Llegada al Palacio

Definitivamente el trabajo empezaba ha agobiarla. Estar de sirvietne en la mansión Phantomhive y seguir siendo sirvienta de la reina podía llegar a ser pesado, aún así, ni una queja saldría de sus labios a menos que tuviera otra razón de mayor peso para ello.

Era algo difícil estar sirviendo a dos al mismo tiempo aunque la distancia no era un gran problema para ella y Sebastian ya se encargaba de todo, como hacía antes de su llegada, cuando la joven Ruby estaba ausente, en pocas ocasiones en realidad y ese día era una de ellas.

A sus oídos había llegado la noticia de un nuevo mayordomo real y, por orden de Su Majestad, fue a recibir al susodicho empleado en su apariencia humana pues su verdadera yo no gustaba de la luz solar, pero esa solo era una de las muchas excusas por las que se mantenía sellada.

Salió de la puerta que ambos guardias custodiaban apenas unos dos, quizá tres minutos desde que el moreno llegó al lugar. No había sido avisada por nadie a excepción de la ya mencionada reina.

Vestía un simple traje de sirvienta de colores blancos, marrones y rojos oscuros, simulando negros. Una prenda bastante sutil aunque la diferenciaba del resto de sirvientas por el escudo real bordado en uno de los hombros de la tela superior. Aún vestida de aquella forma, la correa y el rosario de su cuello seguían presentes en todo momento.

- Vos debéis ser el nuevo mayordomo, ¿no es así? -preguntó para asegurarse pues las finas ropas y el joven aspecto de Walter podrían hacer que se equivocase.

- Bienvenido a palacio entonces ^^ -comentó suspirando ligeramente aliviada con una de sus manos sobre su pecho en un gesto sutil y relajado.

Si se hubiera equivocado habría tenido que pedir disculpas y eso podría haber puesto una mancha en la reputación de Su Majestad, algo que, como sirvienta real, no podía permitir por muy humana que fuera aquella apariencia y personalidad.

- Soy Ruby Nightmare, sirvienta personal de Su Majestad -dijo haciendo una notable reverencia y de carácter formal ante tal presentación.

Se reincorporó y mantuvo sus manos frente a sí a la espera de una respuesta con el nombre del mayordomo o, al menos, algún apodo por el cual llamarle.