiendo las palabras de la fémina en su mente, no retrocedía al toque de ésta, a su cercanía. Extrañandose por el calor ausente, un abrazo sin calidez... -

Un abrazo... muerto...

- Murmuro, al vacío, or que sentía que ni la presencia femenina estaba alli. Unida, a su cuerpo, imperceptible. Las estrellas eran únicas testigos de esa unión. La música del universo.
- Sola - Repitió en su mente, hace años estaba sola. ¿Por qué esta vez era diferente? La joven no habia hecho una promesa, ni ella la esperaba, y sin duda sentia como de algun modo ambas almas eran tan opuestas, como tan unidas en la propia escencia.
Sin prisa, saliendo de su estupor de ausencia, su diestra perdía el contacto con la maleta, que hacia un sordo sonido al caer al suelo, tintineando los instrumentos dentro, hasta que ambos brazos se unian en pos de los homóplatos ajenos, estrechandoles sin prisas ni presión, tan sólo una sublime caricia pausada -

Con agil sutileza la pálida fémina le entregó una caricia, de manera muy suave y algo pausada entrelazaba los finos falanges en las violáceas hebras de cabello largo, llevando la mano hasta donde le era posible y retornando al punto de origen para repetir aquel movimiento que descendía desde la cabeza de su acompañante hasta la espalda media.

No deseaba tener prisa pero la realidad era que el sueño estaba comenzando a caer sobre esta pues aunque ya se había saciado, la jornada había sido agotadora y mientras sentía agradecida como también era acogida, ladeó el rostro en pos de aquella mas la barbilla no movió del hombro donde se mantenía apoyada y fué como en aquella cercanía la sonrisa retornó a sus labios aunque estos no se separaron. De alguna manera aquella había despertado cierta atracción, una fascinación a las artes y dones de la misma de los cuales, sin haberla escuchado ejecutar, sabía que era poseedora.

- Sólo cuando lo quieras... - Un nuevo murmullo disimulado de furtivo se hacía presente en los labios que poco a poco comenzaban a separarse el uno del otro y ante la sonrisa pronunciada que aquella demostraba, un gélido aliento fué dirigido al cuello de la ojiverde más, por la posición en la que se encontraba, se iría disipando a lo largo de la nuca de la misma produciendole quizás un leve escalofrío; que con la ayuda de sus pensamientos, la fémina de platinada cabellera daría a resaltar mas un posible deseo a un malentendido o amenaza.

El momento transcurrió rapidamente, como si de algún tipo de sueño se tratase, y al separarse del conforte de los brazos que le sostenian en dualidad y como los propios rodeaban a la fémina contraria respectivamente, se alejó de la misma casi como se había acoplado a ella; de manera suave y serena, dejándoles a ambas un suave recuerdo que aunque corto fuese tomado como un efímero sueño podría pasar ante la bruma de la madrugada en la cual, la de mirada carmesí, se desvaneció en silencio de la vista del lugar tal y como efectivamente había llegado.

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{Me retiro por esta noche, que tenga un buen día joven artista. n n^}

- Siente la caricia paulatina en su cabello, permaneciendo tranquila, cerrando sus ojos ante el contacto, tibio ahora, sutil. Su corazón, sin embargo, latía frenetico, como quien predice un mal augürio y no es posible avisarlo. No era posible, su mente divagaba y su figura permanecia pasiva, percibiendo como al último centimetro, la caricia de la fémina se tornaba lenta, mas simple, con cansancio tal vez.
Suspira, tranquila, asintiendo de aquel modo a las palabras que eran profesadas y escuchaba claramente.
La cercanía la alarmó. Mas, no abrió sus ojos, permenció inmovil cuando el escalofrio se hizo sentir, como un frio rasguño en su espalda que le hizo temblar. El aliento llegaba como una brisa nevada, disipandose del mismo modo que habia venido con su escalofrio.
Miró entonces, desligando sus brazos de la fisionomia femenina que se dejaba también, sin una despedida, nada más perdiendose tal cual habia llegado.-

Adios...

- Murmuró una vez más, al vacío. Tomando la maleta con cuidado, procedia ahora su camino hasta palacio. El sueño la embriagaba como un manto de nubes debilitantes. Pero, paso a paso, se abrio camino, siguiendo en silencio, con atención a los grillos y los perros que aúllaban a lo lejos, hasta que por fin podía divisar el imponente edificio.
Miró las estrellas, y sonrió gustosa.
Satisfecha... La música del universo le habia traído una compañía especial-


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[Que pase buena noche, señorita, un gusto compartir este momento con usted ]